— ¡Verónica, muévete. La mudanza ya está aquí!
El grito ensordecedor de mi madre provocó que mis ojos se cerraran por unos momentos.
Una vez más debía dejar toda mi vida gracias al nuevo empleo que había obtenido mi madre.
Agradecía internamente que al menos no fuese fuera del país esta vez.
Vamos, Verónica. Con tan sólo diecisiete años ya he cambiado de ciudad más de cinco veces.
Por otro lado, mi padre, el conocido empresario Alexander Smith, decidió mudarse a Londres. Lejos de mi madre, y lejos de mi.
No fue porque no me quisiera, simplemente su trabajo lo mantiene ocupado. Sin contar que el divorcio de mis padres provocó que nuestra familia se fracturara levemente.
Había terminado de empacar las ultimas cosas que me quedaban por guardar, cuando salí de mi habitación y baje al living.
Mamá estaba hablando con la compañía de mudanza, dándole las indicaciones necesarias para que llevaran las cosas hacia la casa nueva.
— Finalmente estás aquí. Es tarde — puedo notar que no está de muy buen humor — ¿Te aseguraste de que no se te quedara nada?
— Sí, ya tengo todo.
Mi expresión no era la más adecuada, y ella lo sabía. Traté de convencerla de dejarme terminar la preparatoria aquí, pero se negó rotundamente excusándose con que soy menor de edad.
— De acuerdo, entonces vámonos.
Salió de la casa conmigo atrás de ella, subimos al auto y empezamos nuestro camino, sin saber que ese sería el inicio del peor día de mi vida.
Después de tararear algunas canciones de All Time Low y Twenty One Pilots, mamá bajó a buscar algo en el maletero, duré un par de segundos, hasta que abrí la puerta del auto para seguirla.
Se había tardado más de la cuenta, ¿Qué podría ser tan importante como para que nos detuviésemos a mitad de la carretera?
— El cable de mi celular — debe ser un chiste — Estoy casi segura de que lo metí por aquí.
Puse los ojos en blanco.
Al regresar, mamá puso el auto en marcha, al mismo tiempo que mandaba un mensaje.
Definitivamente esta mujer quería matarnos a ambas.
— ¿Podrías dejar el celular? Tendremos un accidente si continuas conduciendo así.
— Espera un momento — tenía una estúpida sonrisa en los labios, seguramente estaba ligando con alguien que conoció en línea.
Debería de ver Catfish.
De repente observé como un auto se aproximaba en dirección a hacia nosotras, me paralicé por un segundo, volteé a ver a mamá, quién seguía con la vista en su teléfono.
— ¡Mamá!
El grito causó que una mirada confundida se planteara en su rostro.
Cuando la luz del otro vehículo me cegó, lo único que pasó por mi mente fue llevar mis manos hacia mi cabeza.
[***]
El dolor de cabeza que causó la claridad, provocó que mis ojos volvieran a cerrarse. Volví a abrirlos, esta vez un poco más lento, buscando la forma de captar algo que no sea el color blanco.
Giré mi cabeza hacia la derecha, encontrándome con una figura familiar.
— ¿Mh? ¿Papá?
Mi brazo estaba conectado a unos tubos que alimentaban mi cuerpo con suero, mientras sobre mi rostro mantenía una mascarilla de oxígeno.
Inmediatamente se aproximó hacia mi, acariciando mi cabeza.
— Por fin despertaste, Verónica.
— ¿Y mamá? — busqué por toda la habitación, con la esperanza de encontrarla.
No me importó que me llamara por mi nombre, observé sus ojos, tratando de buscar una respuesta, sin embargo él sólo desvío la mirada.
— Mh, tú madre... - Sabía que cuando mi padre titubeaba, era que ocultaba algo, o que algo malo estaba pasando — Sus golpes fueron muy fuertes, y mientras estaba en la sala de operaciones, pues... — Volvió su mirada hacia mi — Falleció.
Sentí un vuelco en mi estómago, y casi al instante mi vista se comenzó a tornar borrosa, sentí que mis ojos se cristalizaban, no podía creer lo que acababa de oír, o tal vez, era que no quería creerlo, pero aun así, sin pensarlo, comencé a llorar frenéticamente, papá trataba de consolarme, diciéndome que todo va a estar bien, que no me alterara, que mi estado era delicado y mi salud dependía de ello.
Había pasado toda mi vida con mi madre, y aunque en mi corazón existía un poco de resentimiento ya que gracias a sus decisiones, mi padre y yo nos separamos. Sería idiota e injusto no sentir dolor ante su partida.
Después de hablar con el doctor, luego de dos semanas en el hospital, después de muchos tratamientos y muchas agujas, llegó el día, me habían dado de alta.
Caminé fuera de la habitación, apoyando el brazo en el de mi padre, caminando hacia la salida del hospital. Aún me costaba mantenerme de pie.
No sabía que me esperaba en el exterior de este lugar. Me sentía como un barco sin faro, como si no tuviese un norte. Mi madre había sido mi impulso todos estos años, y a pesar de que jamás se lo agradecí, jamás me había esperado que la vida me la artebatara tan pronto.
Soy solamente una niña.
Solté un suspiro, dejando que mi peso descansara sobre mi pie sano. A pesar de que mi padre llevara todo mi peso, me sentí cansada por un instante.
– ¿Estás bien, pequeña? — Preguntó, alzando mi mentón cuando mi vista se perdió en el suelo.
Dudé en responder. Siempre he admirado a mi padre, y el hecho de que jamás haya estado presente en mi vida me hace dudar se mi respuesta.
— Tengo miedo.
El susurro salió cuando mis ojos conectaron con los azules de él.
Me dedicó una pequeña sonrisa, y luego abrazó mi cuerpo, dejando un par de caricias en mi cabello.
— Todo va a estar bien, nos tenemos el uno al otro.
No me había dado cuenta de las canas que adornaban su cabello. Había pasado tanto tiempo.
Sin embargo, no dejaba de verse atractivo. El costoso traje se encontraba levemente mojado en la parte de adelante, gracias a las lágrimas que había soltado en el abrazo.
Asentí con mi cabeza, y volví a apoyarme en su brazo para así caminar a la salida de la clínica.
Aquí vamos.
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Entre El Rubio Y El Rizado (HS. LH) [En edición]
Fanfiction― Maldición, solamente a mí me pasan estas cosas ― Dije en voz alta ― ¿Cómo es posible que dos chicos, que son hermanos, puedan estar enamorados de mi y al mismo tiempo? O sea, esto es ridículo, ya hasta parece telenovela. Sigue a Ronnie en esta al...