25) Domingo 22 de Noviembre de 2020 19:47 pm

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A todo el mundo que voltea inmediatamente se le transforma el rostro al ver semejante escena. Una mujer arrancando con sus dientes un trozo de piel del brazo de un chico. El tiempo parece ir muy despacio, casi en cámara lenta, dándoles a todos la posibilidad de observar bien lo que está pasando. Pero en realidad no pasa más de un segundo antes de que el padre de Alan reaccione y tome a su hijo por los hombros para echarlo hacia atrás.

Todos toman distancia de la mujer, que ahora está hambrienta de carne. Los gritos de miedo de la gente llama la atención de los militares de afuera, que de inmediato entran a la carpa con sus armas listas en las manos. El rubio está estupefacto, sin poder creer lo que pasa, y aprieta su herida para que no siga sangrando tanto.

-¡Atrás todos! –Exclama uno de los de traje camuflado, apuntando hacia adelante con su arma.

-Tenemos una persona infectada aquí. –Dice otro a su radio.

La madre de Alan, que ya no es ella misma, mira hacia todos lados mientras gruñe y hace sonidos extraños con su garganta. Algunas gotas de sangre aún caen por su mandíbula y van a parar al suelo, mientras ella se mueve en una pose encorvada y poco común.

De repente se lanza hacia uno de los militares, pero este tiene rápidos reflejos y la sujeta con fuerza de los brazos para que no le haga nada. Un compañero se acerca también y lo ayuda a inmovilizarla mientras los demás apuntas con sus armas.

-¡Mamá! ¡No! ¡¿Qué hacen?! –Grita Alan adelantándose y derramando lagrimas al suelo, tanto de dolor como de miedo.

-¡Déjenla! ¡No! –Grita también su padre seguido del chico, preocupado al ver a esas personas apuntar a su esposa y sin saber qué le sucede a ella.

-¡Atrás! ¡Atrás o disparo! –Advierte uno de los armados mirando fijamente a los dos que se adelantaron del resto. -¡Este está mordido! –Dice al resto de compañeros al ver la sangre que corre a través del antebrazo de Alan.

Otro soldado de acerca y toma al rubio del otro brazo. –Vas a tener que venir con nosotros niño. –Le dice jalándolo para que se mueva.

-¡No! ¡¡No, déjenme!! –Alan trata de resistirse pero no puede.

-¡Alan! ¡Suéltenlo! –Marc corre para tratar de ayudarlo pero otro militar se pode enfrente y no lo deja pasar. -¡¡No, por favor!! –El de pelo negro no puede pensar en que Alan esté infectado, no lo puede aceptar.

La gente alrededor comienza a alborotarse, temiendo que los soldados les disparen. Al igual que los amigos y familiares de Alan que tratan de pelear contra los de ropa camuflada para ayudar al rubio.

-¡Quédense quietos todos! ¡Apártense! –Dice un soldado dando algunos disparos al aire.

Todos quedan quietos y en silencio. Saben que no pueden hacer nada por más que quieran, los que tienen las armas son los otros y no ellos, y no dudaran en disparar si es necesario. Marc sabe que ya lo han hecho antes.

-Llévalo al laboratorio, nosotros nos encargamos de ella. –Un grupo de soldados comienza a empujar a la mujer infectada fuera de la carpa, mientras otro se aleja jalando al rubio que llora y trata de zafarse.

-¡¡Mamá!! –Alan da un último grito al ver alejarse a su madre.



Justo después de salir de la carpa, el militar que acompaña a Alan cae desplomado al suelo. El científico, quien los había ayudado antes, sostiene una barra de metal que tira al piso después de haber golpeado al soldado. Todos miran asombrados, y mucho más el rubio que ahora se ve corriendo una vez más hacia adentro.

-¡Corran! ¡Vengan conmigo! –Le indica el científico al grupo que sin dudarlo lo empiezan a seguir. El los lleva hacia donde hay varias camionetas. Abre una de ellas con las llaves que antes había robado a unos militares y todos entran rápidamente.

-¡Alto ahí! –Se escucha gritar a un soldado. Pero lo ignoran y ponen en marcha el vehículo empezando a moverlo. -¡Deténganse o disparo! –

El científico pisa el acelerador y algunas balas empiezan a perforar la parte trasera de la camioneta. -¡Agáchense! –Advierte sin detenerse y alejándose del lugar a toda velocidad.

Conduce por los caminos de tierra hasta llegar a una carretera angosta, que sigue hasta llegar a su casa que está cercana a la ciudad. Al detenerse la camioneta todos bajan deprisa, ayudando a Alan que ya está muy pálido por la pérdida de sangre.

-Tráiganlo. –Dice el científico abriendo la puerta de su casa. Recuestan al rubio sobre una cama mientras el dueño del hogar busca algunas cosas para curar su herida. –Estarás bien. Sujeta su brazo por favor. –Le indica al padre para poder limpiar y suturar la herida.

Marc no deja de llorar del otro lado de la cama, tomando la mano del brazo sano de Alan. -¿Estará bien? –Pregunta el padre, mientras todos lo miran con caras poco esperanzadoras.

-Vamos afuera. Perdió mucha sangre y no tengo los instrumentos para poder reponérsela. Va a tener que descansar. –Dice el científico mientras todos caminan fuera de la habitación.

-¿Crees que... -El de pelo negro no tiene que terminar la pregunta para que el otro sepa a qué se refiere.

-Todavía no hay forma de frenar la infección. Será cuestión de esperar, luego ustedes tendrán que decidir qué hacer con él. –



Las horas y los días pasan, tres días para ser exactos, y Alan aún sigue inconsciente. Pero no hay ningún signo raro en él, parece como si durmiera tranquilo. Son pocas las horas que Marc se aparta de al lado de la cama, con un cuchillo en su costado, deseando con todas las fuerzas no tener que usarlo.

-Marc... -Dice una voz baja mientras el de pelo negro empezaba a quedarse dormido en la silla.

Alan abre los ojos muy despacio, como si le costara ver la luz. –Alan... ¡Alan despertó! –Grita Marc de alegría para que todos se enteren. -¿Te sientes bien? ¿Cómo estás? –Pregunta acariciando la mano del otro.

Todos se alegran al entrar y verlo despierto, pero poco tiempo después la mayoría deja la habitación para ir a hablar afuera.

-Pensé que si un infectado te mordía era el fin, ¿eso no es así? –Pregunta Noah al científico.

-Debería serlo. De hecho lo es en todos los casos, pero Alan no parece cumplir con la regla. Voy a tener que seguir analizándolo de cerca, quizá la infección se esté retrasando por alguna razón. O quizá... si él es inmune, sería un hallazgo muy importante. –Dice el científico. –Pero ahora debemos irnos de aquí, ellos saben a donde vivo y no tardarán en venir a buscarme por lo que hice. –

-Yo conozco un campo no tan lejos de aquí. Tiene una casa pequeña, no hay casi nada alrededor pero puede servir para vivir ahí. –Dice Noah.

-Buscaré algunas cosas y nos iremos lo antes posible, dile a los demás por favor. –



El medio por el cual se propaga el virus es desconocido para todos, pero el gobierno sabe que no han acabado con él, y se expande más rápido de lo que desearían. No toma mucho tiempo para que las ciudades empiecen a reportar casos de infectados. Mucha gente aún no sabe de qué se trata, no sabe cómo defenderse ni cómo evitarlo, y eso ayuda al virus a seguir su camino. El pánico afecta el comportamiento normal de las personas, muchos huyen, otros tratan de detener con sus propias manos algo que es imposible detener. El número de infectados va en acenso mientras que las personas vivas siguen bajando. Todos corren y abandonan la ciudad, sin saber que en la urbanización vecina las cosas son iguales o peores. Poco a poco, el caos se va comiendo las ciudades, dejando atrás solo lugares vacíos y silenciosos.

Virus HDonde viven las historias. Descúbrelo ahora