Capítulo 28

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–Gracias –susurró cuando él pasó por su lado. Antes de cerrar la puerta, añadió–: felicidades por tu niña.

–Gracias –contestó, sorprendido. Liam sonrió y se marchó.

Sin embargo, Lia no podía dejar de pensar. Ella tenía bastante claro por qué se casaba con Aidan. De entre todos los motivos, porque no podía imaginarse a nadie más y eso solo podía significar una cosa. Ella no estaba dispuesta a ponerle nombre, no aún. Pero, ¿y él? ¿Por qué lo hacía realmente? ¿Había influido que fuera la ex novia de Liam?

En cierta manera, sabía que sí. Esa había sido la razón para la conexión entre los dos, no obstante, ¿ahora podía ser diferente? ¿Podía?

No una venganza, sino que Aidan viera más en ella. ¿Por qué no?

La idea de que lo hiciera por venganza, al principio la había atemorizado; sin embargo, ella sabía quién era Aidan y él no sería capaz. Además, no tenía sentido alguno. Ellos habían tocado el tema de Kate y Liam, aquella vez, y aunque aún parecía ponerlo incómodo, simplemente decía que para él era más difícil al haber sobrellevado cada festividad con ellos.

Y eso hizo que ella lo admirara más. Porque, a pesar de la escasa unidad con su familia y todo lo sucedido, él seguía acudiendo. Para Aidan, era importante la familia, él tenía tanto para dar... ¿a ella?

Su corazón se aceleró. ¿Por qué no? ¿Por... qué... no?

–¿Lia? –su padre la miró apoyada en la puerta de entrada– ¿estás bien, hija?

–Sí, papá –contestó, con una pequeña sonrisa, azorada–, estaba pensando, nada más –le dio un abrazo al paso, cuando caminaba de regreso a su habitación.

–Espero que no reconsiderando la boda –gritó su papá en broma y ella rió.

–Ni lo soñaría –murmuró y se sorprendió de la verdad de esas palabras. Era imposible que ella reconsiderara esa decisión. De hecho, sentía que nunca en su vida había tomado una que se sintiera más correcta que esa.


***

Aidan estaba parado en el altar, esperando la entrada de Eliane. Hasta el último minuto, se sintió nervioso porque ella se retractara. Él no podría con la humillación de nuevo, pero era algo más. Si fuera alguien más, lo superaría, sin embargo, no si era Eliane. No entendía por qué, pero si ella no quisiera casarse con él, él buscaría la manera de lograrlo. La quería junto a él, la necesitaba.

Sus pensamientos se detuvieron al mirarla entrar con elegancia por todo el pasillo central. No tenía palabras para describirla. Era demasiado perfecta para ser tan solo un ángel. Su piel blanca resaltaba con los largos pendientes de pequeños diamantes que le había obsequiado. También lucía el anillo de compromiso de su abuela y una pulsera a juego. Su cabello castaño, a la altura de los hombros, estaba recogido en parte, por lo que lograba enmarcar su rostro ovalado. Sus ojos castaños con pequeñas iluminaciones doradas, lucían brillantes bajo el velo que complementaba todo. Una pequeña sonrisa, estaba hermosa y él se quedó sin aliento. Sus ojos fijos en ella.

Cuando se la entregaron, él tomó su mano y la apretó con delicadeza. Ella sonrió, parecía más relajada ahora. No había nada, nada mejor en el mundo que la mujer que estaba a su lado –pensó Aidan.

El beso que siguió a la declaración de marido y mujer fue sublime. Tierno y delicado, con un infinito cariño y adoración. El aire entre ellos flotaba lleno de romance. Se separaron y sonrieron a un tiempo.

La fiesta había sido planeada con cuidado, a pesar de lo íntimo, casi ciento cincuenta personas se movían por todo el lugar hacia sus mesas, a las que los conducían los meseros al presentar las tarjetas con el número designado.

La comida fue estupenda y su primer baile, inolvidable. Juntos habían decidido que sería esa canción y, fue perfecta. Más que perfecta, era su canción ahora.

Se quedaron hasta una hora que les pareció conveniente y prepararon todo para partir a su viaje de bodas.

–Aidan, ha sido hermoso –suspiró soñadora Lia–. No quiero pensar en cuanto costó nuestra boda, pero ha sido perfecta.

–Solo mereces lo mejor –sonrió él, con ternura.

–Tengo lo mejor –ella lo miró fijamente y le dio un pequeño beso en los labios.

–¡Eliane, harás que me lo crea todo! –Aidan también le dio un fugaz beso.

Mientras esperaban el avión que tomarían, Lia no lo pudo evitar.

–Aidan, ¿por qué no me dijiste que Liam fue a verte?

Se borró la sonrisa de sus labios. Por un momento los apretó y se puso tenso. La miró fijamente, como tratando de adivinar si ella también lo había visto y qué le había dicho.

–¿Aidan? –llamó.

–Sí –asintió como si eso fuera una respuesta. Explicó–: él fue a mi departamento. No entendí muy bien que quería –dijo, con tono prudente–. ¿Fue a verte a ti también? –Lia confirmó–. Lo mataré.

–No, no vas a matar a nadie –ella puso una mano en su brazo, sin notarlo–. En realidad, no dijo nada malo. No ha pasado nada, pero, ¿por eso te preocupaba que me retractara?

Él se sorprendió. Eliane había acertado de lleno en la situación.

–Algo así. Bueno, no sabía qué podría decir para enredarnos y...

–Y debiste decirme que te había buscado –su mirada era censuradora–. De ahora en más Aidan, son preocupaciones de los dos. Pero, sí. Dijo varias cosas y... todos habían pensado que iba algo mal con la boda –recordó.

–¿Por qué? –preguntó.

–¿Por qué, qué? –respondió Lia, ensimismada.

–Has dicho que pensaron que iba algo mal con la boda, ¿por qué?

¿Lo había dicho en voz alta? ¡Ni siquiera lo notó!

–Eh... bueno. No era nada –mintió. Si le decía que lo confundieron con Liam, bueno, no pensaba que era la mejor manera de comenzar su vida de casada.

–¿Qué, Eliane? –Aidan se puso serio. Ella suspiró.

–Bien, mi hermano lo confundió contigo –él sonrió, divertido, por lo que ella se relajó y siguió–: por lo que me dijo, habías llegado a solo segundos de que colgáramos el teléfono. Me sorprendí, me burlé diciendo que no era posible, aunque me dije que tal vez llamaste de tu celular, era más probable que fuera alguien más. Cuando bajé y miré hacia la sala, estaba de espaldas y supe que no eras tú. Así que, para que él creyera que eras tú, debía ser Liam.

Él la miró con una pequeña sonrisa, aunque se veía pensativo, en su propio mundo.

–Dijiste que sabías que no era yo, ¿cómo? –Aidan sonaba incrédulo.

–Aidan, podía ser cualquier otra persona, pero no eras tú –Lia explicó, con calma–. Tú, para empezar, no tienes el cabello lacio –tocó un mechón ondulado que estaba en su frente–. Tu postura siempre es firme, segura; por lo tanto, jamás te apoyarías en el marco de una ventana. Además, tú tomarías asiento, por muy inquieto que estuvieras, para saludar a cualquier persona que pasara. Tu actitud sería alerta, pero tranquila, en control. Y, por supuesto, tu gusto al vestir es diferente y tu aroma es... –él la miró, divertido–¿Qué? ¿Te estás burlando de mí?

–Imposible –él la estrechó con fuerza–. Jamás pensé que fueras tan observadora y me reconocieras aún de espaldas. Tendremos que probar si es cierto.

–Encantada –soltó riendo. A él lo reconocería siempre, entre cientos o miles de hombres. Aidan solo existía uno y era único.

–Entonces, aun cuando lo viste, ¿sabías que no era yo?

–Cuando lo vi, solo confirmé que era Liam –restó importancia–. No es que sean idénticos, Aidan.

InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora