Capítulo 8

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–Me ha gustado verte de nuevo, Aidan –se detuvo Lia a contemplar el lago congelado mientras él la miraba–. ¿Cómo ha ido... todo?

–Bien, supongo –trató de sonreír–. Los negocios van bien.

–Sí, no era de esperar nada diferente –Lia no sabía muy bien que decir. Sencillamente, el silencio siempre había sido cómodo con Aidan desde aquella vez.

–Eliane, no lo entiendo... –Aidan se cortó de manera abrupta.

–No pasa nada –se encogió de hombros–. Yo tampoco lo entiendo.

–Jamás... en verdad jamás pensé verte de nuevo por aquí. Mucho menos por tan peculiar motivo –soltó un bufido de fastidio que provocó una sonrisa extraña en Lia.

–Lo sé... yo tampoco. Ni siquiera en mis peores pesadillas contemplé revivir ese momento –Lia lo tomó del brazo–. ¿Y tú?

–¿Yo? –restó importancia con un ademán–. Lo mismo de siempre. Son cosas de familia y se resuelven...

–En familia –completó Lia la famosa frase que más de una vez escucharon en esos días–. Fueron días muy difíciles para nosotros.

–Nosotros... –repitió Aidan pensativamente y la miró con una sonrisa–. ¿Puedes imaginarte un nosotros? –sus ojos se encontraban juguetones a pesar de la expresión algo opaca de su rostro. Lia había aprendido a ver mucho más allá en aquellos días, a leerlos en segundos.

–Ni en mil años... –lo golpeó juguetonamente en el brazo y se alejó.

Aidan la miró con anhelo y con una extraña sensación. Sacudió aquel fugaz pensamiento. Él simplemente ya no sentía "así".

Lia agachó la cabeza, intentando reprimir los miles de pensamientos que habían surgido por esa simple palabra. Nosotros. Había algo en la manera que Aidan la pronunció que hizo que la recorriera un escalofrío. ¿Qué rayos estaba pasando?

Sintió como Aidan tomaba su mano y la conducía por el sendero hacia la cabaña. No protestó por el roce sino que se dejó llevar. Todo tomaba matices surrealistas y la remitían a épocas poco agradables.


Decir que el cambio operado en Liam y Kate pasó desapercibido para Aidan y Lia sería mentira. Ellos sabían bien que algo no estaba bien pero no querían mirar... estaban cegados por la realidad que querían ver y no por la que estaban viviendo.

Kate empezó a sentirse constantemente fatigada y poco entusiasmada por los últimos detalles de la boda. Paseaba por las noches, perdida entre sus pensamientos y dormía muy poco. La distancia que tomaba de Aidan era cada vez mayor, y tan desconcertante para él, que también se tornó frío y aceptó la lejanía. Herido, simplemente la miraba alejarlo y asentía a sus deseos.

Liam miraba la tristeza de Kate y se sentía impotente al no poder adivinar qué pasaba. Ella no era así y se suponía que tenía que estar más que feliz porque se aproximaba el día que tanto había anhelado. Se casaría con el amor de su vida, ¿cierto?

Lia trataba de hablar con Kate pero ella contestaba frases sueltas, que no llegaban a tener ningún sentido en ese momento. Pero siempre murmuraba que lamentaba el giro que todo había tomado. Lia no lo entendía... todo era tan confuso que sentía ganas de sacudir a Kate para que hablara, como sin duda quería hacerlo Aidan también.

Aidan había intentado todo lo humanamente posible para llegar a Kate. Él estaba desesperado porque ella se abriera a él, pero cada vez parecía más inalcanzable y él... él tenía tanto miedo. Estaba a punto de dar el paso más grande de su vida. ¿Qué debía hacer?

Era una situación insostenible. Y todos los acontecimientos se sucedieron de golpe.

Una mañana en que la nieve caía suavemente y el frío no era tan intenso como de costumbre, Liam se despertó temprano. Inusual, sentía como si una fuerza lo impulsara a salir a pasear. Pensó en esperar a que Lia despertara pero... él no se sentía capaz de esperar más.

Sin saber que, siguió el camino que su corazón le trazaba. Él no se fijaba a donde iba porque no lo hacía conscientemente. Sintió como un escalofrío lo recorrió al mirar a Kate, recostada sobre una manta colocada directamente sobre el suelo. Pequeños copos de nieve cubrían sus pestañas y sus cabellos rubios, mientras sus ojos cerrados y su respiración tranquila daban la impresión que estaba profundamente dormida.

Él la contempló dormir, como lo había hecho tantas veces durante tantos años juntos. Bien, habían sido mejores amigos desde siempre y él la había consolado hasta dormirse incontables veces.

Le retiró unos cabellos del rostro, con la mayor suavidad de que era capaz y se quedó hipnotizado mientras Kate abría sus ojos y pronunciaba su nombre.

–Liam... –sonrió aún entre sueños y extendió los brazos en una muda invitación que él no pudo resistir.

–Te vas a resfriar. ¿Estás loca? –trató de sonar serio pero sonrió un poco y ella también sonrió con una infinita dulzura–. ¿Acaso siempre voy a tener que cuidarte como aquellas tardes interminables de verano?

Kate rió por los recuerdos de las miles de veces que Liam había sido más que su mejor amigo. Él había curado cada una de sus heridas, sin protestar y lo siguió haciendo, incluso cuando el "odiado de turno" era su hermano Aidan.

–Tú también fuiste muy duro de tratar en los veranos –rió Kate apuntando su dedo en regaño a Liam–. Dejaste muchos corazones rotos que yo tuve que lidiar.

–Sí, eras buena con eso de protegerme de morir a manos de chicas enfadadas.

Kate lo golpeó en el brazo y volvió a recostarse, llevándose consigo al desprevenido Liam. Estar en sus brazos se sentía tan bien...

–Estás helada –sonó preocupado Liam. Tocó su mejilla–. En verdad no sé qué estás planeando, Kate.

–Morir... –trató de reír pero a Liam no le hizo ninguna gracia.

–Estás loca, Kate... tú no vas a morir nunca –afirmó con convicción.

–Todos vamos a morir algún día, Liam –Kate sabía que él no podía refutar eso.

–Tú no, Kate –ella clavó sus ojos en él–. Tú jamás vas a morir, porque alguien como tú está hecha para permanecer en la memoria de cada persona que te conoció para siempre. Tú eres una huella imborrable.

–Ahora, ¿quién está loco? –Kate lo miró con ternura y aunque trataba de aligerar el tema, sencillamente no lograba desprenderse de ese halo de intensidad–. Liam, ¿qué está sucediendo?

–No lo sé, Kate... pero vamos a superarlo.

–¿Cómo? –sus ojos de llenaron de lágrimas–. ¿Acaso te ha pasado antes?

–No –él le tocó el cabello con delicadeza–. Todo estará bien, lo vamos a lograr.

–¿Qué Liam? ¿Qué vamos a lograr?

–La felicidad... –soltó sin pensarlo y ella se abrazó a él. Lloró sin detenerse a pensar en nada ni nadie más. Él la hacía sentir segura y no sabía cómo lograría superar eso pero a su lado, podía creer que todo era posible.

Liam la estrechó con todas sus fuerzas, tratando de sofocar sus sollozos con suaves caricias en su cabeza. Realmente quería transmitirle toda su fuerza a Kate, hasta que su último aliento quedara en ella. Si tan solo fuera posible...

Y así, abrazados, Liam sintió que él tampoco podía más. No eran necesarias palabras y sintió como un nudo atenazaba su garganta y una lágrima rodó por su mejilla. ¿Lo imposible podía ser posible de alguna manera?


Decir que no lo habían esperado era poco... Aidan y Lia miraban desde la ventana del segundo piso a Liam y Kate. Confundidos y sin palabras, no podían negarse más a la realidad. Sí, pero... ¿qué era esa realidad después de todo?

InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora