Trozos de papel

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"Nunca dejes de sonreír. :)"

Leyó una última vez antes de meter la llave de su piso. Guardó el trozo de papel en el bolsillo en donde lo había encontrado, recordó ese día y por fin entró, volviendo a esa expresión cohibida que en pensar ver a Blas le provocaba.

- ¿Han llorado mucho? - preguntó Blas desde el salón, viendo un poco de TV, ignorando la leve alegría que tenía Leo.

- ¿Llorar? ¿Quién y por qué? - que le hizo olvidar con quién hablaba.

- Cierto - masculló Blas -, olvidé decirte que hoy era tu último ensayo. - apagando la TV.

- ¿Qué? No...la...la... - tenía miedo de defender su posición. Se hacía cada vez más pequeño al momento en que Blas se iba poniendo de pie del sofá -, creí que me dejarías siquiera estar en el estreno... - bajando la mirada, apretando los ojos, con Blas jamás se sabía por dónde iba a comenzar.

- Vamos Leo, mírame - ordenó con una voz que esforzaba tranquilidad -, tú no necesitas estrenos o ensayos para ser feliz. Sólo basta que esté yo contigo - sintiendo la mejilla del castaño.

- Pero...

- Leo, déjalo ir. Pronto no necesitarás de nada más que está linda sortija para que todos te vean y sientan envidia de ti...

Aquello, lejos de parecer una pedida de mano, parecía ya un acuerdo al que habían llegado.

- Venga, dame tu mano - pero Leo veía la sortija. No quería que le envidiaran la suerte que tenía... -. Leo...la mano - sonriendo. Leo no lo hacía, no quería que nadie tuviera su suerte.

- No - sin saber a qué decía no. Sin entender qué se había roto dentro de él para hacerlo.

- ¿Disculpa?

- No quiero dejar el ballet... - Blas en ese momento le soltó una bofetada.

- ¡Tienes que hacerme caso! - caminando hacia él, mientras Leo se arrastraba hacia su esquina, donde afrontaría cualquier cosa.

- No - insistía. Y mientras más la repetía, más crecía en esa palabra, más se aferraba a ella, a pesar de lo mal que podía acabar sí la seguía diciendo.

- Sí. Porque vas a ser mi esposo y me debes hacer caso...

- No quiero - eso lo hizo enojar más.

- Ven aquí - tomando mi brazo a la fuerza -, mírame. No vas a encontrar a nadie que te quiera como yo...será mejor que aceptes lo que te doy...

- ¡Me lastimas! - gritó por fin, ignorando los gritos y Blas se detuvo a verlo. Tenía miedo, estaba temblando y se estaba sobando la mano.

- Yo... Leo discúlpame - dijo arrastrándose hacia él que se encogía más, perdiéndose en la oscuridad.

- No - volvió a responder.

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