La joven atinó a correr, subió enérgicamente los escalones hasta que llegó arriba en un par de segundos. Miró hacia ambos lados, para decidirse qué corredor tomar, eligiendo en su desesperación, el de la derecha. Pasó por fuera de un salón, tiró de la manilla de la puerta, pero ésta estaba cerrada, hizo lo mismo con la puerta contigua obteniendo iguales resultados, de todas maneras intentó con el resto, no perdiendo las esperanzas, sin embargo, no hubo efecto, ningún salón de clases había quedado abierto para su mala suerte. Finalmente llegó hasta los baños, descubriendo lo único accesible que había en esos momentos en la escuela. Entró sin vacilaciones y de inmediato pensó que era el lugar más obvio en el que podría ser encontrada y ni siquiera había ventanas lo suficientemente grandes para poder escapar de allí, era imposible.
Se sintió idiota y acorralada, no se atrevía a salir tampoco, porque temía que la vieran, pero si no lo hacía, de todos modos iban a dar con ella. Aunque la idea que surgió en su cabeza era descabellada, debía pensar en algo que pudiera detenerlos. Empezó a pasearse impaciente y asustada al frente de los espejos, moliendo su mente para buscar algo que hacer. Tenía todo en contra: Era menor, estaba desarmada, no tenía idea de cómo defenderse a puño limpio y lo peor de todo, estaba sola. Por eso le hubiera resultado mucho más fácil entrar a algún salón, porque sólo debía abrir una ventana y echarse camino por los techos de la escuela para escapar.
Después que sus ojos recorrieron un par de veces los alrededores, vio que dentro del cubículo para personas discapacitadas había un pasamano de acero adosado a la muralla. Fue hasta allí, y comenzó a forcejear la barra con todas sus fuerzas, incluso colocó un pie en la pared para ganar más resistencia. La luz de esperanza que había adoptado en su mirada por la posibilidad de tener algo con qué defenderse, se fue extinguiendo a medida que sus manos sudorosas se resbalaban una y otra vez por el acero. No había manera de sacar la barandilla de su lugar. Se afligió demasiado; obligando a calmarse de cualquier modo, trató de respirar profundo.
-Tranquila, tranquila -se murmuraba. Secó con el dorso de su mano el sudor que emergía en la parte superior de sus labios. Volvió frente a los espejos, se oyeron unas zancadas en el pasillo, que por la frecuencia y el aumento paulatino, se estaban acercando -Por favor, no -masculló horrorizada, retrocediendo un paso y sintiendo el suelo inestable. Se apartó de la zona que había pisado -Un momento -se dijo en medio de sus nervios. Se agachó y golpeó la baldosa con los nudillos para cerciorarse si era la pieza correcta, confirmándolo, la levantó con sumo cuidado, tuvo que tirar más o menos con fuerza. Cuando la obtuvo completamente en las manos, se subió a los tocadores, en un rincón contiguo a la puerta, aguardó en un silencio atemorizante, sabía que uno de ellos iba a llegar allí y esperaba que una vieja y dura palmeta de loza pudiera derribar a uno de sus perseguidores. No había otra cosa en estos instantes que se le viniera a la mente, sólo esperaba que su desesperado e improvisado plan, funcionara.
Su respiración era jadeante, las pulsaciones estaban a mil por horas, en estos momentos la adrenalina por la que le preguntó la maestra estaba actuando en su cuerpo, poniéndole la boca seca, contrayendo sus vasos capilares, provocando que estuviera más pálida que un papel, tratando de tragar saliva, algo que le resultaba prácticamente imposible por la sed que estaba sintiendo.
Los truenos y los rayos se escuchaban lejanos en ese rincón de la escuela. Mientras que la chica continuaba atenta, frente a cualquier asalto. De pronto, el silencio interno que había en el lugar, se quebró por el leve chirrido de la puerta que se estaba abriendo lentamente, Denise ya no podía aguantar más los nervios, la situación no era apto para cardíacos. Uno de los hombres había entrado al baño, dando algunos pasos.
-Sé que estás aquí bambina -la voz burlista del hombre resonaba en un eco.
Se acercó al primer cubículo, pateando la puerta de éste bruscamente. El tipo daba luces de disfrutar el juego de escondidillas que se había generado. Se acercó lentamente al segundo, haciendo lo mismo. Iba por el tercero, el hombre pisó el hueco que había dejado la joven en el suelo, éste miró sus pies con curiosidad. Cuando estaba a punto de mirar hacia los espejos, ella saltó desde los tocadores abalanzándose sobre él, golpeándolo con la pieza de cerámica por sobre la nuca. Sin dejar tiempo para que reaccionara, el sujeto se desplomó en el piso junto con los pedazos de loza que se rompieron en su cabeza. Denise quedó mirando por breve al hombre que yacía sin reaccionar en el suelo, sin embargo, no perdió más tiempo y salió del baño.
Miró para todos lados esperando no encontrarse con el otro sujeto, tomó el camino hacia las escaleras para volver al primer piso, pretendía ir a la puerta principal, más, había un hombre que estaba cuidando la entrada, pero se encontraba hablando por celular así que no la logró avistar. La chica tuvo que retroceder y tomar un camino alternativo. El otro sujeto que andaba en el segundo piso, iba bajando las escaleras apresuradamente. Denise dobló por otro corredor, rogando que no le haya visto. Eligió finalmente, ir hacia las puertas que daban al patio.
Pronto iba a anochecer, uno de los focos del patio se encendió, no le ayudaba de mucho la iluminación en tales momentos, pero no tuvo de otra y apresuró la carrera lo más que pudo, miró hacia atrás entre toda esa lluvia que estaba cayendo y no vio a nadie persiguiéndole, sin embargo, continuó, hasta que llegó a las canchas atravesándola de extremo a extremo. En esos espacios tan abiertos, fue a esconderse detrás de las graderías.
Había quedado empapada con la lluvia en cosa de minutos, su cabeza le picaba por las gotas de agua que se metían furtivas entre sus bucles hasta llegar a su cuero cabelludo. Sus pulmones anhelaban más oxígeno puro, pero el olor a tierra mojada y el óxido de las gradas hacían un ambiente sofocante. Sacó su teléfono del bolsillo de su chaqueta, marcó el número de Samuel otra vez, pero no le contestaba. No perdió tiempo en marcar el contacto de su padre, así que en su desesperación marcó a la policía.
-Vamos, contesten -decía la joven mientras sonaba el típico pitido de siempre que se volvía desesperante en una situación en apuros. Si la audición de la chica no la engañaba, aparte de todo el ruido que había por las gotas que se estrellaban en las gradas, escuchó uno distinto, algo así como unas zancadas chapotear en una poza de agua. Se puso en alerta de inmediato.
-Buenas tardes, policía de Johannesburgo...-le contestó un hombre al otro lado de la línea, sin embargo la muchacha dejó de prestarle atención a su celular, alejándolo de su oreja y tratando de colocar más oído a lo que recién acababa de escuchar. No se atrevió a decir ni una palabra, cortando casi inconscientemente la llamada.
Sintió una vibración a lo largo de toda la gradería, que era común cuando alguien las tocaba o se subían en ellas. Trató de mirar por las pequeñas rendijas. Vió una sombra que se movió rápidamente, alguien andaba, la joven emitió un grito ahogado, casi inaudible. Preparándose para huir, empezó a caminar por debajo de las gradas sigilosamente. Las vibraciones por otra parte, no se percibieron más. Casi llegaba al otro extremo. Una gota caía por su frente, no sabía si era de agua o de sudor, inhaló profundo, pretendía ir a la entrada oeste, por donde entraban los camiones con mercadería para la despensa de la cocina.
Salió debajo de las tribunas y sin otra cosa más que pudiera hacer, comenzó a correr. No alcanzó a avanzar lo suficiente, cuando la silueta de un hombre que apareció a un costado de las graderías, la atrapó.
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La Traceur
ActionDenise Rosner, una adolescente de dieciséis años, a escondidas de su familia y de todo su círculo de élite, es integrante del único grupo de parkour de la ciudad de Johannesburgo, Sudáfrica; liderado por Kevin, el apuesto instructor que le ha enseña...