19) Sábado 21 de Noviembre de 2020 21:42 pm

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-¡Por favor! ¡No tengo a donde ir, déjenme pasar! –No deja de gritar el sujeto de afuera mientras golpea en el vidrio.

-¡Espera! –Indica Marc al ver que Alan va de inmediato a quitar la traba de la puerta.

-Tenemos que dejarlo entrar, no es seguro ahí afuera. –Replica el rubio tratando de buscar la aprobación para dejar entrar al hombre.

-¿Cómo sabes que no es una trampa? No podemos arriesgarnos, que busque su propio refugio. –Dice el de pelo negro acercándose a la ventana y cerrando la cortina.

-¿Prefieres que siga gritando ahí afuera y que llame la atención de todos los enfermos? –

Marc se queda pensando unos segundos. –Está bien. –Responde finalmente aceptando que Alan tiene razón. Vuelve a abrir la cortina y esta vez le habla al sujeto de afuera. –Si te callas y dejas de gritar te abriremos la puerta. –Dice levantando la voz para que el otro lo pueda escuchar.

-¡Si! ¡Lo haré, lo haré! –Contesta el otro y baja la voz de repente al notar que aún sigue gritando. –Lo siento, por favor, déjenme pasar. –

Click. Se oye el sonido de la traba corriéndose y dando la posibilidad de abrir la puerta. El sujeto entra de inmediato y se queda de pie junto a los otros dos chicos. Parece de unos cuarenta y tantos años. Lleva ropa elegante, camisa blanca y pantalones negros con sus respectivos zapatos, pero todo desarreglado y algo manchado. Su rostro se ve muy asustado, detrás de algunas arrugas y una barba de una semana. –Gracias, muchas gracias. –Repite tomando las manos de los demás.

-Eh eh... con cuidado. –Dice Marc amenazándolo con su pistola, por lo cual el hombre se queda quieto. -¿Quién eres y qué quieres? –

-No busco problemas, lo juro. Soy una persona de bien, solo un trabajador, trato de escapar del peligro. –Responde el sujeto con un ligero temblor en la voz y en las manos.

-Por cómo vistes no debes ser un trabajador de una construcción seguro... ¿de qué trabajas? –Pregunta el de pelo negro bajando de a poco el arma ya que comienza a darle pena ver al hombre con tanto miedo y nervios. –O trabajabas mejor dicho... -

-Soy... soy científico, del Instituto Médico. –Dice algo cabizbajo.

-Oohh... No me digas que tú eres uno de los responsables de todo esto... Sabía que no debía dejarte entrar. -Dice Marc con el ceño fruncido.

-¡Marc! –Interrumpe Alan, regañando al otro para que no sea tan duro. -¿Tu tienes que ver con todo esto? ¿O sabes al menos de qué se trata? –

-Bueno... yo... No puedo revelar ese tipo de información. –Responde el hombre algo preocupado.

-Oh vamos. Tus jefes ya deben estar muertos, no creo que te regañen... -Agrega secamente el de pelo negro.

Alan lo mira una vez más sin decir nada, pero su cara es suficiente para que Marc sepa que quiere que cierre la boca. –Explícanos de qué se trata. Debes saber como se cura todo esto ¿no? –

-No... no lo se. –Dice el sujeto negando con la cabeza. –Nada de esto debía ocurrir de esta manera. –

-¿Pero tu trabajabas ahí? ¿No sabes de qué se trata? Eso no puede ser. –Dice Noah que está del otro lado.

-Hace un año... fue ahí cuando todo empezó. –Comienza a contar el hombre dejándose caer en el sofá. –Harold Adams... el director del Centro de Investigación nos dio la noticia. El gobierno nos había contratado para un proyecto muy importante. Pensé que sería algo interesante, estaba emocionado, pero... no era lo que pensaba. –

-¿Qué era entonces? Continúa. –Dice Alan al ver la pausa que da el otro.

-Armas biológicas. Era el nuevo negocio impulsado por el presidente. La venta de armas biológicas a otros Estados. –Agrega el sujeto tomándose la cara.

-¿Eso es legal? –Pregunta Marc.

-Claro, mientras sea un secreto... -Responde el hombre antes de seguir con su historia. –Empezamos un proyecto al que llamaron el Virus H. Por un momento pensé en renunciar pero, era arriesgar toda mi carrera y el futuro de mi familia... y sin embargo ahora ellos están... -Toma aire por un momento y sigue. –Después de mucho tiempo desarrollamos un virus capas de cambiar el comportamiento de cualquier ser vivo. Privarlo de todos sus más puros instintos y solo dejar activas dos de sus funciones principales, moverse y alimentarse. Si algo así se liberaba en una sociedad, los mismos humanos terminarían acabando con ellos mismos, sin necesidad de guerras ni armas ni soldados, algo muy tentador para cualquier gobierno. –

Marc reprime sus palabras, ya que quisiera echar afuera a ese sujeto que ayudó a hacer todo eso y que se lo coman los mismos enfermos que él provocó, pero se controla y no dice nada. Alan parece más comprensivo, entendiendo que el hombre no tenía otra opción. -¿Y no tiene cura? Debe tener alguna cura ¿no? –Pregunta intrigado.

-No lo sé. El virus aún no estaba listo, no sabíamos bien siquiera sus efectos ni de que formas podía llegar a mutar y contagiarse. Pero un accidente en el laboratorio hizo que todo esto se desencadenara. No se que tan grave se pueda volver, ya no queda información sobre nada, todo quedó destruido aquel día. –

-¿La explosión no? Si, lo recuerdo. –Comenta el rubio. –Pero dijeron que todo estaba bajo control. –

-Eso pensamos, pero el virus se nos fue de las manos. Muchos murieron ese día, y volvían a revivir pero en el estado que ven ahora. Logramos controlar a todos, pero alguno debió haberse escapado hacia la ciudad. Estoy seguro que el ejército acabará con todo, el gobierno no se arriesgará a que se conozcan las verdaderas causas. –Dice en un todo pesimista.

-Encontraremos la forma de escapar sin que nadie nos mate, no vamos a morir aquí. –Dice Marc de forma firme y determinado.

-Bueno... aún hay una forma. Pensé que sería peligroso ir solo, pero podríamos intentarlo todos juntos... -Comenta el hombre no muy decidido.

-¿Una forma de escapar? ¿Cuál? –Pregunta de inmediato Alan.

-El ejercito nos informó que cerrarían la frontera 24 horas después de que se desató el virus, llamando a todos los que no hayan podido ser evacuados a acercarse allí para poder salir. Pero claramente eso es una trampa, no sacarán a nadie más, hay poca información del virus. Pero hay un lugar donde probablemente no estén. –Dice el sujeto mientras los demás lo escuchan atentamente. –El río al sur de la ciudad. Hay algo que sabemos y es que los infectados pierden todas las capacidades menos las dos que ya dije, por lo que jamás podrían atravesar un río nadando. El ejército no enviará a custodiar esa zona, solo las fronteras terrestres, por donde irán todos los que quieran escapar. –

-Ya veo... ¿Y crees que podríamos llegar a escapar por ahí? –Pregunta Marc ahora olvidando el odio que le tenía al hombre por esa valiosa información que les ha dado.

-No estoy seguro, pero es lo único que se me ocurre. Aunque el río está algo lejos de aquí. –

-¡Genial! Por fin una buena noticia. Mañana buscaremos la forma de llegar hasta allí. Ahora debemos descansar, puedes quedarte en el sofá si quieres, o busca otro sitio de la casa, eres libre. –Dice el de pelo negro haciendo un leve gesto con su mano invitando a Alan a que lo acompañe a la habitación.

Los cuatro se quedan en silencio cada uno yendo para su lado. El hombre busca donde pasar la noche, mientras Noah se dirige hacia su cuarto que eligió de la casa. Los otros dos caminan hasta la habitación, con una pequeña y nueva esperanza de poder salir sanos y salvos de la ciudad.

Virus HDonde viven las historias. Descúbrelo ahora