Capítulo 25

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Aidan se anudó la corbata mientras se miraba al espejo con una ceja arqueada, en actitud evaluadora. No podía llegar a describir como se sentía. Extraño, ansioso, impaciente... Nada parecía adecuado a su estado de ánimo, alerta pero adormilado, casi como si estuviera pisando algo suave. Caminando entre nubes, una curiosa descripción pero así le parecía. Sentía el vértigo de estar demasiado alto, la ansiedad por tener suelo firme bajo sus pies y la emoción de saber que estaba viviendo algo único. Inalcanzable.

Sacudió la cabeza. ¿Qué le estaba pasando? Durante esos últimos días, y ni hablar de las últimas horas, no había podido pensar en otra cosa que en la ceremonia de la tarde. Su boda, con Eliane.

Sonrió. Eliane. Él no podía imaginarse día más perfecto que ese. Juntos, para siempre. ¿Podía ser mejor?

Tocaron el timbre de su departamento. Había llegado su padrino de bodas, Marcos, un italiano al que había conocido por asuntos de negocios y habían congeniado maravillosamente. Le dio la bienvenida y cuando iba a cerrar la puerta...

¡Maldición!

–¿Tú de nuevo aquí? –soltó lentamente, como tratando de controlar su genio, lo que no era muy probable lograra–. ¿Qué haces? –preguntó caminando a detenerlo cuando él entró a su departamento.

–¿Qué haces tú? –estalló Liam empujándolo–. ¿Estás loco? ¿Con Lia?

–¿Qué demonios te pasa? –gruñó enfrentándolo con furia mientras su amigo Marcos se interponía entre los dos.

–¿Te casas? ¿Cómo que te casas? –Liam estaba fuera de control–. ¡Por si fuera poco, de todas las personas, te casas con Lia! –gritó.

–¿Y cuál es tu maldito problema? –Aidan no era precisamente un hombre calmado–. ¿Sabes? ¡No me interesa! ¡Lárgate!

–¡No me voy de aquí! –se plantó firme–. Has lo que te venga en gana. ¿Cómo haces algo así? ¡Tú qué...!

–Lo voy a matar –murmuró Aidan entre dientes, echando una rápida mirada a Marcos que aún lo sostenía–. Sostenlo a él, que ha sido el intruso aquí.

–¡Debes haber perdido la razón! –Liam seguía hablando como si no pudiera parar y realmente Aidan empezó a pensar que él era quien había perdido la razón. Enfrentarlo en su propio departamento.

–Me has quitado las palabras de la boca –lo retuvo por los hombros, sorprendido por su control–. ¡Te calmas! –ordenó con voz dura.

Liam, sorprendentemente, se detuvo y cerró la boca. Marcos miraba la escena con la boca abierta y Aidan no apartaba la vista de los ojos celestes de su hermano gemelo.

–No sé qué demonios te pasa pero no tengo tiempo para lidiar con esto, Liam –habló despacio, controladamente Aidan–. No es el momento. Además, pensé que habías dicho que eras lo suficientemente grande para ocuparte de tus asuntos, solo. ¡Demuéstralo!

Liam respiró hondo. Intentó poner en orden sus ideas y parpadeó rápidamente. Se separó del agarre de Aidan.

–Me he enterado que mi hermano gemelo se casa hoy. No fui invitado, ni siquiera lo sabía. La vez anterior, había escuchado el rumor de que estabas comprometido, aunque nada concreto, como los años anteriores y solo quería asegurarme que estabas bien, por eso vine. Ahora todo tiene sentido... –su voz bajó en intensidad–; pero hoy, no solo que me encuentro con esto –señaló un anuncio en un periódico. Era pequeño, nada concreto porque Aidan y Lia así lo habían decidido, pero no pudieron evitarlo porque así era la prensa–. Y cuando leí el nombre. ¿En serio eres tan mezquino, Aidan? ¿De verdad, Lia?

Aidan no lo pensó. Aidan no sabía qué hacía. Aidan le dio un fuerte y contundente golpe a Liam en la barbilla.

Esta vez, Marcos no reaccionó tan rápido, era difícil seguir la dinámica de dos personas tan idénticas, que se entendían tan bien y a la vez parecían tan opuestas.

–¿Ahora me insultas? ¿En serio, Liam? Después de lo que tú hiciste, no pensé que tendrías cara de volver a mirarme a los ojos –su tono fue engañadoramente suave y bastante burlón.

–Fue terrible, lo sé, Aidan. Créeme que lo sé –por un momento su voz contenía intenso dolor–; pero, –se incorporó lentamente– no pensé que serías alguien vengativo. Bueno, es decir, sí con nosotros, sin embargo... –se tocó la barbilla inconscientemente e hizo una mueca de dolor– con Lia...

–¿Qué pasa con Eliane? –Aidan adelantó el cuerpo hacia él. Solo escuchar el nombre de Eliane en sus labios sentía que su sangre hervía. No pensaba.

–¿Por qué Lia, Aidan? –Liam lo miró con súplica– ¿por qué dañarla así?

–Me he perdido –alzó las manos Aidan mientras su voz adquiría volumen–. No te sigo, Liam. ¡Habla claro de una buena vez! –dijo exasperado.

–¿Cómo puedes usar a Lia para vengarte de Kate y yo? ¿Por qué? ¿Cómo eres capaz de...? –no pudo terminar porque Aidan estaba sobre él, aunque estaba vez, esquivó el golpe y lo empujó también.

–¡Juro que te voy a matar! –volvió a gruñir Aidan con furia mientras era separado, una vez más, por Marcos–. ¿Qué te crees? ¿Qué vivo mi vida al pendiente de ustedes? ¡Deja de ser idiota, Liam! ¡Despierta y mira la realidad! Me importa un comino lo que te pase a ti y a Kate, para mí ¡ustedes no existen! ¿Sabes? –sonrió siniestramente–, bien podrían desaparecer, que ni siquiera lo notaría. Tú –lo señalo– no te pareces en nada a mí, Liam. Físicamente, sí. Pero en lo que importa, no. Porque tú no tienes corazón, no tienes alma, no amas a nadie realmente. ¿A Kate? ¿Y qué demonios haces aquí protegiendo a Eliane? –se burló–. Eres patético.

Liam cerró la boca. Las palabras de su hermano lo herían, demasiado. Él siempre había buscado su aprobación, su opinión era la más importante. Desde lo sucedido con Kate, bueno, eso había cambiado bastante. No obstante, el sentimiento era el mismo, aún le importaba. ¡Era su gemelo! ¿Cómo podría dejar de importarle alguna vez?

–Yo sí sé amar, Aidan. No lo niego, me equivoqué. Pero no en elegir a la mujer que amo. Kate es mi vida entera –su cabeza se mantuvo altiva–. El error fue cómo sucedió todo. Lo último que hubiera querido es herirte. ¡Eres mi hermano gemelo! Yo, simplemente...

–Tú simplemente lo hiciste –su voz sonaba fría, sombría–. Nada te importó más. ¿Por qué ahora? ¡Por tu propio beneficio! ¿Crees que estás pensando en los demás, cierto? ¡Ay, el mártir Liam! ¡Aquel que se casa con la prometida que su hermano abandonó! ¡Aquel que agrada a todo el mundo con tan solo una sonrisa! –lo miró, con desprecio–. No todo en la vida es tan fácil como sonreír y así robar los sueños de los demás.

–¿Tú amas a Kate aún? –sonaba sorprendido y aterrado. Aidan sonrió.

–Eso no es asunto tuyo, Liam.

–¡No harás esto! ¡Tú no puedes casarte con Lia si no la amas!

–¿Por qué? ¿Acaso sabes lo que es eso que tú llamas amor? ¿Vas a impedir esta boda también? ¡Qué aburrimiento, Liam! ¿Dos de mis bodas? ¡Búscate otro hermano que fastidiar! –su voz era letal.

–¡No te puedes casar por venganza! Es un compromiso para toda la vida y...

–¡No me hables de compromisos! –estallo nuevamente Aidan–. Tú qué sabes de eso. ¡Nada en absoluto! Y... –su voz fue baja, sonaba maliciosa– me casaré por los motivos que me dé la gana. ¡Qué me parta un rayo si dejo que alguien opine lo que debo hacer o no!

–Aidan, no lo hagas... –suplicó Liam–. No puedes dañar así a Lia.

–Mira quien lo dice. ¿No fuiste tú quien la abandonó para casarte con su mejor amiga?

–¡Ella no se merecía eso y no se merece esto! Merece ser amada, Aidan.

–Ella es bastante grande y sabe lo que quiere. No eres tú, así que ¡vete!

InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora