Capítulo 3

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Después de un par de horas, salieron finalmente a recorrer el perímetro de la cabaña. Cerca había un lago congelado, por lo que se comprometieron a traer sus patines para el día siguiente. Aidan abrazaba firmemente a Kate. Demasiado firme en opinión de Lia, pero Kate se veía muy feliz. Liam pasaba un brazo por los hombros de Lia, con aire despreocupado y algo distraído, por lo que Lia aprovechó para de un salto, tomar un puñado de nieve y aventárselo al rostro.

–¡Lia! –gritó Liam como despertándose de los pensamientos que lo tenían lejos de ahí–. ¡Vuelve aquí! –la siguió, riendo. Cuando la alcanzó, se arrojó sobre ella y los dos cayeron en la nieve.

–¡Estás loco! –rió Lia, sin aire–. Hace mucho frío.

–Te lo mereces –dijo Liam, también sin aliento por la carrera.

–Se divierten tanto... –Kate pronunció, mirándolos con una especie de añoranza.

–¿Envidia? –replicó Aidan con algo de sarcasmo.

–Jamás. Lo nuestro es mucho mejor –sonrió radiantemente Kate y apretó su mano.

Aidan devolvió la sonrisa y desvió la mirada. Él sabía que en lo que dijo Kate, algo no sonó como debería y lo que era peor, Kate también lo sabía.

Lia continuaba riendo bajo el peso de Liam que se negaba a levantarse, riendo cada vez que se lo pedía. Lia dio un gran beso a Liam y lo distrajo de su objetivo, por lo que ella logró que rodaran, quedando él bajo ella.

–Así está mucho mejor –rió Lia, ocultando la cabeza en el cuello de Liam.

–Te amo –murmuró Liam acariciando su cabello con gran ternura. Lia soltó un suspiro.

–Y yo te amo –respondió, abrazándolo con más fuerza.

Liam le dio un breve beso en los labios y la levantó para alcanzar a Aidan y Kate, que ya estaban bastante delante de ellos.

Aidan y Kate visualizaron la cabaña y siguieron caminando, apreciando el paisaje en silencio. Aidan sintió que Kate apretó un poco su mano y bajó la mirada hasta ella. Kate esbozó una dulce sonrisa que hizo que su corazón saltara de alegría, podía hacer que todo se iluminara con una sonrisa así. Aidan sonrió ampliamente y la besó brevemente pero con gran pasión. Una vez más, la tomó por sorpresa esa actitud de Aidan. Cada vez estaba más segura de lo que deseaba. Estar junto a él toda la vida.

Liam y Lia los alcanzaron, pero siguieron varios pasos detrás de ellos. Tal vez era el paso de los años, que hacía que Aidan y Kate tuvieran el aire de una relación más madura que la de ellos. Sin embargo, Lia estaba disfrutando cada uno de los momentos junto a Liam y estaba segura que estos días serían los mejores de su vida...


***


–¿Estás bien, Lia? –escuchó su nombre tan lejos. Sacudió la cabeza en un intento de volver al presente–. ¿Lia?

–¿Si? –respondió desorientada y volviendo la mirada al interior del auto. Sí, no había sido una pesadilla. Estaba ahí, con ellos.

–Te preguntaba sobre tu trabajo –sonrió Liam, mirándola por el retrovisor–. ¿Está todo bien?

–Perfectamente –miró esos ojos celestes brevemente y volvió a desviar la mirada.

–No hemos tenido mucho tiempo de hablar... últimamente –Liam no volvió a mirarla mientras decía esto.

–Ciertamente –murmuró Eliane fijando su mirada en el horizonte. ¿Qué estaba haciendo ahí? Podía preguntárselo mil veces y eso no cambiaría nada. Esto estaba totalmente mal, pero ella había querido verlo. Saber que era feliz, y Dios, como dolía constatarlo. Lo que era peor, ella no podía odiarlo. A pesar de todo y lo que habría sido lógico, ella no podía odiarlo. Liam había sido tan dulce, tan delicado, tan tierno al dejarla, que por mucho que había intentado, no lo odiaba. No había podido hacerlo en ese instante y mucho menos ahora.

Habían llegado y el camino se hizo eterno para los tres. La atmósfera era rara entre ellos, la complicidad que una vez los había unido no existía más y no sabían si sería posible recuperarla alguna vez. Kate aún se preguntaba qué era lo que había impulsado a Eliane a decir sí a su propuesta de venir. Tal vez no la había dejado mucha alternativa. Quizá lo que había sucedido en el pasado no tenía perdón para la perspectiva de algunas personas, pero había que ver el cuadro completo. Nada era totalmente blanco o negro en los sentimientos, siempre existía la posibilidad del gris... y ella necesitaba creer que Eliane podría llegar a aceptar una explicación.

Liam recordaba aquel día como si hubiera sido ayer. Él aún no sabía cómo tuvo el valor de hacerlo porque amaba a Lia, solo que ese amor era más fraternal que un verdadero amor, aquel verdadero amor que solo Kate le inspiraba. Sí, aquel día que se decidió a hablar con Lia era el más doloroso de los que recordara. Se sentó con ella e intentó explicar lo sucedido. Lia parecía no entenderlo, había pensado que él bromeaba y decía que dejara eso. Pero no era así, al ver la seriedad en su rostro, Lia había empezado a tomar conciencia de lo que él le estaba diciendo. Recordaba sus ojos llenos de lágrimas que no había derramado, al menos no frente a él. No había resistido el impulso de abrazarla con todas sus fuerzas. Ella había aceptado el consuelo al inicio, luego se había separado rápidamente y con la cabeza en alto había dejado claro que lo apreciaba mucho y le deseaba toda la felicidad del mundo. El vacío de sus palabras aún resonaba en él, dolorosas y huecas. Ella no había merecido lo sucedido. Necesitaba su perdón.

Cuando descendieron del auto, Lia visualizó aquella cabaña de sus recuerdos. Parecía que los años no habían pasado por allí, seguía igual, aunque parecía más hermosa de lo que recordaba. Había algunos autos estacionados ahí, eso significaba que la casa principal estaba llena de personas. Generalmente cuando eran varios invitados, usaban la cabaña como una especie de garaje para los autos, todos alrededor de ella. Eliane no entendía que hacían ahí, lo lógico habría sido ir a la casa principal, ¿cierto? ¿Por qué...?

Sus pensamientos se detuvieron cuando miró acercarse a un hombre con paso firme. Parecía venir enfadado y el viento hacía que sus cabellos se agitaran conforme él se acercaba cada vez más. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, distinguió el rostro tan familiar y aquellos ojos grises que chispeaban de disgusto. Ahora, al verla, se convirtieron en un mar de incertidumbre.

–¿A ti también? –él ni siquiera saludó. Esa fue su primera frase, sin duda dirigida a Lia.

–Sí –bajó la mirada. Él transmitía un aura de poder y masculinidad. Antes la tenía, pero ahora había algo más fuerte, que daba la impresión de una extraordinaria dureza. Una carencia de sentimientos.

–Es un gusto verte, Eliane –pronunció Aidan tras un largo silencio, mirándola intensamente. Lia se sentía nerviosa.

–Igualmente, Aidan. En el mismo lugar, ¿puedes creerlo? –añadió maliciosamente y Aidan esbozó una sonrisa de autosatisfacción.

–Ni en sueños –dijo, sonriendo sinceramente. Fue tan fugaz que no sabía si lo imaginó–. Kate, Liam –continuó a modo de saludo, inclinando un poco su cabeza–. ¿Unas palabras más tarde, Liam?

–Por supuesto, Aidan –Liam asintió, con aire despreocupado.

Siguieron hablando y Lia no pudo más que mirarlos. No entendía como antes no había podido diferenciarlos. A pesar de ser idénticos, excepto por el color de ojos, la personalidad espontánea del uno lo diferenciaba claramente de la poderosa personalidad del otro. El mismo rostro, diferentes sentimientos. ¿Qué más se necesitaba para diferenciar a dos personas?

InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora