Una puerta abierta

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- ¡Leo! - gritó Tamy. Vestida con un vestido rojo de mangas ajustado -, me alegro que hayas podido venir. Venga. Pasa - dándole un vaso a su cohibido amigo.

Ese traje azul que Blas le había regalado era una talla más grande que él, pero era el único que tenía. Había peinado su cabello de forma que cayera a la izquierda sobre su frente. Un peinado sencillo para no llamar la atención. Así había logrado su novio que nadie le viera.

Sonrió y se alisó una arruga que se le había hecho en el saco, se lo acomodó y siguió a su amiga entre la gente qua había. Leo se sentía estúpido, sin Blas ahí se sentía inseguro, sentía que no encajaba con el ambiente. Sin mencionar el miedo que tenía de que apareciera de la nada. Quería estar con él.

- ¿Te he dicho que me encontré con Julia? - Leo negó con la cabeza. No tenía móvil desde que Blas le encontró una conversación con un compañero del ballet, no fueron más que simples preguntas del vestuario, pero eso hizo que le prohibiera tener y estar en contacto con sus amigos -. Bueno. Pues te recuerda con mucho afecto.

- Ya - sonriendo -, pues mándale mis recuerdos.

- Claro - sonriendo, pero desviando su mirada -. Dame un momento - le dijo Tamy alejándose para recibir a otros invitados.

Dio un par de vueltas sin mirar a nadie en especial. Era una pena que no le sentara bien la ropa que llevaba, porque esa carita lavada siempre asustada resultaba de lo más hermoso que jamás se había visto. Era un manojo de pequeñeces; con una torpeza al caminar, con hoyuelos que se mostraban cada vez que su mirada coincida con la de alguien más o cuando cometía una torpeza y nadie estaba mirándolo.

Rara vez levantaba la cabeza o despegaba la mirada de su vaso, pero algo lo hizo levantarla; un par de destellos ansiosos de capturar su atención. Era el chico del teatro, ese chico que por alguna razón le provocaba algo que no debía sentir, así que regresó de inmediato la mirada a su vaso y siguió.

Conversó con algunos conocidos, vagas charlas sin tema en específico, no tenía mucho de qué hablar. Estos meses dejaron de ser de viajes y escapadas con Blas, quién era el único que salía y dejaba a Leo en casa, esperando su regreso. Claro que Leo ignoraba todo lo que Blas hacía en esos viajes de negocios y de trabajo que le decía que hacia.

- Es toda una pena - dijo llamando su atención. Luego de dos tragos de vino, luego de pensar cómo se iba a acercar, qué le iba a decir.

- ¿Qué es una pena? - preguntó Leo inconsciente, pero con todas las ganas de hablar con él, cualquier tontería que le dijera era aceptada.

- Que alguien tan guapo use un traje tan feo.

- Me...me lo han regalado - desviando la mirada de ese chico que era más, mucho más guapo de cerca, avergonzándose de estar en el mismo lugar que alguien como ese chico.

- Pues ha de ser alguien que está celoso de ti... - bromeando.

- Me lo ha regalado mi novio... - Álvaro miró que había sido un comentario desagradable para el chico.

- Disculpa. No, no fue mi intención ofenderte.

- No...importa - admitió -, y es cierto - viéndolo mejor, no quería decirlo, pero alguien más estaba de acuerdo -, que es muy feo - esperando que alguien le regañara, pero no pasó.

Ambos se rieron y Álvaro siguió haciendo conversación - ¿Conoces a la anfitriona? - acercándose a él, rompiendo el silencio que se había generado.

- Sí. Es...amiga mía - dando un sorbo a su soda.

- Ya veo. Soy Álvaro Gango.

- Leo... - con un blandengue apretón de mano, realmente no tenía demasiada práctica con eso de socializar. No miraba a los ojos, agachaba su cabeza y era algo seco.

Chance My MindDonde viven las historias. Descúbrelo ahora