Su lado vacío

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Carlos era un amigo que Álvaro había conocido en la universidad y era el dueño de la casa en la que pasaban sus días él y Leo en Alicante y que dormía en el dormitorio principal, arriba de la planta de donde estaba la habitación donde ambos dormían.

No preguntó sobre su relación. Las manos entrelazadas lo explicaban todo, sus risas en el desayuno, sus miradas que se encontraban durante las tardes que los tres pasaban frente al televisor viendo pelis denotaban que era más que una amistad.

Por lo cual, esa mañana, al sentir su lado de la cama vacío y las sábanas revueltas y frías, se asustó. Parecía que llevaba tiempo así, que Álvaro se puso de inmediato de pie, caminado descalzo, en bóxer y con un temor enorme.

- ¿Leo? - dio golpecitos en la puerta del baño y la abrió, notando que estaba vacío. Respiró profundo y salió al salón, a la cocina y al comedor, no estaba por ningún sitio. Comenzó a preocuparse. Entró de nuevo a la habitación y cogió algo para cambiarse, subió a donde estaba la habitación de Carlos, y tampoco respondía, terminó de reía se le resto de la casa y de nuevo bajó a su habitación.

Mierda, mierda, ¡mierda! Se repetía, ¿en qué momento sus brazos dejaron de sentirlo? ¿Se fue o entraron a por él? Todo seguía en orden así que no había forzado nada. Seguro había entrado Dani, se lo había llevado y... "No", se dijo. No quería no pensar en todas las cosas que podía hacerle a Leo. Se apresuró, tal vez sería demasiado tarde para...

- Buenos días... - dijo una voz risueña, tapado los ojos de Álvaro que seguía sentado en la cama. Haciendo olvidar cada idea.

Leo era tan ligero y Álvaro estaba tan nervioso que no sintió el momento en que el primero subió a la cama y pilló distraído al segundo, haciéndolo ver que ya no podía vivir sin él, sintiendo sus manos, cálidas y pequeñas.

Cuando por fin lo dejó ver, su sonrisa estaba de par en par en su rostro. Pero Álvaro tenía un susto tremendo en su pecho que no lo calmaba con sólo verlo. Así que tan pronto reaccionó:

- ¿Dónde estabas? - gritó alterado Álvaro, rojo de la impotencia, aliviado de que siguiera ahí, abrazándolo fuerte, poniéndolo de pie en piso de un sólo tirón, sólo para confirmar que estaba entero, sintiendo su rostro, memorizando cada detalle de ello.

Al verlo, Leo se limitó a no decir nada más que: - Yo...preparé el desayuno, en la terraza y quería darte un sorpresa... - viendo lo que eso había ocasionado en Álvaro -, disculpa. No quise preocuparte...

¡Dios! Realmente lo quería que lo volvió a abrazar para calmarlo -. Está bien. Está bien, no importa, estás aquí y no va a pasar nada malo - calmándose a sí mismo

- Pero no lo vuelvas a hacer - acomodando su fleco detrás de su oído -, no necesito sorpresas, necesito que estés a salvo y...

- Yo estoy a salvo - dijo avergonzado  -, contigo me siento seguro y por eso quería hacerte el desayuno - acercándose a su pecho y quedándose ahí por un largo rato, rodeado por los brazos de Álvaro.

Este, sonrió al sentirlo cerca, y entonces no se pudo contener más y lo besó; primero lo sujetó de sus mejillas, recorrió sus brazos y luego lo tomó de la espalda esperando que sus cuerpos se fundieran. - Te quiero - admitió cuando la frente de Leo se postró en su boca, recuperando el aliento que lo había llevado de nuevo a la vida, abrazándolo.

- También yo, Álvaro. También yo - dándole otro beso largo, suave y de puntillas.

- ¿Pero qué pasa? - preguntó Carlos tras haber oído gritos por parte de Álvaro, entrando a la habitación llena de aire caliente y pereza en la que vio esa escena de sus amigos abrazados.

- Que este chico que me ha sacado un susto...

- Leo. No hagas esto, que tras el susto del otro día...

- Ya. Lo siento. Pero...he preparado  desayuno.

- ¡Pues a que esperamos! - corriendo a la terraza. Haciendo reír a ambos, quienes salieron abrazados.

Chance My MindDonde viven las historias. Descúbrelo ahora