Capítulo II

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Despierto de golpe incorporándome. El aire me falta y siento todo mi cuerpo arder. Miro a mi al rededor, sigo en el mismo callejón que en la noche, ¿Pero que mierda pasó?
Cierro mis ojos con fuerza tratando de recordar pero nada llega a mente, sólo recuerdo bajar de la moto y adentrarme al callejón... Y después todo es blanco, nada. Dios, ¿por que sigo aquí?

Me levanto con dificultad, todo mi cuerpo me duele y siento un ardor recorrer desde mis pies hasta mi cuello. Alzó una mano y tocó mi garganta, tengo una sed inmensa.
Miro a la derecha, mi moto sigue allí.
Ya es de día, puede que la una de la tarde, no lo sé.
No recuerdo haber tomado alcohol y mucho menos haberme quedado dormida en este basurero.

Sacudo la cabeza y saco mis llaves del pantalón. Subo a mi moto y arranco.

***

Entro a mi departamento y tiro el casco al sillón con rabia, ese maldito ruido del motor ha acabado con mis neuronas.
¡Siento que mi cabeza explotara en cualquier maldito minuto!
Cierro los ojos y me aprieto la cabeza con las manos tirandome en la cama. ¡Me voy a volver loca si no para!
Me levanto de golpe y busco en el cajón dos pastillas para el dolor de cabeza, voy a la pequeña cocina y me sirvo un vaso con agua, para tragarme las pastillas. Bien, ahora sólo tengo que dormir. Dormir y esto acabará.
Regreso a mi habitación y me tiro en la cama obligándome a dormir.

Muerte, sangre, gritos, llantos, la luna llena en su resplandor, la oscuridad de la noche y el frío que recorre mi piel.
Sólo veo sangre, cadáveres a mi al rededor y un niño llorando al lado del cadáver de su madre.
Miro abajo, a mis manos, están pálidas y más lisas de lo normal, y si miro más abajo, un charco de sangre ensucia mis pies descalzos. Ya no uso mi ropa anterior, ahora uso un short, una sudadera, estoy descalza y con mi cabello anaranjado suelto.

Frunzo las cejas. ¿Pero que...? Alzo la vista. Esos dos están allí. Una mujer y un hombre. Ellos me sonríen y me tienden la mano. Mis ganas de ir con ellos son sorprendentes, pero mis ganas de arrancarles la cabeza es mayor.
Camino hasta ellos a paso firme, pero cuando llegó, desaparecen tan rápido que no puedo ver hacia dónde se han ido.
Miro detrás de mi, el niño que lloraba ahora esta frente de mi, hace su cabeza a un lado, dejando ver una abertura en su cuello, donde emana sangre fresca a chorros...

Despierto sobresaltada. ¡Pero que maldito sueño más enfermo! El dolor de cabeza a cesado... Sólo un poco. Tomo con una mano mi cabeza, carajo.
Me levanto y miró mi reloj. Seis y tres de la tarde. En una hora tengo que ir a trabajar. Me levanto y me doy una ducha, siento el agua caer por mi cuerpo, relajandome.

Salgo de la ducha, con una toalla enrollada en mi cuerpo y la otra en mi cabello. Camino hasta mi armario, que está al lado de mi ventana. Cuando paso al lado de la luz del sol siento mi piel arder. Me quito inmediatamente, ¡carajo!
Cierro la cortina con cuidado y saco mi ropa. Genial, ahora la luz del sol me lastima la piel, estúpidos rayos ultravioleta.
Terminó de vestirme con un pantalón, una sudadera negra y mis tacones negros. Escarmeno mi cabello dejándolo suelto. Miro de nuevo mi reloj. Seis cuarenta y cinco. Camino hasta la sala, tomó mi iPhone, mis llaves y mi casco, espero y el maldito ruido del motor no me carcoma el cerebro.

***

Llego al trabajo y entro al pequeño vestíbulo a cambiarme, pensé que con las pastillas el dolor de cabeza desaparecería pero no, ahí sigue.
Me coloco el mandil, mi libreta, una pluma y salgo a mi labor del día.

-Tina, esa mesa, vas corre- dice Teresa moviendo su mano.

Pongo los ojos en blanco y camino hasta la mesa a tomar la orden.

****

Mi turno termina antes, ya que en serio no soporto más mi maldito dolor de cabeza, además de que tengo una sed incontrolable y por más que tomó agua no me sacio. Miro mi reloj, son las ocho cuarenta y cinco. Carajo.
Subo a mi moto y arranco de regreso a casa, tal vez necesito dormir.
Amsterdam no está tan desierto como ayer, hay varias personas caminando de un lado a otro, sonriendo, riendo, serios y algunos con cara de sueño.
Respiro hondo tratando que el aire fresco inunde mi nariz, pero un aroma dulce y neutro al mismo tiempo inunda mi nariz. Freno la moto de golpe, haciendo que casi salga volando hacia adelante. Giro mi cabeza bruscamente a la derecha. Hay un chico, sentado en un banco mirando su herida en la pierna donde emana un poco sangre.
Mis ojos se enfocan sólo en eso, la herida, la sangre. Me bajo de la moto sin importarme nada y camino a paso firme hasta él. No se que me pasa, mi cerebro dice detente pero mi cuerpo dice camina.
Llegó hasta el chico, quien alza la vista al verme.

-Hola- sonrío.
-¿Hola?- contesta confundido.

Parpadeo un par de veces, tratando de apartar mi mirada de la herida.

-Estas herido, ¿te puedo ayudar?
-Oh, no gracias. Estoy bien, es sólo un raspón, el partido, ya sabes.

Y es cuando me doy cuenta que tiene un atuendo de futbolista. Trago saliva.

-Insisto, puede infectarse.

Siento como un sabor metálico inunda mi garganta, reconozco ese sabor, se que lo reconozco...
El chico frunce las cejas.

-Tengo una moto- digo señalando detrás de mi la moto.- puedo llevarte al hospital. Sólo hacen una limpieza y ya.
-Oh pero...
-Vamos- lo tomo del brazo levantándolo.- yo pago todo, no te preocupes.

El chico frunce más las cejas pero me sigue. Me subo a la moto y lo miro, él aún mantiene sus cejas fruncidas, así que sin saber cómo o más bien por que lo hago, sonrío.
De repente el chico se sonroja y sube a la moto, le  entrego el casco y casi al instante arranco. El hospital más cercano esta a un kilómetro aproximadamente. Pero aún así no puedo evitar sentir una sensación de excitación en todo el cuerpo, como si fuera adrenalina, pero estoy más que segura de que no es adrenalina.

Poco minutos más, llegamos a la parte trasera del hospital. Bajo de la moto y lo miro mientras batalla tratando de quitarse el casco.

-A ver, te ayudo.

Le quito el casco y una de mi mano choca contra su pierna lastimada.

-Auch- se queja.

Quito mi mano rápidamente pero me doy cuenta de que un poco de sangre se impregnó en mi piel.
Siento como mi corazón empieza a latir al mil, mis ojos arden, mi cuerpo tiembla y mi garganta se seca. Un sensación de furia empieza a tomar lugar en mi cuerpo, ahora estoy furiosa, y no se por que. Mis oídos retumban tan fuerte que empiezan a dolerme. Mi respiracion se acelera y la cabeza no puede estarme doliendo más.

-Oye... ¿Estas bien?

Alzó la vista bruscamente, haciendo que el chico de un brinco. Mis ojos vuelan directamente a su cuello y juro que puedo ver su vena resaltar con ese tono verde-azul tan exquisito.
Trago saliva, ¡¿Pero que me pasa?! Trago saliva y me alejo de él un par de pasos.

-Si, yo también me siento mal, entremos mejor- digo con voz ronca.

El chico asiente confundido, se baja de la moto y empieza a caminar delante de mi. Mis pasos son cortos, los siento pesados y ligeros al mismo tiempo, es una sensación confusa.
Bajo mi vista a mi mano, la sangre sigue allí. Subo mi mano lentamente a mis labios, saco mi lengua y lamo mi mano brevemente.

Es como si la vida volviera a mi. Todo el dolor que sentía desaparece un poco, pero eso no es lo que más me sorprende, lo que me sorprende es que necesito más, quiero más.
Ahora soy como un robot, no controlo mis movimientos, estoy consiente de lo que hago pero no puedo evitarlo o cambiarlo.
Bajo mi mano hasta mi pantalón y de el saco mi navaja especial. Sin esperar nada camino rápidamente al chico con navaja en mano.
El chico se da cuenta de mis pasos así que se gira para verme.

-Lo siento- murmuro.

Entonces alzo la mano y corto su garganta dejando que chorros de sangre salga de su cuello cortado.
Mi excitación crece, y cuando ya me doy cuenta estoy bebiendo toda la sangre de su cuello. Me tiro al suelo con el en mis manos y chupo más su cuello cortado, dejando que ese exquisito sabor metálico inunde mi garganta.

Es como si estuviera viva después de tantos años, esta sensación que siento ahora es... Mejor que magnífica, es perversa, dulce, amarga, placentero, divertida... Y es mía.

Noche de Sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora