Capítulo 12

3.2K 425 30
                                    

Kate se levantó para besarlo con gran dulzura. Acarició su cabello y recorrió con las manos el rostro atormentado de Liam. Ella sabía que no había sido fácil, prácticamente, elegir entre su hermano y ella. Pensaba que el amor entre ellos era enorme y había superado una gran prueba; sin embargo, no podía imaginar el dolor tan grande que fue para Liam hacerlo. Él no hablaba de eso, jamás lo hacía con nadie.

–Si realmente quieres saber, curiosa –trató de parecer despreocupado como de costumbre, pero tenía una fina línea de preocupación marcada en su frente–, te contaré como fueron para mí lo que sucedió en estas fechas tan trascendentales para nosotros –remarcó la palabra nosotros, sonaba como si no se refiriera solo a los dos en la habitación, sino también a las otras dos personas involucradas–. Todo fue tan repentino para todos, ¿no? –Kate asintió–. Bien, no voy a negar que me sentí dividido entre ir tras Lia a explicarle todo y quedarme contigo, abrazado a ti. Tú me necesitabas, pero yo tenía una responsabilidad con Lia. Solo que a mí nunca me han atado las responsabilidades y tú lo sabías, era impulsivo y hacía lo que sentía correcto en mi corazón. Para mí, en ese instante, como lo es ahora, lo único que se siente correcto es estar a tu lado. No había nada más que pensar. Te tomé en mis brazos y te sujeté como si así pudiera evitar que los pedacitos de muchas relaciones nos hicieran daño. Quería evitar que todo cayera sobre nosotros pero no sabía cómo, si tan solo pudiera protegerte.



Liam no sabía cuánto tiempo había pasado abrazado a Kate, como si aquel suceso fuera lejano y difuso. Él había olvidado todo, porque junto a Kate, él no podía pensar más que en ella... quería que fuera feliz. Él daría todo porque Kate fuera feliz, sin pensarlo ni un solo instante. Lamentó pensar que el daño sería irreversible con Lia y tanto más con Aidan. Pero en su corazón no podía mandar, lo había intentado, desde el mismo instante que sintió que lo imposible se hacía presente en su corazón, ¡Dios, como lo había intentado! Y no tuvo resultado alguno, al contrario, logró llegar a Kate de la manera más inesperada y completamente tarde. A días de casarse con su hermano gemelo, no era lo que él llamaría una situación ideal, claro que no, ¿qué podía hacer?

Nada... todo. Tenía frente a sí la felicidad a un precio alto, altísimo.

Se cuestionaba el retorcido camino que había elegido el destino para poner en su camino al amor. Realmente, era de locos. Soltó el aire contenido de a poco. Levantó a Kate y la llevó hacia la chimenea para que entrara en calor. Tenía miedo de cómo afrontaría ella lo que iba a suceder, si días antes y tan solo instantes antes había pensado en morir, él tenía tanto miedo de que sucediera algo. No podría soportarlo y haría lo que fuera necesario por estar a su lado. Lo daría todo... todo por ella.

Sintió como Kate se quedaba dormida en sus brazos y la subió hasta su habitación. La recostó y la miró dormir, tan tranquila y en paz. A pesar de todo, parecía que finalmente podía conciliar el sueño y eso era muy bueno. Trató de pensar con calma en lo que haría ahora que ya no podían seguir ocultando sus sentimientos. Porque, si bien habían empezado a sentir todo esto irremediablemente, ellos no habían hecho nada que se pudiera considerar una traición. De hecho, se habían resistido lo mejor posible a la atracción insistente entre ellos y cada día se sentían más unidos a pesar que habían estado más distantes que nunca en todos los años que se conocían. Realmente habían tratado... él había tratado de que todo se quedara como estaba. Pero no iba a perder a Kate, no cuando él podía hacer algo.

Sí, estaba dispuesto a pagar el alto precio –pensó, decidido.

Miró a Aidan esperándolo en el despacho que él había hecho su lugar favorito de la cabaña. Siempre serio, estaba mirando por la ventana y no vio a Lia por ningún lugar. Pasó por su habitación y la había encontrado cerrada. Supuso que había querido olvidarse de todo y no la culpaba. Ella era quien menos culpa tenía en todo lo sucedido. Pero, siendo así, ¿de quién era la culpa?

InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora