El sonido de la alarma del celular de Marc es lo único que suena en todo el cuarto. Los primeros rayos de Sol se están asomando para dar comienzo a una nueva mañana de primavera, la peor de todas, la del lunes. La mano del castaño tantea la mesa de noche buscando el dispositivo que lo hizo despertar, para apagar ese torturante sonido que parece punzar en sus oídos como dos agujas. Con mucho esfuerzo, abre los ojos mientras estira sus brazos hacia arriba en medio de un bostezo. La peor parte de ir a la escuela de mañana es tener que levantarse tan temprano y no poder dormir hasta el mediodía como le gustaría, pero no tiene otra opción. Se sienta en la cama aún tratando de incorporarse y terminar de despertar, volteando a un lado y viendo a su amigo, en esas poses tan raras que hace cuando duerme. Marc ríe por un momento al verlo, cada vez parece adoptar una postura nueva, no entiende como no despierta con la espada adolorida.
Cuando los padres de él se separaron, la cama grande que estaba en la habitación de sus padres quedó inservible, su madre prefería dormir en un lugar más pequeño que no le recordara la falta de su esposo, y a su hijo le gustaba la idea de tener tanto espacio para dormir como quisiera. Por eso, acordaron cambiar sus camas de lugar, y ahora Marc tiene espacio en su cuarto para su amigo. Alan es su mejor amigo y confía en él como en nadie, no le molesta dormir a su lado en la misma cama.
El chico de pelo negro toma con fuerza el hombro de su amigo y lo sacude para despertarlo, seguido del quejido de Alan por no querer levantarse.
-Enano despierta, o llegaremos tarde. -Dice Marc mientras pasea por la habitación buscando sus pantalones de la escuela. No es una tarea fácil, ya que el orden no es lo que más caracteriza a su cuarto, pero después de un par de vueltas alrededor de la cama los encuentra debajo de su mochila. Se los pone, seguidos de sus zapatillas, para luego caminar hasta la puerta rumbo al baño. Pero antes, vuelve hasta la cama volviendo a insistir. -¡Despierta! -Dice haciendo cosquillas en el pie del rubio.
-¡Déjame! -Dice Alan quitando el pie y dando un sobresalto en el colchón. -Solo cinco minutos más... -Abraza la almohada girándose hacia un costado.
Marc sonríe y lo deja, sabiendo que si sigue insistiendo corre el riesgo de que se levante con mal humor y luego tener que aguantarlo así todo el día. Después de pasar por el baño, vuelve a la habitación a buscar sus cosas de clase, con la esperanza de no encontrar a Alan aún en la cama. Por fortuna, él ya se está cambiando también.
-Buenos días bella durmiente, ¿quieres que llame al príncipe para que te bese y termines de despertar? -Bromea el castaño sabiendo lo mucho que le apasiona dormir a su amigo.
Algo en el comentario de Marc hace que Alan se sienta incómodo por un momento, pero sabe bien que es una de esas frases tontas que solo él ven chistosas. -Ya estoy despierto, gracias. -Dice poniéndose de pie y ordenando sus carpetas de clase. -Por cierto, ¿has hecho la tarea de química? -
-Claro que si, imagino que tu también ¿no? -El chico de pelo negro sabe perfectamente la respuesta que el otro va a dar, la misma de siempre.
-Bueno... lo he intentado, pero no me salió. ¿Podrías... -Antes de que Alan pueda terminar la pregunta, su amigo sale del cuarto negando con su cabeza. Ya le había dicho que no le pasaría más los deberes, que tenía que hacerlos por su cuenta. -¡Por favor! Te prometo que es la última. ¡Espera! Porfa... -
-No. Ahora apúrate que en veinte minutos tenemos que irnos. -Alan tenía el poder de convencer a cualquiera cuando ponía esa cara de perro mojado, pero ya no podía hacerlo más con Marc.
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Alan está en medio de la clase de historia, la más aburrida de todas para él. Escuchar a la profesora hablar dos horas seguidas es una tortura, el tiempo parece no pasar nunca. Comienza a quedarse dormido en medio del discurso de la señora, cuando unos gritos afuera hacen que todos se pongan de pie inmediatamente corriendo a las ventanas que dan a la calle. El rubio tarda un momento en reaccionar, y ya no queda lugar para ver lo que pasa en el exterior, y su altura no lo ayuda para nada.
-¿Qué pasa? Oye, ¿Qué pasó? -Dice preguntando a sus compañeros, escuchando las reacciones de asombro que algunos de ellos tienen. Por fin consigue llegar hasta la ventana entre el amontonamiento de adolescentes, para ver con sus propios ojos lo que pasaba. Estando en un segundo piso es un poco difícil ver bien, pero parece ser una pelea entre dos hombres. Uno de ellos está tirado en medio del asfalto, mientras el otro hace movimientos extraños estando encima. Algunas de las chicas gritan, otros murmuran, y parece que no son los únicos espectadores ya que se oyen gritos de alumnos de pisos inferiores. En un momento, el atacante parece oír el alboroto que viene desde la escuela, girando su cabeza hacia donde ésta se encuentra. Los gritos se hacen más fuertes y Alan se queda mirando helado ante la imagen. La boca del tipo está llena de sangre, al igual que el cuello del que está en el suelo. ¿Se lo estaba comiendo? ¿Acaso ya no alcanza solo con robar, ahora los delincuentes comen a las victimas? Parece algo irreal, pero lo están viendo. La profesora hace apartar a todos de los vidrios, evitando que sigan viendo tal escena. -Tranquilos. Todos vuelvan a sus asientos, seguro vendrá la policía y se encargará de ese loco. Silencio por favor, sigamos. Como les decía, en el siglo XV... -
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Virus H
Ficção CientíficaLa intervención de la ciencia en la salud puede salvar millones de vidas, pero también puede acabar con ellas. El brote inesperado de un virus que se expande rápidamente por el planeta trajo pánico a la población. El mundo da un giro inesperado haci...