Capítulo 45: Jugada doble

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Lionel se encontraba en su oficina, revisando los últimos papeleos para irse. El reloj de péndulo marcaba las once de la noche.
Después de tantos días de haber estado sólo, le tomaba mucho más tiempo a su trabajo. Quedó mirando el portarretrato de Denise que tenía encima del escritorio, él pensaba que seguía escondida en Soweto, por lo que la preocupación no era una gran cosa, sólo observaba la foto de su hija con afecto.

La puerta de su oficina se abrió lentamente, vislumbró la figura de un hombre quien traía un maletín, por su postura aparentaba despreocupación. Lionel sabía que era uno de sus tantos enemigos, pero no podía reconocer quien específicamente, pues el sombrero que traía puesto el sujeto le hacía sombras a su rostro; Rosner, obviamente se puso en alerta y sacó sigilosamente un arma que tenía en el cajón de su escritorio, estando atento a cualquier asalto, preguntándose al mismo tiempo por qué uno de ellos había logrado llegar hasta él.

-Sea quien seas, vete, no negociaré contigo-dijo con una seriedad que casi no hizo mover ni un músculo de su cara; le molestó bastante la actitud del aparecido, pues nadie entraba de esa forma a su oficina y menos a tan altas horas de la noche.

-¿No me reconoces Lionel? -el sujeto miraba con interés el reloj que había en la pared.

-No -parecía muy seguro respondiendo pero creía muy poco sus propias palabras.

-Qué mala memoria tienes -parloteaba sin mirarlo aún, con aires de desinterés, continuando su observación en los alrededores de la oficina.

-Sé muy bien que eres un delincuente, de eso no hay duda.

-No encuentro que esa palabra sea muy apropiada -comentó abstraído, caminando hacia el escritorio y colocando el maletín sobre éste. Sacó un computador portátil -Oh, no hay necesidad de que ocupes esa arma que tienes escondida ahí, no la necesitarás.

El sujeto se sacó el sombrero que andaba trayendo, Lionel le observó detenidamente. Ese cabello ondulado, esa sonrisa de santo y piel media bronceada...recién se dio cuenta a quién tenía en frente.

-¿Bruno?-dijo perplejo -Pensé que habías muerto.

-En estos días se piensan muchas cosas.

-Así que seguiste el negocio familiar, no me extraña, tu padre debe estar muy orgulloso -dijo despectivo.

-Claro, lo está -sonrió demostrando arrogancia, sentándose en la silla que había frente al escritorio.

-Elegiste el bando equivocado, terminarás mal.

-Yo no estaría tan seguro, los papeles siempre se pueden invertir.

-¿Crees que yo terminaré mal? -sonrió corroído.

-¿Y por qué crees que he venido? ¿A felicitarte por la masacre que le has provocado a mis hombres con tus matones?-su retórica era marcada. Lionel se levantó del asiento y le apuntó con el arma que tenía.

-Tranquilízate hombre, por favor -sonó igual de despreocupado con alguna pizca de sarcasmo en cada una de sus palabras, al parecer nada le ponía nervioso.

-Vete por las buenas o me veré obligado a jalar del maldito gatillo -ambos quedaron en silencio por breves segundos -sabes que las ganas no me faltan.

-¿Entonces no quieres tener a tu hija de vuelta? -apoyó su espalda en el respaldo de la silla manteniendo su serenidad.

-¿De qué estás hablando? Tú no tienes ni idea dónde está -sonrió incrédulo.

-¿Ah no? -Se cruzó de brazos meditabundo -Subestimar a tus enemigos es algo que te puede jugar en contra... sé que tu hija estuvo escondida en Soweto, mis hombres fueron por ella...¿Ahora, podrías bajar esa arma? Me incomodas -se dispuso a conectarse a la red desde su laptop. A Lionel se le retorció el estómago, su pobre hija estaba en manos de esos desquiciados. Con la tensión y la frustración invadiéndolo por cada partícula de su cuerpo, bajó su pistola lentamente. El señor Rosner permaneció congelado de pie detrás de su escritorio -Toma asiento por favor, Lionel -le pidió el sujeto. Lionel, por inercia se dejó caer en la silla. Todos sus planes habían sido un mero fracaso, si tenían a Denise, ya nada más podía hacer, no iba a poder vengarse de los asesinos de su esposa, no iba a poder hacer justicia. Si era el caso, debía hacer lo necesario para rescatar a su hija, y eso significaba una sola cosa. -Bien, Rosner, negociemos ¿te parece?

-Tú y toda tu gente son unas bestias, ¿Cómo me pueden hacer esto?

-No te desvíes del tema Lionel.

-Quiero ver a mi hija -exigió.

-No será posible, hasta que hagas lo que te digo.

-¿Cómo sabré que está bien?

-Tendrás que convencerte de que lo está.

-Quiero, por lo menos escuchar su voz.

-Tu hija está bien, pero eso depende sólo de ti -le quedó observando como cualquiera que manipula a una persona en apuros.

-Y ¿Cuánto es lo que pides? -inquirió preocupado.

-Cincuenta...cincuenta millones de euros -dijo sin pestañar con un rostro de ambición, dando vuelta el computador portátil para que comenzara hacer las transacciones bancarias necesarias. Lionel, sin mayores opciones, empezó a teclear la laptop. La preocupación por su hija lo estaba consumiendo. Bruno se levantó del asiento y comenzó a pasearse hasta quedar a las espaldas del señor Rosner para cerciorarse que estaba haciendo lo correcto. El padre de Denise digitaba las claves rápidamente.

El sujeto se detuvo a mirar la foto que había encima del escritorio.

-Tu hija se parece mucho a Rebecca -comentó con aparente nostalgia. Lionel no le contestó nada, prosiguió marcando letras de contraseñas, abriendo páginas confidenciales y haciendo operaciones tediosas que él estaba acostumbrado hacer.

Caleb iba velozmente hacia el barrio Fourways, en donde se encontraba el complejo Montecasino. Se bajó con premura del Corvette, entró a uno de las instalaciones y se dirigió al sector de las oficinas. Sabía que algo no estaba bien, si el sujeto escapó era probable que fuese por Lionel, debía matarlo cuanto antes. Todas las luces del último piso estaban apagadas, excepto las lámparas del despacho del señor Rosner.

Los vidrios de la oficina de Lionel en su mayoría eran de cristal empavonado, sin embargo había pequeñas facciones que eran totalmente transparentes en las cuales se podía observar un poco. El chico se detuvo a indagar, escuchando el diálogo.

-...te aconsejaría que te apresuraras -Bruno se afirmaba en el escritorio dando repetitivos golpes en la madera con los dedos

-No es algo fácil -contestó Lionel con la mandíbula apretada.

-No me vengas a decir con que no es fácil, lo haces todo el tiempo.

-Bruno, por favor, déjame hablar con mi hija.

-Sólo sigue haciendo tu trabajo...

¿Bruno? Se preguntó Caleb confundido. Denise le había hablado de un tal Piero, el que pensaba que había visto hace un rato y que era el que estaba allí adentro ahora, pero ¿Bruno?... Su mente retrocedió hasta que llegó al cuarto subterráneo que había en la casona de los mafiosos, trató de responderse y resolver el entuerto. Las fotos, se dijo Caleb, recordó las que había visto. La antigua imagen de la familia en Venecia, dos de los tres hijos adolescentes...eran gemelos. Eran ellos, había dos hermanos, uno era Piero, y el otro era Bruno. Eso quiere decir... el chico con preocupación se apartó de ese lugar y llamó a Allison de inmediato por teléfono.

-¿Qué ocurre? ¿Lo encontraste? -preguntó la muchacha mientras iba manejando.

-Allison, no le quites la vista a Denise de encima.

-Espera un momento, ¿Qué ocurrió?

-Hay dos sujetos que son idénticos, son gemelos...los dos están vivos, uno está hablando con Lionel y es probable que el otro ande merodeando por ahí.

-Caleb -llena de temor, tragó saliva -Hace casi media hora que ya no estoy con Denise.

-¿Por qué? -preguntó molesto.

-Denise me pidió que fuera ayudarte y...

-Y tú como su amiguita le hiciste caso ¿No?-añadió molesto -Dime, dónde vienes.

-Estoy por llegar a Fourways, pero volveré por Denise.

-No, ven lo más rápido posible hasta acá.

-Pero...

-Yo me encargaré de Denise, tú preocúpate de vigilar a Lionel -cuando terminó de hablar aquello cortó la llamada de inmediato.

Cuando pensaban que todo iba bien, de pronto se dieron cuenta que no era para nada de favorecedor el panorama. Todo estaba pareciendo un juego de líneas que estaba dando forma a un sutil pero peligroso engaño.

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