10) Miércoles 18 de Noviembre de 2020 4:57 am

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-Así que Alan y Marc ¿Eh? –Dice el conductor mientras maneja el volante esquivando los autos parados y los enfermos que se cruzan como perros en medio de la calle. -¿Qué hacen solos por las calles? ¿No se fueron con sus padres? –

Alan permanece en silencio unos segundos, sin poder creer todo el panorama que se veía a través de las ventanillas. –No... no sé dónde están mis padres. –De fondo, Marc se queja del dolor que tiene en su pierna. -¡Marc! Resiste por favor. –El rubio voltea en su asiento para mirar a su amigo que está recostado atrás.

-Tranquilo, estará bien. Los llevaré a nuestro refugio, tienen suerte que haya un médico entre mis amigos. –El hombre gira y sonríe al menor tratando de calmarlo.

-¿Qué... qué es lo que está pasando? –La expresión del rostro de André no termina de agradarle a Alan. Está muy tranquilo, casi feliz, a pesar de todo lo que se ve en las calles. Pero ahora no hay nadie más que pueda ayudarlos, no tiene otra alternativa que confiar en él.

-¿A dónde has estado? ¿No sabes nada de nada? –Al ver que el rubio responde negando con la cabeza, el conductor sigue con su explicación. –Pues verás, según las noticias una especie de virus raro se salió de control en el Centro Médico. Esto fue hace un par de días atrás, y comenzó a expandirse demasiado rápido entre las personas. Ya habrás notado lo que causa el virus ¿no? Parece que si alguno de los que están infectados te muerde, terminas como uno de ellos. –

-¿Y dónde están todos? ¿Muertos? –Pregunta Alan inmediatamente, preocupado por el paradero de sus padres. Quizá este tipo tiene alguna pista que lo pueda ayudar a ubicarlos.

-De verdad me sorprende que no sepas, lo estuvieron anunciando toda una noche en la televisión y en la radio. –

-No... No escuchamos nada. –Con toda la conmoción de lo sucedido en la escuela, nunca se les pasó por la cabeza encender la tv o algo por el estilo, solo cayeron dormidos en la cama y para cuando despertaron ya era muy tarde.

-El ejército vino para evacuar la ciudad y controlar el perímetro, así evitan que el virus se siga esparciendo. Decían que llevarían a todos a un centro especial para mantenerlos en cuarentena hasta estar seguros que nadie más está infectado. –

-¡Entonces mis padres deben estar ahí! –Una luz de esperanza surge dentro de Alan. -¡Vamos hacia allá! –

-Ey, tranquilo. Primero hay que curar a tu amigo, después si quieres te llevaré a la frontera y ahí los militares podrán hacerse cargo de ti. –El de barba pisa el acelerador para llegar más rápido a su destino. –Lo bueno es que ahora no hay que preocuparse por el exceso de velocidad. –

-¿Y tu? ¿No vas a salir? –Por qué alguien querría quedarse en una ciudad infestada de enfermos que quieren matarte, es algo que el rubio no logra entender.

-Oh no, mi grupo y yo nos quedaremos para recorrer la ciudad y ayudar a los que estén perdidos como ustedes. –

-Pero, ¿y tu familia? –

-¿Familia? Creo que no tengo de eso. –Los dedos del hombre aprietan con más fuerza el volante. -Mis padres me abandonaron cuando era un niño, si siguen vivos no creo que se preocupen por mí. –

-Lo siento... -Parece que no todos corren con la suerte de tener una familia que podría estar esperándolos en ese refugio fuera de la ciudad.

-No te preocupes. Y mira, ya casi llegamos. –Dice el conductor señalando un pequeño edificio blanco, con un cartel en la entrada que dice "Instituto Médico de Pediatría".

El lugar no es muy grande, pero cuenta con una planta baja y un piso arriba. Para Alan es algo familiar, ya había venido muchas veces cuando era más pequeño. Su madre solía ser muy cuidadosa con las enfermedades y lo traía a este sitio así se tratase solo de un resfriado. El mayor detiene el vehículo a varios metros de distancia, justo delante de la puerta del gran alambrado que rodea al edificio. Hace una señal con las luces y de inmediato se ve como alguien sale desde el interior y se acerca para permitirles ingresar. Es otro hombre, y al igual que André, tampoco tiene aspecto común y corriente, pero sí una sonrisa en el rostro. Su pelo es largo, sobrepasándole los hombros, y su ropa holgada. Tiene una apariencia descuidada. Cuando abre el gran portón, el auto avanza y se vuelve a detener cerca de las puertas del Instituto. -¡Jeremy! Ayúdame aquí, traigo un chico herido. –Dice el de barba mientras sale del automóvil y abre la puerta trasera.

El de pelo largo se acerca rápidamente ayudándolo a llevar a Marc hacia adentro. -¿Lo han mordido? –Pregunta algo preocupado.

-No, solo tiene un corte profundo en la pierna. ¡Doc! ¡Doc! ¡Trae una camilla rápido, tengo un herido! –Grita, al mismo tiempo que empuja con su espalda las puertas para entrar al edificio.

Desde el fondo del pasillo, una silueta viene corriendo mientras empuja la camilla. –Aquí está, pónganlo encima. ¿Qué tiene? –Otro hombre de lentes, pelo corto y bata blanca aparece. Pero su bata no está impecable, sino manchada de sangre. Seguramente debe ser por haber estado curando a otros heridos, o eso es lo que piensa Alan, que corre detrás de los demás mientras llevan a su amigo.

-Se ha cortado la pierna, haz lo que tu sabes y cúralo. –Dice André dejando que el médico se llevo a Marc.

Mientras las ruedas de la camilla van rechinando y alejándose, Alan intenta seguir al doctor, pero el hombre de barba lo detiene tomándolo del brazo. -¡Suéltame! ¡Quiero ver como está Marc! –

-Ey ey, tranquilo. Deja trabajar al Doc, espera aquí. –Cuando ve la expresión de preocupación del rubio agrega algo más para tranquilizarlo. –Está en buenas manos, no te preocupes. –

El hombre de pelo largo se va caminando y entra a una de las salas del pasillo, mientras los otros dos se quedan sentados en las banquetas esperando que la pierna de Marc se recupere.

Virus HDonde viven las historias. Descúbrelo ahora