¿Amigos?

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- ¿Qué plan tienes para hoy? - preguntó Leo -, que llevamos una semana en Alicante y no hemos hecho nada más que salir a cenar cerca - algo había pasado ya. Las formalidades se habían ido y ahora el castaño se recostaba en el pecho de Álvaro para ver la nada, para debe su corazón latir sincronizado con el suyo.

- ¿Qué te apetece hacer? - viéndolo desde su lugar.

- Me prometiste ir a ver el mar.

- El mar... ¿Quieres ir al mar? - levantándolo de un tirón del sofá -, iremos al mar - cargándolo como un costal, en su hombro. Oyendo como reía Leo ante tal osadía - ¡iremos al mar!

Luego de un rato de estar alistando la salida, Leo se miró al espejo. Se sentía extraño, no reconocía a su reflejo, estaba claro que era otro, tal vez más alegre, pero...

- ¿Pero tú quieres que salga así? - revisando la forma de su trasero, cómo llenaba el bañador que le llegaba por encima de las rodillas.

- ¿Cómo? - se asomó Álvaro desde el armario donde rebuscaba algo para él, viéndolo de una forma en que no lo había visto.

- Pues...así. - señalando su conjunto de bañador azul con decorados en anaranjado, a juego con una camiseta de tirantes amarilla, mostrando sus clavículas bien marcadas y un leve trapecio sobre sus hombros, sus brazos delgados, con músculos pequeños pero fuertes. Era una sensación incómoda estar tan descubierto. Nadie más que Blas lo había visto así. Ni Álvaro, con quién dormía y a quién sí había visto así muchas veces.

Le tenía a su cuerpo y todo era por Blas. Siempre lo miró con lujuria, pensó que cuando le daba todas esas prendas holgadas, lo protegía de que nadie más le viera así. Incoherente, cierto, por el hecho de ser bailarín de ballet...

- ¿Cómo piensas ir sino así a la playa? - cruzó sus brazos preguntó haciendo un mohín.

- ¿Pero...me veo bien? Es que... - volviendo a mirar su trasero.

- Estás bien. Cuando lleguemos verás que todos visten así. Y seguro que base se fija en ti... - volviendo a su búsqueda.

Cuando llegaron, estaba tranquilo, pocos visitantes, pero los suficientes para cohibir a Leo. Quién caminaba junto a Álvaro, un poco aleado de él. Teniendo de pronto que alguien pudiera verlo con él...que Blas lo viera con él.

- ¿Conoces a alguien aquí? - preguntó Álvaro levantando sus gafas de sol.

- No yo...había olvidado lo que es caminar con...un chico - soltando una leve risa nerviosa -, he...perdido práctica.

- ¡Álvaro, macho! - gritó alguien y un grupo de chicos se acercaron a ellos.

Se acercaron a saludar unos conocidos de un teatro cerca que también tomaban un descanso.

- Él es Leo. Un amigo.

El castaño respingó la nariz ante tal afirmación. Compartían sueños, cama e incluso comida, ¿y eran sólo amigos? Pero... ¿Qué más podrían ser sino sólo eso?

Pensó por un momento que era su culpa. El fantasma de Blas no le dejaba ser feliz. Seguía estando alerta, temeroso de que lo encontrara. Pero... Un simple gesto, un toque de Álvaro lo hacía olvidarlo.

- Pues estoy seguro de que no... - soltó Leo con una leve risa, luego de un rato de oír la conversación de los chicos, creía que era momento de intervenir, desde el cómodo pecho de Álvaro.

- ¿Lo crees? - preguntó un chico moreno dando un sorbo a su coca cola.

Eso detonó algo en Leo que lo puso inquieto. Había oído mil veces esa pregunta y siempre era la misma respuesta: "claro que no. Que va saber este de un tema así..." Y siempre de la misma persona: Blas. Cuando estaba con él y sus amigos discutiendo en algún bar jamás tomaban en cuenta su opinión, pero este no era el caso.

Chance My MindDonde viven las historias. Descúbrelo ahora