Capítulo 19

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–No –negó Lia tocándole el brazo–, simplemente fue una pregunta reflejo. Tú sabes, matrimonio es una decisión enorme y si la consideraste debiste... no sé, pensarlo muy a fondo, ¿cierto? –señaló pero no se dio cuenta que en realidad ahora ellos también estaban en esa "posición".

–Si quieres saberlo –Aidan suspiró separándose–; sí, pensé que amaba a Kate, totalmente en realidad –confirmó con un deje de amargura–. Era algo natural e inconsciente, ella siempre había estado ahí y yo... no sé, sentía que eso era lo "esperable".

Lo que Aidan había dicho no sonaba ni remotamente romántico, pero Lia sintió que su sangre hervía de rabia. ¿Qué rayos pasaba?

–Oh –se encogió de hombros alejándose a recoger los platos–, imagino que es una razón igual de válida que cualquier otra –murmuró para sí.

–¿Cómo has dicho? –Aidan ya estaba a su lado.

–Nada, que ya es muy tarde... debería irme.

–Es lo mejor –confirmó.

Ninguno de los dos se movió ni se atrevió a mirar al otro. Era un silencio incómodo, ¡por Dios, no habían tenido un silencio incómodo desde aquel día! No sabían cómo manejarlo, así que lo dejaron estar. Caminaron juntos hacia la mansión, comentando descuidadamente que el trayecto a la luz del día parecía ser más corto, que los árboles no parecían tan frondosos, que la nieve no era demasiado copiosa...

–¡He olvidado la caja! –soltó Lia deteniéndose.

–¿Qué caja?

–¡Del anillo, bobo! –dijo sin notar como lo había llamado– lo siento, yo...

Pero, él rió. Ampliamente, una carcajada limpia que no le había oído en toda la noche; bueno, no después del postre.

–Eres única, Eliane –él se puso frente a ella y le atrapó con una mano la cintura– no puedo imaginar a otra mujer que no seas tú... –la besó.

Lia cerró los ojos cuando sintió la suave presión de Aidan sobre su boca. No sabía si se estaba volviendo loca pero cada beso de él era diferente. No sabía que era pero podría jurar que leía cada pensamiento de su cabeza en la forma de besarla. Cada sentimiento, así como se imprimía en sus ojos, lo transmitía con sus labios. Y, esta vez, sabía que él estaba riendo divertido en su interior, que una alegría burbujeante colmaba su alma y todo por llamarlo "bobo". Tendría que hacerlo más seguido. Solo que... ella también sentía lo que él. Y eso, asustaba, profunda y enormemente.

Cuando se separaron, sus alientos estaban entrecortados y sentían una extraña mezcla del calor del beso y el frío del viento que soplaba.

–Aidan... –Lia sonó insegura–. Yo tampoco puedo imaginarme a otro hombre que no seas tú... –él sonrió levemente– tengo miedo.

–Eliane –él tomó su rostro entre sus manos– yo también lo tengo, demasiado.

–Pero, ¿seguiremos con esto, cierto? –la aterraba en la misma proporción la idea de que él ya no quisiera casarse más.

–Hasta el final –susurró él deslizando suavemente su mano por la espalda de ella, calmándola. Lia suspiró.


***


Sin notarlo siquiera, la fiesta había terminado y Lia se encontraba sentada en el avión, de vuelta a casa, sola. Suspiró mientras deslizaba su dedo por la argolla que ahora lucía. Realmente, iba a ser una gran sorpresa para toda su familia, aunque de cierta manera, esperaba que estuvieran satisfechos, bien que le habían insistido de mil formas posibles que siguiera con su vida.

Claro que ellos seguro consideraban paso a paso, no un salto oceánico. Sonrió. La vida no siempre era lo que uno esperaba, había que tomarla tal y como venía. Aidan... ¿cómo iba a explicarlo?

Esos días junto a él habían sido... diferentes. Increíbles, sorprendentes, solo... diferentes. Tanto que, ella, no había notado la fiesta, la ceremonia, los invitados, los comentarios. Nada... solo Aidan, hablando con ella. Riendo solo con ella, escapando del lugar con ella, besándola, abrazándola, contándole lo que había sucedido con él en esos cinco años. Y... y ella no podía pensar en un lugar más ideal que a su lado.

Sí, seguía asustada de muerte, pero ¿y eso qué? Ya había sufrido tanto daño que en realidad no sabía a qué venía todo este sentimiento absurdo. Aidan jamás la dañaría, él cuidaría de ella como el hombre cariñoso y leal que conocía. Solo que... ella no estaba más segura de que comprendía exactamente eso.

Peor, la aterraba pensar que tal vez, y solo, tal vez... quería más de él.

Cerró los ojos y se quedó instantáneamente dormida.

Aidan recogía sus pertenencias mientras daba un último vistazo a toda la habitación que era su despacho. No quería tener que regresar por si olvidaba algo pero... eso era mentira. Él volvería con gusto, solo para sentir a Eliane nuevamente a su lado. Le parecía irreal que tan solo, a horas de despedirse, sintiera que esos cinco años sin verse jamás se hubieran interrumpido. La extrañaba –debía admitirlo– sin saber cómo, en esos escasos días juntos, se había convertido en una parte importantísima en su vida. Y, seguía asustado y confundido. ¿Por qué? Había una razón muy sencilla, solo porque él no "sentía así". Eso era todo. Él jamás se había sentido así por nada ni nadie y le parecía algo precipitado que de absolutamente nada empezara...

Pero, ¿qué podía hacer? Reconsiderar el matrimonio con Eliane estaba fuera de discusión. Jamás sin ella; y, una vez más...

¿Qué rayos significaba eso?

–Sigues aquí... –una voz femenina se escuchó a sus espaldas–. ¿Podríamos hablar, Aidan?

Él no quería girar. Lo último que quería era ser grosero con Kate, porque ya simplemente, estaba cansado de eso.

–Ahora no, debo salir –él estaba a punto de atravesar la puerta y ella lo tomó del brazo. Se quedó instantáneamente inmóvil.

–Realmente, necesito que me escuches –susurró.

¿Cómo evadirla sin enfrentarse a Liam? Pensó en sacudirse su mano y dedicarle una mirada gélida. Sus ojos grises se clavaron en los verdes. Tan dulces... esto sería imposible.

–No tengo nada que hacer aquí –respondió–. Estuve en su fiesta, compartí con sus invitados y puse mi mejor cara de "que alegría que mi ex prometida se casara con mi hermano". ¿Por qué no lo dejas estar? –soltó Aidan alejándose de ella.

–Porque no puedo, Aidan –negó Kate–. Lo he intentado en estos cinco años pero no lo logro. Tú eres demasiado importante para mí como para borrarte de mi vida.

–Eso ya lo hiciste –señaló sarcástico–. Nunca he entendido tu lógica ni me interesa empezar ahora. Déjame ir... –murmuró, dándole la espalda.

Ella avanzó hacia él. Sus pasos sonaban inseguros y lentos.

–Aidan, lo sucedido fue...

–Exacto Kate, fue y ya pasó –giró él, clavando sus ojos en los de ella–. No quiero hablar más del tema porque no soluciona absolutamente nada.

Kate contempló la tormenta que empezaba a inundar esos ojos grises. Le preocupaba pensar que jamás podría verlo sonreír como antes, no es que lo hiciera constantemente, pero sus ojos eran tan... transparentes, casi demasiado confiados.

–Jamás quise dañarte –susurró tocando suavemente su brazo– simplemente no imaginé el giro que tomaría la situación. Me sentía tan perdida, Aidan. Y tú te alejabas más de mí.

InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora