-En la mañana ya estaremos seguros fuera de la ciudad. –Dice Marc mirando al techo, recostado boca arriba a un lado de la cama grande de la habitación, con una gran sonrisa dibujada en el rostro.
Del otro lado, y en la misma posición, Alan lo observa cuidadosamente. -¿De verdad estás tan seguro? ¿Por eso no dejas de sonreír? –No es que el rubio quiera arruinar su optimismo, al contrario, él también está seguro que podrán salir gracias a la información que les dio aquel hombre. Pero seguramente no va a ser fácil, eso le da un poco de miedo, y por eso le extraña ver a Marc tan sonriente. Hacía días que no lo veía así.
-Si, estoy seguro. –Responde con determinación el otro. –Pero no sonrío por eso. –Agrega girando también la cabeza hacia un lado para quedarse viendo los ojos de Alan. –Lo hago porque estoy feliz de tenerte tan cerca mío. –
Alan se queda en silencio, y deja salir una pequeña sonrisa tímida. Sin duda él también saltaba de alegría en su interior, hasta hace dos semanas todo esto era parte de un sueño que parecía muy difícil que se cumpliera, pero que hoy afortunadamente es realidad. Antes de poder reaccionar, se da cuenta que tiene a Marc demasiado cerca de su rostro, buscando uno de esos besos que se convirtieron en una adicción para él.
Pero muy rápidamente, la temperatura dentro de la habitación comienza a elevarse. El cuerpo y el corazón del de pelo negro se dejan llevar por su más grande deseo, que es demostrarle su amor a Alan en una forma muy especial. Los besos se desprenden de los labios y caminan recorriendo el cuello del más pequeño, acompañados de las suaves caricias que invaden su cuerpo por debajo de la camiseta.
De un solo movimiento, las manos de Marc se deshacen de esa prenda que oculta el torso del rubio, dejándose el paso libre para continuar el camino que traza con su boca. La respiración de Alan empieza a acelerase cada vez más, acompañando todas las acciones del otro. Pronto ya ninguno de los dos cuenta con la parte superior de sus vestimentas. El más grande puede notar como la piel de Alan se eriza bajo sus labios, mientras concentra todo su amor besando la parte baja de su abdomen.
Por más que intentaran ocultarlo, el placer que sienten en este momento se refleja en sus cuerpos. Ninguno de los dos quiere detenerse, Marc no tiene intención de parar ni Alan desea que eso ocurra. Sus mentes solo pueden pensar en el amor que se tienen el uno al otro. La noche sigue avanzando, y los encuentra a ambos liberados de toda su ropa, disfrutando de tenerse cerca y demostrándose ese cariño que ya no es solo de un par de amigos.
Es la primera vez que el rubio siente algo así, y para Marc también lo es. Dentro de ellos hay una revuelta de sensaciones y emociones, pero todas ellas son buenas. Luego de muchos minutos, sus cuerpos acaban cansados, dejándose caer en el colchón y entrando en un sueño profundo y relajante, sabiendo que pegado a cada uno en un abrazo tienen a la persona que más quieren en el mundo.
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-Marc, ya amaneció. –Es lo primero que escucha el de pelo negro al abrir sus ojos, seguido de unos repetitivos golpes detrás de la puerta. Es la voz de Noah, que le avisa que ya es hora de prepararse para salir como habían planeado. Con cuidado se sienta en la cama, notando que aún su ropa sigue esparcida por todo el suelo de la habitación, al igual que la de Alan. Y dando media vuelta con la cabeza lo ve a él, ahí recostado durmiendo tranquilamente con toda la piel clara de su cuerpo a la vista. No tiene intenciones de despertarlo, por lo que se pone de pie cuidadosamente para vestirse sin hacer mucho ruido.
Pero el rubio se despierta por sus propios medios, entreabriendo los ojos y pasando sus manos sobre ellos. De repente se levanta tomando lo primero que ve en el suelo para taparse, que es su camiseta. Marc sigue terminando de vestirse, mientras sonríe por la gracia que le hace ver al otro así. –No me digas que ahora te da vergüenza. –Dice con una ligera risa. Pero Alan hace como si no escuchara y se apresura a encontrar las demás prendas que le pertenecen. –Saldremos pronto, así que en media hora tienes que estar listo. –Le indica al rubio. –Te quiero. –Agrega casi en un susurro antes de salir y dejarlo solo.
-Buenos días. –Saluda el nuevo integrante del grupo al ver a Marc. -¿Puedo preguntarte algo? –Dice siguiendo por detrás los pasos del de pelo negro que parece apresurado buscando varias cosas.
-Claro. –Responde Marc mientras revisa cuántas balas le quedan en su pistola.
-¿Cómo piensas que llegaremos hasta allí? –El hombre se nota preocupado por tener que salir y enfrentar a los enfermos de afuera.
-A pie, o si encontramos un auto que funcione mucho mejor si no... a pie. –Contesta con mucha tranquilidad como si de algo simple se tratase.
-¿Sabes que el río queda a muchos kilómetros de aquí? –
-Si. –Marc termina de contar sus balas y procede a guardar algunas cosas en una mochila. –Si no estás de acuerdo puedes quedarte aquí tranquilo a esperar tu fin sentado en el sofá. –
-Entiendo. –Dice el hombre un tanto resignado. –No estoy acostumbrado a esto de las aventuras. Yo soy más de trabajar en los interiores. –Sonríe, pero solo consigue que el de pelo negro lo mire seriamente y siga con lo suyo.
-¡Alan! ¡Ya vamos a salir! –Grita Marc para que el otro venga. El rubio se acerca corriendo con sus cosas ya listas. -¿Tienes todo? ¿Necesitas algo más? ¿Quieres un cuchillo? –
-Estoy bien así. –Responde Alan poniéndole mala cara al otro para que deje de tratarlo como un niño, pero al final sonríe.
-Bueno, entonces vamos. –Dice Marc girando el picaporte y abriendo la puerta de entrada. –Manténganse cerca y atentos a su alrededor. -
La actividad de los enfermos no parece ser mucha a tempranas horas de la mañana, por lo que pueden avanzar tranquilos por varios metros. Noah y Marc se acercan a cada auto que ven, intentando encontrar uno que tenga llaves y gasolina. Pero ninguno de los dos tiene éxito. Caminan a paso lento la primer hora de viaje, sin tener ningún problema.
-Allí hay otro. –Dice el hombre señalando un automóvil negro parado en medio del camino.
Marc toma la delantera y se acerca, notando que la puerta está abierta y el interior manchado de sangre. –Buff... -Suspira por tener que meterse ahí dentro. Parado a un lado del vehículo, un grito del de pelo negro pone en alerta a todos los demás que llegan corriendo. Un brazo que sale por debajo del auto toma el tobillo de Marc y se aferra con fuerza. -¡Suéltame, maldito! –Grita haciéndose hacia atrás y arrastrando el cuerpo del enfermo fuera, o parte de su cuerpo porque la parte del torso hacia abajo ya no existe. Saca su cuchillo y se lo clava en medio de la cabeza, haciendo que se quede quieto para poder abrir sus dedos y despegarlo de su pierna.
-Tenemos que seguir avanzando. –Dice Noah sabiendo que los gritos de Marc atraerán a más, y de hecho ya se ven algunos que salen de entre las paredes y árboles.
-Espera, tiene las llaves puestas, hay que probarlo. –Indica el de pelo negro entrando al auto.
-Marc déjalo, vamos. –Le pide Alan viendo como son cada vez más los infectados que se acercan.
-¡No! Esperen, solo un intento. –Dice girando la llave y tratando de ponerlo en marcha, pero nada sucede.
-Ya, ¡vamos! –Grita el rubio tratando de tomarlo del brazo para sacarlo.
-¡Espera! Es el único con gasolina que hemos encontrado, tiene que funcionar. –Dice Marc tratando de acelerar y encenderlo. Levanta la vista hacia la calle y ve como se acercan montones de enfermos. -¡Entren al auto! –Ordena a los demás.
-¡¿Qué?! ¡Tenemos que salir ahora que podemos! –Exclama Noah tratando de hacerlo entrar en razón.
-¡Entren al auto ya! –Dice Marc mirándolos seriamente. –O sigan sin mí, como quieran. –Agrega mirando a Alan con una mirada más suave casi en una obligación para que se quede con él.
-¿Qué rayos te sucede? –Dice el de ojos verdes. -¡Espera! –Grita al ver que Alan corre al otro lado para entrar al asiento del acompañante. –Están locos... -Agrega dándose por vencido y abriendo la puerta trasera para entrar también seguido por el otro hombre. -¿Y ahora qué? –
-Nos vamos. –Dice Marc girando sin descanso la llave y poniendo su pie en el acelerador. Pero un golpe en el vidrio del auto lo hace dar un salto en el asiento, viendo como un rostro descompuesto lo mira desde el otro lado. Pronto una serie de golpes cada vez más potentes se oyen a lo largo de todo el vehículo, y decenas de manos tapan la luz del sol que entra por las ventanillas.
-Yo no estaría tan seguro... -Dice el hombre mientras observa a todos los enfermos de afuera.
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Virus H
FantascienzaLa intervención de la ciencia en la salud puede salvar millones de vidas, pero también puede acabar con ellas. El brote inesperado de un virus que se expande rápidamente por el planeta trajo pánico a la población. El mundo da un giro inesperado haci...