Capítulo 23: Retirada

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Comenzaron a bajar las escaleras apresuradamente, mientras se iba sumando más gente de otros departamentos. El segundo piso era el más afectado, se podían ver las llamaradas feroces calcinando cualquier cosa que tuviera en frente. El humo estaba asfixiando a casi todas las personas que habían allí. La joven no paraba de toser.

Al salir a la calle se respiró el alivio de tener sus vidas a salvo y el aire oxigenado. Había más de cincuenta personas afuera, pero aún quedaban dentro y tenían que ir por ellas.

-Denise, tendré que ir adentro con Robinson, tú espera aquí, no te alejes de la multitud -la chica asintió un poco choqueada.

-Ten cuidado y cuida de Robin -le dijo con preocupación, el chico quien se había alejado un par de pasos volvió hacia ella dándole el beso que había quedado pendiente, la chica se lo tomó muy de imprevisto, fue algo espontáneo e inesperado por la situación en que estaban envueltos; la joven apenas reaccionó al breve contacto de sus labios. Cuando el muchacho se alejó, Denise miró hacia todos lados, pensando que pudieron ser blanco de atención, pero nadie puso atención a ellos, todos estaban pendientes del incendio.
Vio que Kevin se estaba poniendo de acuerdo con su amigo, antes de entrar y qué cosa iban a hacer. Las mujeres más mayores estaban llorando desconsoladas, algunas por sus cosas y otras porque aún estaban algunos de sus seres queridos dentro. Todo ese lamento colectivo se le estaba contagiando, sintiéndose angustiada.

En cinco minutos llegó un carro de bomberos; los rescatistas eran pocos, así que de todas maneras necesitaron la ayuda de los jóvenes. Más tarde llegaron dos furgonetas de los canales de televisión que plagaron de periodistas el lugar. Algunos ya habían comenzado acercarse a las personas que eran espectadoras de las llamas que consumían sus viviendas. A Denise le resultó un problema que llegara la televisión al lugar, pues, ya era conocida por bastantes medios de comunicación como la hija del millonario Lionel Rosner y que le vieran allí iba ser otro inconveniente que no estaba dispuesta a vivir.

Disimuladamente cubrió su rostro más de lo normal con su cabello y fue alejándose de a poco de la conglomeración de personas. Aguardó en la acera de en frente, junto a un poste de luz, vigilando desde lejos el incendio, esperó casi cuarenta minutos allí cerciorándose de que sus amigos se encontraran bien. Cuando los vio que estaban afortunadamente a salvo, abrazando y consolando a sus vecinos, tuvo muchas ganas de ir hasta allá, pero no iba a ser posible con todas esas cámaras alrededor. Tomó su teléfono y comenzó a caminar, decidiendo definitivamente llamar un taxi. Cuando sacó su mirada del celular para acercárselo a su oído, notó que ya se había alejado lo suficiente, demasiado de hecho. La calle se veía inquietantemente solitaria.

-Buenas noches ¿Radiotaxis a su servicio? -contestó una mujer.

-Hola, quisiera pedir un taxi, la dirección es.... -en ese momento el celular vibró y se le apagó, el teléfono se había descargado -Ay, maldición. -De a poco fue frenando su caminata sintiendo un pequeñísimo remordimiento al haber salido a escondidas de su casa. Finalmente al cesar de caminar, quedó en frente de una taverna, volteó su cabeza y trató de ver sin mayor esfuerzo a través de las oscuras ventanas. Por un segundo pensó en pedir un teléfono allí, pero si evaluaba las ventajas y desventajas de entrar a ese lugar, claramente las desventajas ganarían la apuesta...Qué estoy pensando, se reprochó. Iba a continuar su rumbo, sin embargo, abrieron la puerta de la taverna y dos hombres echaron a un sujeto borracho botándolo en la acera, quedando casi a los pies de la chica. Uno de ellos entró y el que tenía una abundante y espesa barba aguardó ahí sacudiendose las manos.

-Ahora no eres mi problema - le habló al bulto que estaba en el suelo, luego su mirada fue hacia Denise y su expresión se tornó amable -Y tampoco será el tuyo si te alejas pronto de él -a la chica se le desvió la mirada hacia dentro de la taverna, el hombre no dijo más y entró cerrando la puerta. El sujeto que estaba en el suelo comenzó a balbucear, la muchacha se alejó de inmediato.
Decidió tomar un autobús, si es que pasaban aún. Debía caminar unas cuantas cuadras porque el tránsito estaba desviado por el incendio.
Le apestaba ir a solas por esas calles, no era en sí tanto temor, pero tenía que admitir que cada que vez que transitaba próximo a los callejones, sentía un hormigueo en la nuca, como si fuera una alarma que le advertía que el peligro estaba cerca.

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