Capítulo 23

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Se sentía hecho una furia y caminaba en círculos. Lia se había sentado hacia varios minutos mientras Aidan seguía dando vueltas por toda la sala, abriendo y cerrando la boca, como si de un momento a otro se sintiera capaz de hablar, luego ya no. Nuevamente... nada.

Lia se levantó y le puso una mano en el hombro. Él se detuvo y la miró. Sus ojos grises parecían atormentados y furiosos, ella le tocó el cabello como si fuera un niño, intentando calmarlo. Se sentó.

También Lia lo hizo, él la estrechó entre sus brazos y se quedaron así por largo rato. Aidan protestó cuando ella hizo ademán de irse, así que se quedó ahí, junto a él, quien sabía por cuánto tiempo.

¡Maldito fuera Liam! –pensaba Aidan con Eliane aún entre sus brazos, adormilada. Se sintió fuera de sí con solo mirarlo, ¿cómo se atrevía a ir a su departamento? ¡Qué si estaba bien! Claro que lo había estado, hasta que lo vio. ¿Qué demonios hacía ahí? ¿Por qué había venido? No, él sencillamente no quería saber qué era lo que había escuchado de él, no se creía ni por un momento su preocupación. Él era tan falso. ¿Cómo podían ser gemelos?

No era el momento de pensarlo. Solo que, había tenido tanto miedo. Sí, lo aceptaba. En cuanto lo vio ahí, la mirada que le dirigió a Eliane, bien podría haberle partido la cara con gusto. ¿Por qué rayos seguía entrometiéndose en su vida? ¡Quería que lo dejaran tranquilo!

Aún más, quería borrarlo de la vida de él y de ella –pensó, acomodándola entre sus brazos, de tal manera que ella se recostara totalmente en el sofá–. ¡Cómo lo odiaba! Y, eso era tan difícil. De cierta manera, era su hermano gemelo, no podía odiarlo. Había intentado de todas las formas posibles pero simplemente era imposible hacerlo. Era como odiarse a sí mismo y bueno, él no era de esa clase de personas. Se estimaba bastante –esbozó una sonrisa irónica.

Si tan solo todo fuera tan fácil como decidir cerrar esa página del pasado y seguir adelante, si tan solo la mujer que estaba entre sus brazos en este momento hubiera estado siempre ahí, si hubiera sido desde el inicio ella.

Cerró los ojos, tratando de despejar su mente. Con toda certeza, él estaba volviéndose loco por todos los pensamientos extraños que cruzaban su cabeza. Y nada parecía estar tan bien como él se sentía en ese momento con Eliane a su lado. Y nada parecía estar tan mal como seguir sintiendo que tal vez ella miraba a alguien más en él.

¡Demonios!


***


Aidan era la persona más increíble que había conocido –se decía a sí misma Lia, mientras lo miraba charlar con sus padres. Él, decididamente, era un extraño ser que podía controlar sus emociones a su antojo y eso hacía que ella lo admiraba tremendamente. Tan solo unas horas antes, lo había visto totalmente alterado y ahora bien podía ser el hombre que traía la paz al mundo. Bueno, exageraba, cierto, pero ese cambio... no se lo explicaba. ¿Sería que quería agradarles?

Pues lo estaba logrando. Y lo más sorprendente era que no estaba tratando de ser alguien más, decididamente no. Él era único, era él mismo y aunque una vez había pensado que Liam había heredado toda la simpatía de la familia, notaba que a Aidan se le daba tan bien como a Liam. Podía ser simpático, gracioso, irónico, sonreír solo un poco; y, sin embargo, todos parecían amarlo.

Y ella que estaba tan preocupada.

Al principio, bien había sido bastante incómodo. Sus hermanos habían llegado y uno de ellos mató a Aidan con la mirada. Si no le hubiera detenido su padre, quien sabe que hubiera pasado. Bueno, también a ella le había tocado varias miradas de sorpresa y... sí, también casi la matan con unas cuantas. Uno de sus hermanos mayores conocía a Liam, por tanto sabía que tenía un hermano gemelo y se mantuvo al margen hasta que hizo las presentaciones. Su otro hermano no, así que supuso era Liam. Afortunadamente, fueron lo suficientemente razonables como para mantener cerrada la boca hasta que ella los presentó. La esposa de su hermano, el amigo de Liam, era menos prudente, por supuesto.

–¿Dónde has dejado a tu esposa, Liam?

Lia había ahogado un sonoro ¡Aaah!, al escucharla pronunciar eso. Miró hacia Aidan. Él se limitó a sonreír.

¿Cómo? ¿Aidan sonrió ante "eso"? ¡Algo estaba yendo realmente mal!

–Creo que me confundes con alguien más –se encogió de hombros, como si no fuera nada–. Probablemente, con mi hermano gemelo, ya que ese es su nombre.

¡Finalmente el cielo la había iluminado y ella se había quedado callada! Lia respiró aliviada y había sido el único incidente de la noche. Por el momento al menos. Tampoco había transcurrido más de una hora desde que habían compartido la cena. Se notaba que Aidan era un hombre de mundo, que había aprendido a tratar a las personas y se sintió repentinamente orgullosa. Se casaría con ese hombre. Sería su esposo... sería suyo.

Suyo.

Esa palabra hacía eco en su mente, haciendo que un escalofrío la recorriera de solo evocarla. No podía imaginar lo que sería pronunciarla.

Solo suyo.

–¿Has dicho algo, Eliane? –Aidan pronunció a su lado, con una pequeña sonrisa. Ella ni siquiera había notado que ya estaba ahí.

–O estoy muy distraída o tú tienes la capacidad de materializarte en cualquier lugar –bromeó Lia, correspondiendo la sonrisa.

–Sería estupendo –concordó–, pero no, imagino que estás algo distraída nada más. ¿En qué pensabas?

–En... –ti, casi contesta automáticamente pero cortó su voz, a tiempo– lo bien que está yendo la cena –completó y francamente no era del todo mentira. Una parte de su pensamiento había sido sobre eso. Él asintió.

–Tienes una familia muy unida –sonrió ampliamente Aidan–. Me gusta.

Lia sonrió en respuesta, encantada por el comentario. Tenía tanto miedo que Aidan huyera al conocer a su familia, pero él parecía muy a gusto. Bueno, era un paso, mañana sería otro paso más a su verdaderamente enorme familia. Suspiró.

–Te ves hermosa –pronunció lentamente, mirándola con detenimiento y una sonrisa enigmática. Lia volvió a sonreír ampliamente por el cumplido.

–Eres muy gracioso –contestó automáticamente, aunque sin una pizca de burla en su voz y bastante sonrojada. En realidad, todo lo que había pasado por su mente era decir: "Aidan..." y volver a suspirar, pero eso de ninguna manera sería apropiado, y podía interpretarse de mil formas equivocadas–. Además, estoy segura que no tengo un solo cabello en su lugar –soltó mientras, para agregarle dramatismo a su afirmación, tomó un mechón castaño y lo puso detrás de su oreja. Aidan rió bajo.

–Eres perfecta, Eliane. Perfecta –su mano cubrió la que ella aún sostenía junto a su cabello. Se la bajó y la acercó al rostro–. ¿Vamos a sentarnos con los demás? –señaló la sala en que su familia acostumbraba a tomar café o servir el postre. Asintió.

Lia no se sentía capaz de hablar, sencillamente porque Aidan le dejaba sin palabras. Apenas empezaba a pensar en algo coherente cuando él ya hacía un comentario nuevo, desorientándola del halago precedente. Era un hombre sorprendente, con varios matices que ella estaba descubriendo y le encantaban. Nada, absolutamente nada, la había advertido de que un hombre podía ser tan intimidante y a la vez tan agradable como él. Un conjunto de contrastes, bien podía ser el hombre más amable del universo o el hombre más detestable del mismo. Todo solo él.

Y, sorprendentemente, ella encontraba eso fascinante.

Él era fascinante. Y pronto sería suyo.

Definitivamente, estaba totalmente loca. Loca por ¿él? ¿Por Aidan? ¡Rayos!

InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora