4) Sabado 14 de Noviembre de 2020 7:16 am

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Un hombre de bata blanca, teclea una serie de números en el pequeño panel mientras las puertas de vidrio le abren paso luego de sonar el característico sonido de aceptación de la clave. En el interior de la habitación, otros hombres con la misma vestimenta parecen estar concentrados en su trabajo. Algunos con guantes de látex blanco, manipulan recipientes de cristal con sustancias coloridas. Otros succionan muestras de líquidos con sus jeringas y los depositan en frascos diminutos que guardan en lo que parece ser un refrigerador. Pero el que acaba de entrar tiene algo inusual, algo que no va acorde con el ambiente estéril, blanco y puro. Ese maletín que lleva en su mano derecha, completamente negro haciendo contraste con su guardapolvo blanco, guantes, mascarilla y gorro del mismo color. Con paso tranquilo, se acerca hasta una de las mesas, en donde deja el objeto que trae, sin mostrar intención de abrirlo o hacer algo con el. Simplemente vuelve sobre sus pasos hacia la puerta de salida, habiendo dejando el maletín, y repitiendo el proceso con el panel numérico se retira de la habitación.

No pasaron muchos minutos para que el contenido del estuche negro estalle, destrozando la habitación y todo lo que contiene, dejando heridos a varios de los científicos que trabajan en el lugar. Las paredes y puertas de cristal descansan en pedazos sobre el suelo, al igual que todos los artefactos y recipientes. Los hombres que trabajaban en otras partes del lugar no tardan en llegar corriendo a averiguar lo que había sucedido. Al ver la impactante escena, uno de ellos presiona un botón rojo que está a un lado, haciendo que suene la alarma de emergencia. Todos los que la escuchan saben que no es un sonido común, tampoco es la alarma de incendio, es la advertencia del riesgo bacteriológico.

No es una habitación común del Centro de Investigación Medica en donde se desarrollan las vacunas de la gripe, o se investiga la cura de alguna enfermedad. No, es un sitio a donde muy pocos tienen acceso, y donde se desarrollan las investigaciones sobre la mutación genética y la creación de virus artificiales. Solo los que trabajan dentro del proyecto saben de qué se trata y qué fines tiene, pero cualquiera sabe que ese tipo de cosas son muy peligrosas, y más si los recipientes en donde están sellados se rompen por una explosión. Sobretodo un proyecto en especial, el virus H, impulsado por el Director Harold Adams. Un virus que pretende ser nocivo para la vida humana, para el desarrollo de armas biológicas para la venta al gobierno interesado. Sin embargo, los científicos no han logrado que sea letal, sino que todos los animales expuestos cambian a una manera de actuar agresiva, destructiva hasta con los de su especie.

Todas las medidas de seguridad se llevan a cabo dentro del Centro, junto a las fuerzas médicas y policiales para asistir a los afectados y saber qué fue lo que causo todo. Todo aquel que se considera en riesgo de infección, está aislado en cámaras selladas. Esto no estaba previsto, y nadie sabe cómo actuar, mientras la actitud del personal encerrado empieza a cambiar, tal como sucedía con los animales de prueba. Los que están encargados de vigilarlos, pueden ver a través del gran ventanal transparente como se atacan unos a otros. Las paredes blancas se tiñen de rojo, mientras los hombres se arrancan pedazos de carne los unos a los otros con sus dientes. Por suerte, la habitación sellada no deja escapar ningún sonido, pero solo las imágenes bastan para perturbar a los que o0bservan desde afuera. Es como ver una película de horror en cine mudo.

A pesar de la perdida de sangre y los órganos faltantes que yacen en el suelo, los hombres siguen moviéndose, pero ya no se atacan entre sí. Solo deambulan sin sentido por el ancho del cuarto. Los científicos no entienden lo que están viendo, pero los gritos que vienen de la habitación de al lado los sacan del transe. Corren, dejando a los infectados encerrados atrás, y lo que ven al entrar al cuarto contiguo no es muy alentador. Uno de sus colegas esta devorando el estómago de otro que está tirado. El hombre con sangre y trozos de carne entre sus dientes, se percata de la presencia de los otros y se abalanza hacia ellos. Por más que luchan, ninguno de los golpes parecen afectarlo, ni los disparos en el pecho que efectúa uno de los científicos que porta un arma. Solo la bala que impacta en su cráneo parece detenerlo, y cae desplomado al suelo. Los que siguen vivos respiran aliviados, sin embargo, la tranquilidad dura poco cuando el que parecía estar muerto con el estómago devorado despierta y ataca queriendo llevar carne hasta su boca. El arma ya no dispara, ya no le quedan balas, y la habitación se inunda del grito de dolor del hombre al que le están comiendo parte del brazo...

Virus HDonde viven las historias. Descúbrelo ahora