-¡Mamá! ¡¡No!! ¡¿Qué hacen?! –
-¡Déjenla! ¡No! –
-¡Atrás! ¡Atrás o disparo! –
-¡No! ¡¡No, déjenme!! –
-¡Alan! ¡Suéltenlo! ¡¡No, por favor!! –
-¡Quédense quietos todos! ¡Apártense! –
-¡¡Mamá!! –
-Alan ¿Sucede algo? Estas moviéndote mucho. –Dice Marc desde la cama de al lado.
El chico rubio abre los ojos, agitado, pasándose las manos por la cara para quitarse el sudor. –No, no es nada. –Responde casi en un susurro mirando la figura del otro que poco se alcanza a distinguir en la oscuridad.
Al castaño no le convence la respuesta, y tira sus sabanas hacia atrás para ponerse de pie. Camina despacio hasta la cama contigua, para recostarse rodeando con su brazo el cuerpo de Alan. –Sabes que yo estoy aquí y nada te puede pasar, ¿verdad? –Le dice en voz baja muy cerca de su oído.
-Sí. –Dice el otro, aferrándose a su brazo y acomodándose nuevamente con la intención de quedarse dormido.
El amanecer se muestra una vez más, dejando caer la luz sobre ese pequeño huerto, improvisado y simple, pero que tan buenos resultados está dando. Una importante cantidad de verduras parecen estar felices por recibir el calor del sol, pero también por esa lluvia de gotas frescas que caen desde la regadera. Keli, la madre de Marc, suele levantarse muy temprano para cuidar su huerto del que está tan orgullosa, y del que todos los días cosecha algún fruto nuevo para llevar a la mesa.
-En un par de días ya podremos comer una deliciosa ensalada de tomate. –Dice la mujer en tono optimista mirando los pequeños frutos verdosos que muestran algunas manchas rojas. –Nunca vi a mi hijo comer tantos vegetales como ahora. –Agrega, sabiendo muy bien que eso solo sucede por las circunstancias en las que les toca vivir.
Noah, que está al lado, le responde con una sonrisa y sigue trabajando con la tierra como suele hacer todos los días, ayudando a Keli en el huerto.
Cuando el sol ya está más alto, cerca del medio día, la figura corpulenta del padre de Alan se acerca a la entrada de la casa. A veces cargando un buen botín, otras, como en esta ocasión, no tanto. Su tarea de todos los días es recorrer el campo y el bosque cercanos en busca de algún animal para poder alimentar a su grupo. Lo hace acompañado de Marc, que se ofreció voluntariamente para ayudarlo y así cubrir más terreno. Por lo general, Alan también va con ellos, pero hoy no es el caso. El rubio se ha quedado profundamente dormido, y para cuando se despertó los demás habían partido ya.
"Han pasado tres meses ya, pero aún siento ese vacío al despertarme que me dejó tu ausencia. No acabo de acostumbrarme a la nueva vida, no termino de comprender lo que sucede, pero tengo confianza de que lo que dice papá sea cierto. ¿De verdad volveremos a la vida normal algún día? ¿O solo estamos retrasando el mismo final que nos espera a todos? Quizá tú estás más tranquila ahora, que no tienes que vivir todo esto. Pero yo también estoy tranquilo, todo este lugar es muy tranquilo, demasiado tranquilo, los días son eternos, me desesper..."
-Alan, ya volvimos. –Dice su padre entrando a la habitación para ver cómo está su hijo. -¿Qué escribes? –
-Nada. –Dice el rubio cerrando el cuaderno y dejándolo bajo la almohada de su cama. -¿Cómo les fue? –Pregunta para desviar el tema.
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Virus H
Ciencia FicciónLa intervención de la ciencia en la salud puede salvar millones de vidas, pero también puede acabar con ellas. El brote inesperado de un virus que se expande rápidamente por el planeta trajo pánico a la población. El mundo da un giro inesperado haci...