Capítulo 14

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Lia caminó hasta encontrar a Aidan que recorría con lentitud el bosque, mirando hacia el suelo y cuando la escuchó, giró. Su rostro duro cambió inmediatamente al verla y eso, sin saber por qué, la alegró.

–Te esperaba –dijo Aidan con aquella voz profunda tan suya y esperó que ella lo alcanzara–. ¿Cómo ha ido?

–Bien, mejor de lo que esperaba –se encogió de hombros Lia, con una pequeña sonrisa–, ¿y a ti?

–No preguntes –Aidan respondió con suavidad pero bastante serio. Y, de pronto, sonrió un poco–. Ha sido intenso.

–Creo que eso es todo lo que dirás, ¿verdad? –Lia no entendía la complicidad que había surgido de la nada entre ellos pero la aceptó. Era tan natural–. ¿A dónde vamos?

–¿Vamos, eh? –alzó una ceja, curioso–. No lo sé. ¿Lejos?

–Me parece una excelente idea... la mejor.

Él le ofreció el brazo y ella lo tomó. Así, se dirigieron... lejos.


***


Lia miraba el fuego que se extendía en la chimenea y se apoyó más cerca de Aidan. No podía saber cuánto tiempo habían estado así, abrazados y recostados en un sofá. Solo que, se sentía más segura que nunca; y, de alguna manera, todo este viaje empezaba a tener sentido. Se preguntaba cuantas veces más ese lugar traería novedades y giros a su vida.

–¿Tienes frío? –Aidan la estrechó más–. Puedo ir por más chocolate...

–No, quédate conmigo –ella lo miró, sonriendo–. Así estoy bien.

–Sí –Aidan asintió–. ¿Qué haremos? –preguntó, acariciando su cabello distraídamente–. No creo que...

–¿Sea lo mejor decirlo? –completó Lia–. Estoy de acuerdo, Aidan. No creo que sea buena idea que nadie lo sepa... aún.

–Ya imagino los maravillosos comentarios de todos –remarcó mirando al techo–. En realidad, este lugar me transporta al pasado.

–Ya somos dos –le restó importancia–. Ahora debes conocer a mi familia. ¿Vendrás a pasar el año nuevo con nosotros, verdad?

Aidan la miró con sorpresa. No esperaba una invitación así y sin duda sería un gran cambio de cómo había pasado los últimos años. Fiestas, miles de personas y sintiéndose más solo que nunca.

–Me encantaría –asintió–. Eliane, ¿cómo te gustaría que fuera la boda?

Lia se lo pensó un momento. Es que, en realidad no había pensado que se casaría. No sabía bien porqué, pero siempre había tenido esa impresión y mucho más desde su estrepitoso fracaso con Liam. Ahora, tenía a Aidan, el hermano gemelo de Liam, que sería su futuro esposo. Bien, iba a tener mucha diversión explicándole eso a su familia.

–Nunca lo había pensado. Me gustaría algo bastante sencillo e íntimo, nada de prensa ni cientos de invitados. ¿Y a ti?

Aidan rió con suavidad y la besó tiernamente en la cabeza. Volvió a reír.

–¿A mí? Bueno, jamás pensé que consideraría siquiera la idea de casarme y mucho menos dos veces. Pero, gracias Eliane, es exactamente lo que deseo. Algo bastante íntimo, quiero que sea algo para nosotros nada más.

–Me gusta cómo suena eso –aprobó Lia–. Pero, ¿qué ibas a hacer si decía que quería una enorme boda, con cientos de invitados y... un castillo? –rió.

–Podríamos hacerlo –fingió considerar la idea y Lia lo miró como si estuviera loco–. Estaría dispuesto a negociar lo de cientos de invitados...

–¡Ah! ¿Entonces puedo tener un castillo? –rió muy alto–. Hummm, ¿estás intentando comprarme, Aidan?

–No existe suficiente dinero en el mundo para comprarte, querida Eliane –contuvo una sonrisa que habría estropeado su tono solemne.

–¿Eso es un halago? Imagino que si, viniendo de un hombre de negocios como tú –Lia elevó una ceja y se levantó–. Iré por algo de cenar.

–¿Quieres cenar a esta hora? –señaló Aidan sin notar que prácticamente ya no había luz en el exterior–. El tiempo ha volado. Vamos, te acompañaré.

–¿A dónde? –Lia hizo un mohín–. Quiero quedarme aquí.

–¿Cómo? –Aidan arqueó una ceja–. Esa propuesta no la esperaba –rió cuando ella lo golpeó en el brazo.

–No quiero regresar a esa casa –negó con vehemencia.

–Lo sé, Eliane –él la abrazó por detrás–. Pero si te quedas aquí, pensarán que nuestro matrimonio es por otras razones –añadió.

–Oh –Lia se sonrojó–. Como si eso fuera posible –murmuró.

–¿Qué? –Aidan la miró, sorprendido.

–Aidan, ninguna mujer podría atraparte con algo así. Contra tu voluntad, jamás. ¿A qué lo han intentado, no?

Aidan rió con fuerza mientras asentía. Definitivamente, ella lo conocía como nadie más podría conocerlo. Decía cada cosa que era totalmente cierta y, sí, más de una vez lo había pasado.

–Bien, pero ya, debes cenar –soltó Aidan.

–¿Qué? ¿Pretendes que cene con ellos? –Lia giró su rostro–. Mejor no cenaré.

–Ah no, vas a comer Eliane –regañó–. Iré contigo –se ofreció.

–¿De verdad? –Lia no podía creerlo–, ¿harías eso por mí?

–Estoy acostumbrado –Aidan restó importancia–. ¿Vamos?

Lia asintió y tomó el brazo de Aidan. Se colocaron sus abrigos y se dirigieron hacia la mansión en la colina, que ya estaba profusamente iluminada.

–Será toda una sorpresa –murmuró Lia sin saber bien a qué parte de toda la situación aplicaría esa frase. Posiblemente a todo, por completo.

Fueron recibidos por el ama de llaves quien los hizo pasar a la estancia donde estaban sentados Kate y Liam. Los miraron con abierta curiosidad.

–Buenas noches –saludó Lia y ellos se levantaron.

–Liam, Kate –inclinó la cabeza, Aidan, a manera de saludo.

–¡Que gusto verlos! –Kate soltó, con voz suave–. ¿Nos acompañan a cenar?

–Por supuesto –respondió Aidan y esperó que ellos siguieran hasta el comedor–. Será una agradable cena –soltó sarcástico en el oído de Lia y ella trató de contener una risita.

La cena fue bastante monótona en cuanto a conversación entre los cuatro. Liam y Kate intentaban entablar conversación con Aidan y Lia que parecían estar en su propio mundo. Sin ser descorteses, contestaban lo mínimo y no trataban de mantener una charla con ellos, sino sin ellos, y lo hacían de la manera más sutil.

Aidan era todo un experto en tratar con la mayor diplomacia los casos más difíciles de negocios, muchas veces había compartido la mesa con personas que no toleraría jamás y esta no era la excepción. Pero sabía manejarlo muy bien; y, estaba gratamente sorprendido por la altivez con la que Lia también lo manejaba. Era una mujer única.

Lia estaba sorprendida de lo bien que Aidan manejaba todo, ella se sentía aún bastante nerviosa y con miedo a explotar a gritos en cualquier momento. No es que fuera normalmente así, pero bien podía salir su furia, de manera inesperada. Mas él, contestaba concisamente; sin ser rudo, no daba lugar a más preguntas y esa era una sutileza que desearía aprender. Ahora bien, él tenía años de práctica, literalmente, y ella, apenas horas en ese lugar.

InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora