La oscuridad de la noche ahora es cambiada por el Sol que ilumina detrás de algunas de las nubes que lo intentan tapar. En el suelo se proyectan las sobras de los autos abandonados, de las casas que ahora no tienen habitantes. De los cuerpos que caminan arrastrando los pies por la acera, y de los otros que yacen tirados en el piso sin moverse sobre grandes charcos de sangre seca. Sin embargo, el interior del edificio sigue a oscuras, solo el pasillo principal alumbrado un poco por la luz que pasa a través de la pequeña ventana de la puerta.
Recostado sobre tres butacas, está el cuerpo de Alan que se había quedado dormido cuatro horas atrás. Yendo un poco más al fondo y doblando a la izquierda, está la sala del doctor que había atendido a Marc, que ahora se encuentra recostando en la camilla con una gran venda blanca desde la rodilla hasta el tobillo. Solo se escuchan los golpes que provocan un par de botas caminando, cuyo propietario es André, que recorre el pasillo y se detiene en frente del rubio. –Oye. Alan, despierta. –Habla en un tono de voz bajo moviendo el hombro del otro, quien abre los ojos y se sienta en una de las sillas algo sobresaltado. –Tu amigo ya está bien, puedes ir a verlo si quieres. Ven. –
Alan pasa sus manos por los ojos y se pone de pie, siguiendo al hombre que lo conduce hasta la habitación donde esta Marc. Una vez allí, el de barba vuelve a salir dejándolos solos, sin antes dedicarle una sonrisa de ánimo al más pequeño. Al escuchar el movimiento, Marc abre sus ojos. -¡Marc! –Dice Alan con una gran sonrisa en la cara. -¿Cómo estas? ¿Cómo esta tu pierna? ¿Te duele? –Comenta mirando con cuidado el vendaje de su amigo.
-He estado mejor, pero no me quejo. –El de pelo negro estira la mano para tocar el hombro del otro. –No te preocupes. El tipo dijo que ya mañana podré caminar, así que nos largaremos de aquí. –Dice con una expresión seria en el rostro.
-¿Irnos? ¿Estás loco? Talvez no has visto como está todo ahí afuera pero yo si, hay personas enfermas con un virus raro por todas partes, que solo quieren matar. Nos quedaremos aquí hasta que te recuperes por completo y luego André dijo que nos llevará a la frontera con los militares. –
-¿André? ¿Y ese, tu amigo nuevo? –Marc se ríe por un momento. –No confío en estos tipos. Tenemos que irnos, ya llegaremos solos a la frontera. –
-¿Estás delirando de fiebre verdad? –Dice Alan apoyando su mano en la frente del otro, quien la quita de encima de inmediato poniendo mala cara. –Ese tipo que tú dices fue quien nos salvó, ¿y no confías en él? Apenas pudimos escapar de tu casa con vida y ahora pretendes que vayamos solos hasta la frontera. No entien... Agh... Iré a buscarte un poco de agua. –El rubio se enoja por la actitud de su amigo y sale de la habitación cerrando la puerta con fuerza.
Se topa con el largo corredor sumido en la penumbra de la poca luz, y comienza a caminar esperando encontrarse con el baño o la cocina, o al menos uno de los tres hombres que le diga de dónde puede conseguir agua. Aunque solo es una excusa para salir de ahí y no terminar discutiendo, no entiende como puede decir eso después de que ellos le habían salvado la vida. En un punto, llega al final del pasillo, que termina en una puerta de madera. Intenta abrirla pero quita la mano hacia atrás al ver que el picaporte está manchado de sangre, pero vuelve a rodearlo con los dedos para girarlo y abrir. Seguramente alguno de los hombres lo hayan manchado con la sangre que les quedó por ayudar a Marc. Detrás de la puerta hay una escalera que baja. Con cuidado, Alan desciende por ella, pero la oscuridad se hace cada vez más intensa. -¿André, estás por aquí? –Dice con la voz algo temblorosa y sin obtener respuesta. Sin embargo, sigue bajando en dirección a un sonido que se escucha. Es algo metálico. Las escaleras terminan y el rubio llega a lo que parece el sótano del hospital. No hay luz, solo puede distinguir algunos objetos gracias a que sus ojos se han acostumbrado a la oscuridad. Camillas, cortinas, instrumentos médicos, están por todas partes. Pero no es eso lo que le hace sentir escalofríos y erizar los pelos a Alan, no. Lo que lo hace sentir eso son las manchas de sangre por doquier, y sobre todo las extremidades humanas que cuelgan del techo, girando lentamente sobre si mismas y goteando.
Alan no puede dejar de mirar, impactado por lo horrible de la escena, y atraído por esos pequeños sonidos metálicos que parecen cadenas. El ruido se hace más fuerte, y al fondo del salón puede alcanzar a distinguir una figura no mucho más alta que él. Además de su silueta solo se distinguen las dos orbitas blancas de los ojos, que lo observan con una mirada desolada. La figura parece querer hablar, pero su voz se pierde en un susurro inentendible. Por más que intenta acercarse al rubio no puede hacerlo, una corta cadena une sus muñecas a la pared, eso era lo que se oía.
Alan cierra los ojos con fuerza y comienza a correr por donde vino, subiendo a toda prisa para salir de ese lugar. -¡Marc! ¡Marc! –Grita a medida que va andando a toda prisa por los pasillos. Abre la puerta de la habitación donde estaba su amigo, esperando encontrarlo ahí, pero no es así. La camilla está vacía, y el rubio puede sentir como el corazón parece querer salirse de su pecho. Detrás suyo, y sin darse la vuelta puede escuchar una voz, una que le es familiar.
-Vaya vaya... parece que eres muy curioso ¿eh? Vamos a tener que corregir eso. –La voz de André le llega por detrás hasta sus oídos, pero algo en ella ha cambiado. Ya no suena amable.
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Virus H
Ciencia FicciónLa intervención de la ciencia en la salud puede salvar millones de vidas, pero también puede acabar con ellas. El brote inesperado de un virus que se expande rápidamente por el planeta trajo pánico a la población. El mundo da un giro inesperado haci...