Capítulo 9

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Aidan había bajado rápidamente las gradas para prácticamente correr hacia Kate y Liam. Sus ojos no podían engañarlo más... esto no podía estar pasando, pensaba mientras su corazón desbocado latía con fría intensidad.

Lia lo siguió, tras un momento de shock. No sabía cómo interpretar todo, pero ella no quería adelantar conclusiones. Bien, eso pensaba, aunque su corazón ya había conjeturado mil y una tretas.

De un momento a otro, Liam había volado de los brazos de Kate a las manos de Aidan. Kate miraba horrorizada la transformación de Aidan y Lia había llegado a tiempo para ver como Kate suplicaba a Aidan que dejara a Liam. Ella no entendía que estaba pasando... porque jamás podrían...

Escuchar que Aidan ponía en palabras sus mayores temores fue para Lia un alivio y un dolor a la vez. Ella no podía siquiera imaginar semejante traición, no cabía en su cabeza tal maldad, pero Aidan sí que podía y lo recriminaba con la mayor frialdad. Ahora que había soltado a Liam, le reprochaba como si hubiera sido algo totalmente esperable.

En su mente aún permanecía la imagen de Liam abrazando con la mayor ternura a Kate, aunque eso no era algo nuevo. Siempre habían sido los mejores amigos, los más cercanos, los que se confiaban todo y... de pronto, todo adquiría un perverso sentido lógico. Ella no había tomado como extraña semejante camaradería y miraba con extrañeza la incomodidad de Aidan respecto a esa relación. Pero todo tenía su razón de ser, lógicamente Aidan no estaba loco y, lo que era aún peor, él los conocía de siempre. Él podía saber qué pasaba.

Aidan había recorrido el perímetro que los separaba con el único pensamiento de matar a Liam, pero simplemente no lograba conjurar en su mente algo semejante. Secreta y tontamente, él esperaba que ellos negaran lo que había visto. Aquella escena era mucho peor que haber contemplado un beso... más íntima y más... ni siquiera podía pensarlo.

Quiso estampar su puño con toda la fuerza sobre su reflejo, que venía a ser la cara de su hermano, pero no lo hizo. Se limitó a tomarlo de la chaqueta y levantarlo con rudeza. Él no podía imaginar semejante traición frente a sus ojos... es que no podía ser posible. Es que él no podía haber estado tan ciego.

Cerró los ojos y trató de calmarse. Soltó a Liam y lo logró. Simplemente gritó: Bravo, era lo que esperaba... finalmente son sinceros con su "relación de amistad". –Aspiró con fuerza y añadió–: "es obvio lo que está pasando y no me sorprende, aunque claro, no entiendo porque el de la boda soy yo."

Kate trató de hablar pero no podía. Todo se había revelado sin querer y ella no podía sostener más que una intensa confusión se apoderaba de ella. Porque no era así... porque sencillamente, ella había amado a Liam durante todo ese tiempo y se había negado a aceptarlo. No sabía porque pero Liam siempre había sido su mejor amigo, nada más que su mejor amigo. Tal vez tenía miedo de perderlo, tal vez había temido equivocarse y herirlo... y salir herida. Ahora, todo era un completo desastre.

Miró hacia el rostro descompuesto de Lia, su mejor amiga. Una vez, había pensado que era la persona con más suerte del universo. Tenía al mejor hombre del mundo que la amaba, estaba a punto de casarse y sus dos mejores amigos estaban enamorados. Todo era un mundo perfecto, ¿cómo habían llegado a esto?

Lia escuchó las palabras de desprecio de Aidan, sintiéndolas como propias. Ellos no se defendían de sus acusaciones y por mucho que Lia rogaba que Liam o Kate pararan las especulaciones, ese momento no llegó. El silencio era su respuesta y eso, eso solo confirmaba todo. Pero ella no podía aceptarlo. Ella no iba a aceptarlo... no así.

Hizo lo único que le pareció coherente... corrió.

Liam se sentía dividido entre consolar a Kate o ir tras Lia. Aidan lo miró con frialdad, con indiferencia mientras miraba la decisión que cambiaría la vida de todos. Liam sentía la obligación pero él jamás era hombre de obligaciones. Él no hacía lo que pensaba correcto sino lo que sentía correcto. Y así lo hizo.

Minutos después... Aidan buscaba a Lia por los alrededores.


***


Tomados de la mano, ingresaron a la cabaña. Lia se soltó y se dirigió al fuego que iluminaba la chimenea. Aidan colgó su abrigo y el de Lia y se acercó también a ella. Le ofreció más chocolate y ella sonrió.

–Aidan, ¿siempre fuiste tan secretamente dulce?

Aidan rió abiertamente y se encogió de hombros.

–¿Dulce? ¿Yo? –volvió a reír– no creo que NADIE más que tú pueda calificarme así a mí.

–Eso es porque no te conocen –lo miró, sonriente.

–¿Tú si me conoces, Eliane?

–Tanto como tú a mí.

Una respuesta tan sencilla podía significar mil cosas diferentes y en su caso, todas eran adecuadas. Existía un lazo tan intenso y único entre ellos, que muchos lo considerarían insólito, extraño, sin sentido alguno.

–¿Qué estas mirando con tanta atención? –preguntó Aidan acercándose.

–Lo increíblemente igual que está todo... –respondió Lia con un aire de tristeza–. Tantos recuerdos que uno no quiere revivir jamás.

–Dímelo a mí –concordó y miró hacia el lago congelado–. Todo está igual.

–¿No es solo mi impresión, verdad? –Lia miró el perfil de Aidan–. ¿Siempre es así?

–No –Aidan negó con firmeza–. Es porque tú estás aquí.

Lia no sabía cómo tomar eso. Podía decir que ella conocía a Aidan más que nadie, porque solo los dos habían estado igual de vulnerables un día; pero, aún así, Aidan tenía su aire de misterio que lo hacía tan atractivo e impenetrable. Había ciertas cosas que jamás cambiarían.

–¿Te imaginaste que estarías de nuevo aquí?

–¿Juntos? –inquirió. Ella confirmó–. Jamás. Pensé que tarde o temprano volverías. No sé por qué –se adelantó a la pregunta de Lia–. Solo lo sabía.

–¿Recuerdas cada uno de los momentos que pasamos aquí?

¿Recordarlos? –Aidan rió–. Jamás podré borrarlos de mi memoria. Todos y cada uno están tan presentes como en aquellos mismos instantes.

Lia no respondió. Se limitó a recostar su cabeza sobre el pecho de Aidan, ya que él había pasado el brazo sobre sus hombros. Eso se sentía tan bien, él era el único hombre que ella permitiría la hiciera sentir segura.

Eliane era la única mujer que podía acercársele así. Porque solo los dos... únicamente los dos habían sentido la misma traición y estaban tan unidos por eso como cualquier pareja enamorada podía decir que estaba por amor.

La confianza en la humanidad se había perdido irremediablemente para los dos, pues las personas que se suponían no te harían daño jamás los habían herido como jamás habían esperado. La traición más grande se había concretado y no, no existía excusa válida para eso. Ni siquiera amor. Personas así no podían sentir amor.

–¿Aidan?

–¿Hummm?

–¿Crees que podremos superar alguna vez todo esto?

– Tú conoces las posibilidades mejor que yo, Eliane. ¿Qué dices?

–Fácil... –ella suspiró y ocultó su cabeza contra su pecho–. Estamos perdidos.

–Lo sé... –murmuró Aidan acariciando con suavidad su cabello.

Se quedaron así varios instantes, cada cual perdido en sus propios pensamientos.

InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora