Capítulo 17

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Kate tocó la puerta de Lia, esperando que estuviera despierta. Escuchó un: "adelante" así que siguió y la encontró totalmente levantada. Hablaba por teléfono, así que se quedó en el umbral.

–Todo bien, mamá. Sí, fin de año estaré ahí –contestó Lia y espero un momento–. Claro mamá, el veintiocho por la noche espero o a más tardar el veintinueve en la mañana. ¡Adiós, mamá!

–¿Puedo pasar? –preguntó Kate ya que Lia no la miraba.

–Por supuesto, es tu casa –añadió, en tono bajo.

–¿Cómo estás? El frío ha sido menos intenso estos últimos años.

–Sin duda, mucho menos que hace cinco años –soltó, con una sonrisa irónica.

–Oh –Kate se quedó momentáneamente sin habla–. Lia, te pedí que vinieras porque yo necesito, realmente necesito, que me escuches.

–Kate, lo que menos quiero es hacerlo, créeme. Pero me parecería una total descortesía no hacerlo, ya que esta es tu casa. Así que adelante.

Kate no había pensado que iba a decir. En realidad, durante todos esos años lo había pensado pero al llegar el momento, todo parecía de lo más inadecuado. Solo quería encontrar el perdón.

–Lia, lamento lo que sucedió hace cinco años. Créeme, no lo esperaba, todo fue como un torbellino en mi vida. Tú debes imaginar que si pensaba casarme con... –se cortó–, con alguien más –dijo, respirando hondo– era porque realmente pensaba que estaba enamorada de él y que podríamos ser felices. Jamás imaginé que me pasaría, bueno, enamorarme de alguien más. Tal vez si no hubiera sido tan inadecuado como fue Liam, esto no sería tan condenado. Pero en el corazón no se manda, imagino que tú debiste haberlo sentido también. No sé si aún lo sientas por alguien en este momento, pero cuando no puedes respirar más, cuando ya no concibes la vida sin alguien... ese es el momento en que decides que nada más valdrá la pena si no estás con él. No me estoy justificando porque creo que el amor no necesita razones, aunque quien sabe, las cosas pudieron ser diferentes si desde el inicio sabíamos a quién amábamos, ¿cierto? –Kate se decepcionó al no notar ninguna emoción en las facciones de Lia–. Sé que es imperdonable, que jamás lo olvidarás. Yo...

–Kate, yo ya lo olvidé –mintió Lia con convicción–. Es por eso que estoy aquí. Lo superé y tú deberías hacer lo mismo. Bien, no pienso decir que he perdonado nada porque simplemente ni siquiera consideré la opción de volver a verlos. No estaba en mis planes y me alegro que actuaras como te dictaba tu corazón, sin siquiera pensar en los demás. Seguro que cuando tu bebé crezca se sentirá muy orgulloso de saber que sus padres destruyeron los corazones de otras personas para ser "felices". Pero ¿y eso qué? Así es el amor, ¿no? Simplemente el amor no entiende de límites y hay que pasar sobre cualquiera que se interponga aunque sea solo una víctima inocente. Realmente tu lógica no tiene falla –Lia no quería sonar tan dura pero no pudo evitarlo. Había evadido a Kate durante todos los días desde que lo supo hasta la boda, pero no parecía haber sido suficiente tiempo los años pasados.

–Lia, no pretendo que aceptes como si nada mis disculpas porque no imagino lo difícil que debe ser para ti. Simplemente quería que supieras que lo siento, que nada de esto fue planeado ni lo esperábamos –los ojos de Kate brillaban con lágrimas de arrepentimiento–, no actué de la mejor manera, yo lo sé, Lia. Pero aún ahora, no sé que habría sido lo correcto. Les hice tanto daño a ti y a Aidan, me duele tanto porque mi felicidad jamás será completa al saber qué, como bien dijiste, la construí con el dolor de otros, no es justo. Lo lamento tanto, es todo lo que quería decirte.

Lia asintió, aunque no se creía capaz de pronunciar ninguna palabra. Porque no sentía que merecía siquiera ese esfuerzo. Este tema, para ella, se había agotado hacía cinco años y sin importar las disculpas o palabras, los hechos estaban ahí y no cambiarían jamás, hicieran lo que hicieran.

–Te deseo que encuentras toda la felicidad que mereces, Lia –Kate se levantó y esbozó una leve sonrisa–. Disfruta tu estadía aquí, sé que adoras la nieve.

Salió y Lia no podía creer que Kate aún lo recordara. Pensó que tras lo sucedido, Kate habría querido borrar todo rastro de ella, pero al parecer, no había sido así. No importaba, lo que habían hecho era imperdonable. No había nada más que decir al respecto.


–¿Estás bien, Kate? –preguntó Liam tomando su mano– ¿ha sucedido algo?

–Es en vano, Liam –se lamentó–. Lia jamás me perdonará.

–Tranquila, amor –la abrazó con cariño–. Es muy difícil, colócate en su lugar. Nos equivocamos totalmente.

–Si Lia no escucha, mucho menos lo hará Aidan –Kate suspiró.

–Eso ya te lo había dicho, Kate. Lo conozco de siempre –comentó, esbozando una pequeña sonrisa–; él, no importa lo que hagamos, jamás lo olvidará.

Se quedaron abrazados en la escalera mirando por el gran ventanal hacia la cabaña, a lo lejos.



Los días se sucedieron uno tras otro, Lia y Aidan habían sido invitados a la cena de Navidad organizada por Kate y Liam, pero declinaron la invitación y se fueron a cenar solos, mientras los esposos atendían a sus invitados para, dentro de tres días, su aniversario.

–¡Está hermoso! –exclamó Lia con una gran sonrisa–. Ha valido la pena.

Aidan contempló su ilusión y se le encogió el corazón. También sonrió.

–Sí, realmente tienes un gusto estupendo –alabó.

–¡Exagerado! –Lia rió–. Pero, ¿puedes creerlo? Lo organizamos todo tan rápido. ¡Ah, estoy tan feliz! –se recostó en el sofá con los brazos extendidos.

–Y eso que aún nos falta la cena –recordó Aidan–; aunque, la cabaña jamás se ha visto mejor. Tiene un toque hogareño muy peculiar.

–¿Te gusta? –preguntó Lia mirando al fuego de la chimenea.

–Aún es extraño, pero podría acostumbrarme –murmuró Aidan, más para sí, que para contestar la pregunta–. ¿La cena?

Lia asintió y se fueron a cenar. Con el tiempo, no habían conseguido pavo pero estaban bastante felices con lo que tenían. Hablaron durante largo tiempo hasta que Aidan fue a realizar una llamada y regresó algo serio.

–¿Ha sucedido algo? –Lia estaba preocupada.

–¿Podrías venir un momento? –pidió.

–¿Estás bien? ¿Ha pasado algo? –repitió.

–Tengo un regalo para ti –soltó con una enorme sonrisa.

–Te odio, te odio, te odio por asustarme de esta manera –Lia lo golpeó en el pecho, despacio, sin poder evitar una sonrisa en los labios.

–Ven aquí, Eliane –Aidan tomó sus manos y luego la estrechó contra sí–; bajo el árbol, encontrarás tu regalo –susurró en su oído.

Lia se sonrojó. Ella no le había comprado nada y realmente no sabía que decir. Prácticamente, Aidan era su novio, su prometido y ella no tenía nada que darle. Suspiró.

–¿Aún no ves el regalo y no te gustó? –bromeó Aidan y ella sonrió con abierta ternura.

–Yo no te he comprado nada, Aidan –miró al suelo–. Esto no debería ser así.

–¿Comprarme algo? Yo tampoco te he comprado nada –sonrió– aún.

–¿Qué quieres decir? –tenía curiosidad ahora.

–¿Por qué no abres el regalo y así lo discutimos mejor?

–Está bien –asintió y se dirigió hasta el pie del pequeño árbol que habían decorado en la tarde. Tomó la bolsa entre sus manos, encontrando una pequeña caja. Al abrirla, miró con sorpresa su contenido–. ¡Oh!

–Es una herencia familiar –explicó Aidan–. Ahora, es tu anillo de compromiso.

InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora