No es miedo

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Álvaro volvía a su casa una tarde, cuando el sol ya estaba oculto, llevaba algo para la cena. Pero unas cuadras antes de su casa, alguien lo jaló hacia un callejón oscuro.

- ¡Qué mierda! - gritó

- Calla - golpeando su cabeza con la pared -, que ya me he enterado que eres tú quién esconde a Leo.

- No sé de qué... - ganándose otro golpe en el estómago, logrando doblarlo.

- ¿Me tomas por tonto? - preguntó con una risa burlona. Álvaro le veía a la cara, pero parecía que eso no le provocaba ningún problema a quién le propinaba la golpiza de su vida.

- ¿Dónde está? - golpeándolo en el pecho, esta vez con el pie, Álvaro había caído por el dolor del primer golpe.

- No te lo voy a decir - escupiendo sangre. Viendo desafiante al rubio que le veía desde arriba.

- No te quieras poner chulo conmigo, idiota - dándole otra patada -. Es mejor que me lo digas...

- No - recibiendo otra más.

- Mira, sí ya llegué hasta aquí no me tomará mucho encontrar tu casa.

- No te le vas a acercar - intentando ponerse de pie, pero siendo tirado de nuevo por el rubio.

- Ya lo veremos - dándole un último golpe. Alejándose de él.

Pasó un tiempo para que Álvaro se pusiera de pie y se asegurara de que era seguro volver a su casa. En cuento abrió la puerta, Leo fue a recibirlo, pero esa alegría se convirtió en susto al verlo sangrar.

- ¡Dios mío! Álvaro - ayudándolo a entrar.

- Estoy bien... - tosiendo despacio, las costillas le dolían.

- Álvaro, no me mientas - sonando ingenuo.

- Vale, me han golpeado. 

- ¿Le has visto el rostro? - haciendo que Álvaro se colgara de su hombro.

- Pues regular - tosiendo por el dolor -, era rubio, un poco más bajo que yo y...tenía una cicatriz debajo de la mejilla...

- Dani... - susurró Leo.

- ¿Le conoces? - sentándose en una silla del comedor.

- Es...era...no sé, amigo de Blas. Su mejor amigo según sé y creo que es cierto. Él nos presentó en una fiesta.

- Ya.

A tres semanas de estar ahí, Leo había aprendido a moverse con total libertad por la casa, así que supo donde encontrar el botiquín.

- Lo siento tanto - curando las heridas -, no creí que... - comenzado a sollozar.

- Hey. No llores. Que ese idiota no merece ni una lágrima más tuya.

- Pero sí te han dejado casi irreconocible...

Álvaro ignoró el regaño, el ardor del antiséptico y por un momento se perdió en Leo -. Sería capaz de lo que fuera con tal de que seas feliz - tomando su barbilla, sonriendo con el ojo morado, cerrado; con las costillas adoloridas y sangre seca en todo su rostro, limpió las lágrimas de Leo logrando sacarle una leve risa.

- No sé cómo sonríes todo el tiempo - continuando con su faena de curar sus heridas. Buscando un tema para no sentir tanta incomodidad de que Álvaro no le apartaba la mirada de él. 

- Muy fácil. Verte me causa una gran felicidad - sintiendo su mejilla.

- Esto ya está - concluyó Leo, sin saber qué responder a tal halago -, con una ducha estarás como nuevo.

- Gracias - poniéndose de pie, viéndolo alejarse.

Leo por su parte hizo lo propio y levantó todo lo que había usado, viendo a Álvaro intentar despojarse de la ropa revolcada y rota, llena de sangre, su sangre. La que había derramado en su defensa que su primer impulso fue ayudarlo a quitársela. Viendo detenidamente el torso desnudo y velludo de Álvaro, bajando la mirada cuando lo pilló haciéndolo.  - Gracias - respondió y antes de alejarse, Leo le dio un fuerte abrazó lleno de cariño que casi se fundían.

- Gracias a ti.

- No hay que darlas - admitió poniendo sus manos sobre las de Leo, quién luego de separarse le dio un beso en la mejilla. Viéndolo a los ojos y sin resistirte uno en la boca. Corto, por no tener la altura necesaria para seguirlo.

- Bueno - admitió Álvaro luego del beso -, vete a dormir, yo tomo una ducha y preparo todo para irnos por la mañana.

- Vale - riendo como niño que acaba de hacer una travesura.

Por la mañana despertó de nuevo en sus brazos, sintiendo su respiración en su oído; su mano entrelazada con la suya; sintiéndose protegido, sintiéndose querido. Cerró por un momento sus ojos y cuando los abrió despertó solo en la cama, pero no tardó en ver a Álvaro ya vestido para un nuevo día, guardando ropa en una maleta. Parecía que el dolor de la golpiza de ayer había pasado.

- ¿Dónde iremos? - poniéndose de pie, besando la mejilla barbada de Álvaro, la que jamás dejaría de causarle cosquillas y la que le sacaba una sonrisa por ello. Abrazándolo por la espalda, recargando su barbilla en el hombro del moreno.

- Nos vamos de vacaciones - sentenció Álvaro cerrando la última maleta, sonriéndole y dándole un leve beso en la nariz.

- ¿Vacaciones? Álvaro sí no... - Leo seguía sin entender qué hacia Álvaro, parecía que lo de ayer no le había provocado otra cosa que seguridad. Algo que al castaño le había ocasionado más inseguridad que nunca, confirmaba que Blas lo estaba buscando, y seguro que ya había interrogado a Tamy y a David, o a alguien del teatro.

Pero Álvaro lo tomaba como salir de vacaciones. Como sí su vida juntos hubiese llegado al punto del estanque y necesitaban avivar de nuevo esa chispa inventada por él. Vaya forma de generar seguridad.

- Bueno, después del baño y el desayuno, por supuesto - viéndolo, su carita seguía adormilada.

- Pero...

- Que sí. Y no se discute, que te veo muy pálido y es verano.

- ¿Vamos al mar? ¿Dónde? - emocionándose.

- No lo sé, ¿Alicante? - revisando su armario, pensando en qué más podía llevar.

- Me gustaría - pensó primero en su Málaga. Jamás había visto el mar, ni mucho menos sentir ese terral que tanto había oído maldecir por los que iban por ahí. En su montaña no llegaba tan fuerte el calor -, jamás he visto el mar.

- ¿Pero es verdad eso?

- No. Bueno, hace tiempo, cuando recién salí de la escuela fui a Bilbao pero fue todo. No me he bañado en él nunca.

- Bueno. Pues Alicante será. Tengo un amigo ahí. Seguro nos dejará quedarnos con él unos días.

Cuando salieron, Leo vio otro auto. No era el que David le había dado a Álvaro.

- He vendido el otro. David está enterado.

- ¿Y él está bien? ¿Y Tamy?

- Ellos están bien. Dijo David que Blas fue a verlo - subiendo todo al coche -, le dijo que estaba arrepentido y todo eso, que quería volver contigo... - y sólo en ese momento, Álvaro sintió algo; no supo bien qué, pero creyó que al oír eso, Leo volvería de nuevo a los brazos de Blas. Pero no fue así.

- Ellos son listos. Jamás se creyeron eso...ellos no eran tan estúpidos como yo...

- No eres estúpido - le dijo Álvaro -, todos cometemos errores alguna vez al enamorarnos.

- Lo dices porque no me conoces...

- Lo digo - acercándose a él lentamente -, porque te conozco tal y cual eres, porque sé que este eres tú - riendo, tomando sus mejillas -, y tú no eres estúpido.

Chance My MindDonde viven las historias. Descúbrelo ahora