Capítulo 37

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~Relata Fernando

-¿Lista? –Le dije en voz alta, pero no gritando. 

-Lista. Pero me voy a caer.

-Que terca –le discutí. –Ni que estuviera tan alto. - ________(tn) subió a mis espalda, pues yo estaba hincado para que ella pueda alcanzar su ventana semi-abierta. Le ofrecí sacar lo que necesite yo mismo, pero ella insistía en que su habitación estaba hecha un desmadre y que no quería que viera su cochinero. “Vamos, como si el mío fuera el más ordenado del mundo”. -¿Ya?

-Algo así –respondió –Espera un segundo. Es que no alcanzo el cajón, pero alcancé por lo menos un shorts y mi cepillo del cabello. Creo que es suficiente, pero quiero alcanzar mi bolsa de maquillaje, un poquito más…

-No tienes por qué maquillarte, es muy temprano. Además estás conmigo, ¿qué más da? Eres hermosa así. –Ella bajó de mi espalda, con su ropa rescatada. Me dio un beso en la mejilla.

-Igual lo soy más con maquillaje. –Torcí el gesto. –Ahora voltea hacia allá, que me pondré el shorts. –Iba a abrir la boca, pero ________(tn) me interrumpió y respondió exactamente a lo que iba a retomar: -Y sí, si me da vergüenza, voltéate antes de que te escupa en la cara. 

Me reí muy alto. Volteando hacia el otro lado del patio, se me hacía que se tardaba mil años cambiándose. ¿No es simplemente ponerse la ropa y ya? Nunca entenderé eso en las mujeres. Se ven hermosas, no nos damos cuenta de tantos detalles y ellas son demasiado perfeccionistas consigo mismas. Y si así fuéramos los hombres, ellas dirían lo mismo. Pero pues, así no funcionó. 

-¿Para qué se ponen maquillaje? –pregunté.

-Para quitarnos las imperfecciones. –Ella contestó, yo me quedé pensativo. Es ilógico: aún se pueden ver. –El polvo hace que no se vean los granos, el delineador te hace más grandes o chicos los ojos, depende de cual te pongas. El rubor hace que no te veas tan clara, te hace ver un poco más bronceadita o ruborizada; el rímel es para que las pestañas se vean más largas, ya sabes, porque es algo femenino. Oh, ya puedes voltear. –Me di la media vuelta y solo se había puesto el shorts, pero el vestido lo remangó para que se viera como blusa. En realidad se veía…

-Se ve raro. –me dijo, casi al mismo tiempo de que lo pensé. 

-La verdad, sí. ¿No alcanzas ninguna blusa? 

-No, están muy lejos. Están hasta el closet, del otro lado del cuarto, y en ese cajón no hay nada de blusas. 

-Mmmmm… Se me ocurrió una idea. Ven, vámonos. 

-¿Así? –Me dijo, señalando el vestido.

-No te ves tan mal como para caminar unas cuadras más para allá. –La jalé del brazo, y la volví a subir a mi espalda.

-¿A dónde vamos? –Me susurró en la oreja. El soplido me hizo estremecerme, y ella se rió y me dio un beso en la cabeza. 

-Estoy todo sudado –Le recordé.

-No me importa –Me recordó, y sonreí.

-Bien, iremos a la casa de mi hermanastro.

Enferma e Inteligente / NovelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora