La profesora interrumpe la clase. Hace varios minutos que unos ruidos afuera del salón no la dejan hablar tranquila. –Estos chicos son incontrolables... -Dice sacudiendo la cabeza y caminando hacia la puerta para gritarles que se callen. Es lo que tiene que hacer cada vez que un curso tiene hora libre y hacen del salón un escándalo, sin pensar que en los de al lado sí hay personas como ella que quieren dar clases. Pero lo que ve no son alumnos gritando y corriendo alegremente por los pasillos, sino un círculo de personas que parecen estar rodeando algo. Guiada por la curiosidad se acerca, y lo que ve la hace gritar incluso más que los alumnos de los que se quejaba.
Un gran charco de sangre se va expandiendo por las baldosas del suelo, mientras se abre paso entre los pies de los que están mas cerca, como un pequeño río rojo que corre buscando alguna desembocadura. Sobre él descansa el cuerpo de un adolescente, que tiene grandes heridas en sus piernas. Algunos de sus compañeros usan sus propias camisetas para detener el sangrado, que embebe de colorado las telas blancas. Las exclamaciones de horror de los presentes casi tapan el llamativo sonido que viene desde la puerta cercana. Sin embargo la profesora recién llegada a la escena no lo pasa por alto, y levanta la vista para ver de qué se trata. Puede ver el rostro de otro adolescente, pero este está del otro lado, en el interior del aula. Con los ojos enrojecidos y la boca goteando sangre fresca, golpea su cabeza contra el vidrio de la puerta, intentando pasar al otro lado.
Alan y sus compañeros pueden escuchar los gritos de su profesora, y no pueden contenerse de correr hasta afuera para averiguar qué es lo que sucede. Pero la mayoría detiene sus pasos al encontrarse con la escena, como si chocaran de frente con una dura pared, o la dura realidad de ver a un alumno desangrándose en el suelo mientras otro desde atrás de un cristal los mira con una cara digna de cualquier película de terror. Alan al verlo retrocede unos pasos asustado, chocando con quien está detrás suyo que para su fortuna es Marc, que pone sus dos manos sobre sus hombros para tratar de calmarlo.
-...de un momento a otro saltó y comenzó a morderle las piernas a su compañero de banco. No se qué le pasa... no pude hacer nada... lo dejamos encerrado porque quería seguir atacándonos a todos. –Dice entre lágrimas la profesora del otro grupo, que al ser tan joven aún no sabe manejar bien la situación.
Alguno de los alumnos debe haber alertado a los directivos, que llegan subiendo la escalera pocos minutos mas tarde preguntando también por lo sucedido. Los servicios médicos no se caracterizan por llegar rápidamente, y no se sabe cuanto pueda aguantar conciente el chico, que ya no se mueve ni habla mucho, después de haber perdido tanta sangre.
El sonido de cristal rompiéndose hace girar a todos hacia la puerta, para ver como el cráneo del chico que está del otro lado atraviesa el vidrio de un golpe seco. Muchos pedazos rotos caen al suelo, mientras que las puntas filosas que quedan se clavan en el cuello del adolescente que trata de llegar al otro lado. Su sangre empieza a caer por la puerta, pero parece no sentir nada, solo sigue avanzando con la cabeza mientras da mordiscos en el aire, con los ojos fijos en las personas que tiene enfrente. Todos hacen varios pasos hacia atrás, alejándose del chico que parece haber perdido todo rastro de humanidad. Todas las miradas están puestas en él, un grave error para los que están cerca del herido en las piernas. Nadie nota que los ojos del adolescente que esta tirado en el suelo se empiezan a tornar rojizos, justo antes de levantarse y aferrarse al brazo de uno de sus compañeros que trataba de detener su hemorragia. Clavando sus dientes en la piel descubierta hace que el chico grite de dolor. Ahora todos dejan de mirar al de la puerta para mirar al del suelo, que parece tener la misma locura que lo hace atacar a los demás. Una de las profesoras lo jala de los hombros para alejarlo del brazo, y lo hace, pero llevándose parte de la carne de su compañero dentro de su boca.
Un nuevo chorro de sangre ayuda a teñir el suelo de rojo, mientras todos gritan sin saber que hacer. Algunos son inteligentes y se alejan de todo ese horror bajando las escaleras. Alan y Marc son de esos, que descienden por los escalones a toda prisa. En medio del camino, se topan con los paramédicos que van en dirección contraria, pero no llevan en uniforme normal sino la vestimenta distintiva del Centro de Investigación Médica. Los chicos no les dan importancia, están más preocupados por llegar a las puertas de la escuela y largarse de allí. Con toda la conmoción no habrá nadie que controle si tienen o no permiso de sus padres para salir.
Pero lo que ven en el piso de abajo no les da mucho ánimo, ya que al parecer el mismo incidente se dio en otros salones de la escuela. Alumnos y profesores corren de un lado a otro, y hay muchos heridos en el suelo siendo atendidos por los mismos médicos. Los que causaron todo eso están encerrados en varias partes, se pueden escuchar los fuertes golpes en las puertas. Algunas que tienen cristal dejan ver a los atacantes al igual que el chico que estaba arriba, manchados de sangre y con sus ojos rojos. Marc agarra la mano de Alan, que se queda parado por un momento impactado por la situación, y tira de su brazo para obligarlo a seguir. Corren por el corredor que lleva a la salida, y pueden ver como un poco más adelante se abre una puerta de la derecha, dejando salir a un hombre bastante alto. El sujeto voltea hacia ellos, interponiéndose en medio del camino. Sus ojos color sangre deja en claro que no es alguien que pretenda ayudarlos. Alan agarra el brazo de su amigo con fuerza. Los tres se quedan inmóviles, esperando que alguno de el primer movimiento.
ESTÁS LEYENDO
Virus H
Science FictionLa intervención de la ciencia en la salud puede salvar millones de vidas, pero también puede acabar con ellas. El brote inesperado de un virus que se expande rápidamente por el planeta trajo pánico a la población. El mundo da un giro inesperado haci...