Capítulo 22

3.2K 425 4
                                        

Aidan se sentía expectante por conocer a la familia de Lia. Le tomó la mano, con una pequeña sonrisa que ella correspondió. La sentía nerviosa y agitada. ¿Le pasaría algo? Bueno, no había hablado mucho desde que habían abandonado el aeropuerto y le había dado instrucciones al chofer para que lo llevara a su departamento.

–¿Ha sucedido algo? –preguntó sin poder controlarse más. Ella negó–. Estás inquieta, intranquila. ¿Tienes algo que decirme?

Lia apartó la mirada hacia la ventana pero se apoyó más en él. Sintió como Aidan le acariciaba el cabello y un inmediato sentimiento de paz se apoderó de ella. Si tan solo pudieran estar siempre así, juntos.

–Aidan, no quiero que huyas –dijo mitad en broma, mitad en serio–. No quiero que esta idea de casarnos –inconscientemente tocó el anillo que él le había entregado– no sé, en algún punto, pierda su sentido para ti.

–En absoluto –negó firmemente– soy un hombre de palabra y cuando me comprometo a algo, lo tomo muy seriamente –usó su tono más profesional pero no parecía lo que ella buscaba–. Eliane, ¿pasa algo? –ahora, realmente empezaba a preocuparse.

–No, claro que no –le dio un fugaz beso en la mejilla– una tontería mía.

– Ahora, el asustado soy yo –miró con sospecha–. ¿Acaso tú te estás...?

–Te lo dije, jamás Aidan. Es solo que... ¿y si no funciona entre nosotros?

–Funcionará –su convicción era tal, que su voz no dejaba lugar a dudas. Lia sonrió–. Jamás te dañaré, Eliane.

La estrechó con dulzura contra su cuerpo y vino a su mente los pensamientos que le habían atormentado durante esos dos días. ¿Acaso Eliane estaba así porque también se había dado cuenta que buscaba a Liam en él? ¡No, era una locura! ¿Cómo podía pensar eso de ella? ¡Ella jamás sería tan desleal con él! Ella era Eliane, y Eliane sería incapaz de dañarle. Eso era todo.

–Aidan... –Lia miró sus grandes ojos grises, con un rastro de confusión– tú eres el hombre que... –se quedó en silencio. ¿Qué había estado a punto de decir? ¡Demonios, esto era contagioso!–... que yo quiero como esposo mío –completó y se felicitó mentalmente.

–Y tú eres la única mujer que quiero a mi lado siempre, Eliane –trató de componer una sonrisa pero de inmediato desvió su mirada. Él sabía que ella podría leerle como un libro si tan solo miraba sus ojos. Y no era que lo que había dicho fuera mentira, de hecho, le aterraba cuanta verdad podían contener unas sencillas palabras.

El departamento tenía escasa decoración y era bastante sobrio, hasta cierto grado, impersonal. Aidan dejó su maleta en la habitación y le preguntó si quería algo de comer. Lia negó, preguntándole cómo tenía comida si apenas llegaba. Sencillo, había respondido Aidan, le avisé a la persona que arregla el departamento que vendría.

–¿Vienes muy seguido? –preguntó Lia paseando la mirada por la amplia sala.

–Negocios más que nada –sonrió–. Rara vez por algún evento social.

–Ah –su voz sonó hueca. No sabía por qué, pero la idea de Aidan en una fiesta le fastidiaba totalmente. Es que solo pensar en cuantas mujeres se habían lanzado a sus brazos... ¡rayos, debía dejar esos pensamientos!

–¿Qué? –preguntó él con una sonrisa inquisidora–. Vamos, debes decírmelo.

–Hummm –esperó que eso fuera suficiente respuesta.

–¿Eso esperas que sea una respuesta? –pregunto.

Evidentemente, no –pensó Lia.

–Solo me preguntaba –siguió caminando lentamente–. ¿Vas mucho a eventos sociales?

–Solo cuando me obligan –contestó automáticamente.

–¿No te gustan?

– No he encontrado la compañía adecuada, imagino –su voz sonaba tan cerca de su oído. Lia giró y él estaba justo detrás.

–¡Oh! –sus ojos se abrieron, enormemente castaños y él lo encontró adorable– ¿cómo llegaste tan rápido?

–Todo el tiempo –contestó él– estuve justo detrás de ti.

No entendían por qué, pero esa frase parecía tener un significado mucho más allá de lo expresado. Había un cierto aire de verdad y de misterio que los asustaba y atraía. No podían apartar sus miradas, a tan solo unos centímetros, que sus cuerpos casi se tocaban.

El aire se cargó de electricidad y, de alguna manera, ellos no lo sentían extraño. Lia tomó la mano de Aidan y lo acercó lentamente hacia ella. Él no se resistía, simplemente se dejaba llevar. Lia elevó su rostro, con una sonrisa traviesa, alzó su mano hasta colocarla detrás de la cabeza de él y lo arrastró hacia sí. Los ojos de él se encendieron al sentir la suavidad de los labios de Eliane sobre los suyos. Insistentes, tomaban el control de todos sus sentidos y le obligaban a responderle, pero sin permitirle guiarla.

Eso a él, no le molestaba. Al contrario, era una agradable sorpresa saber que Eliane no era de las mujeres que esperaban que él hiciera todo, ella era completa por sí misma, y lo demostraba. En cada palabra, gesto, actitud, incluso en su manera de besar... ella era independiente y no necesitaba a nadie para ser feliz. Pero él, estaba dispuesto a darle lo que fuera necesario porque siguiera a su lado, siendo la misma mujer que tenía en sus brazos. La estrechó con fuerza, quitando todo espacio posible entre ellos. Él no estaba acostumbrado a ser espectador de nada, así que empezó a participar activamente.

La intensidad subía a niveles inimaginables y...

El timbre de la puerta los separó. Reticentemente, Aidan se dirigió evidentemente malhumorado a abrir. Fulminaría a quien fuera.

–¿Qué haces tú aquí?

Lia escuchó de espaldas a Aidan. Se encontraba agitada y sonrojada, así que trató de recobrar el control antes de mirar. Pero algo en su tono la impulso a girar, parecía que él podría matar a quien fuera.

–Ah, no estás solo –esa voz...

–¿Liam? –giró, pero su voz solo salió en un susurro.

–¿Lia? –pronunció con espanto–. ¿Qué haces aquí?

–¿Qué haces tú aquí? –volvió a pronunciar Aidan con tono afilado, empujándolo hacia el marco de la puerta, para evitar que entrara.

–Escuché un rumor sobre ti –Liam miraba extrañado–. Solo quería asegurarme que estabas bien.

–Estoy perfectamente. Vete de aquí –la voz de Aidan sonaba controladamente aterradora. Lia ni siquiera se atrevía a mirar.

–Por supuesto –asintió–, pero Lia, aquí...

–No es asunto tuyo –señaló Aidan.

–No estaba hablando contigo –Liam lo confrontó. Lia cerró los ojos.

–¡Basta! –fue a detener a Aidan que se abalanzaba sobre Liam– Aidan, déjalo que se vaya. Ha venido para asegurarse que estás bien, lo estás y ya se va, ¿cierto? –Liam no respondía–. ¿Cierto, Liam? –insistió.

–Sí... –soltó con reticencia–. Está bien, me voy.

–¡Ya! –Lia lo miraba inquieta. En cualquier momento, parecía que una batalla campal se desarrollaría ahí, frente a sus ojos.

–Creo que necesitamos hablar, Aidan –Liam se giró, saliendo.

–No tengo nada que decirte –Aidan cerró de un portazo.

InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora