La noche va a llegar

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- ¿Álvaro? - dijo una voz que insistía -, ¿me estás escuchando?

Álvaro tardó un momento en dejar de ver el escenario los movimientos embelesantes de un bailarín, que bailaba con una chica. Se movía delicado, pero firme y con una elegancia tan explícita que lo hacía sonreír -. Sí. Sí. Disculpa.

Dando una última mirada al castaño que terminaba viendo a la chica -. ¿Me decías? - cruzando sus brazos y volviendo la mirada a su amigo, pero de nuevo distrayéndose pero está ves por su sonrisa.

Había vuelto a Madrid. Luego de una gira por algunas ciudades con una puesta en escena nueva y vibrante que lo primero que hizo fue a visitar a sus amigos del primer teatro en el que había trabajado. Esperó verlos algo crecidos y maduros, ver cómo el teatro se había vuelto pequeño para todo lo que había vivido. Pero lo que no esperaba era encontrarse con ese chico que le había llamando tanto la atención. tenía el cabello castaño quebrado, que en su fleco suaves ondas se marcaban; ojos grandes café claro; nariz fina en punta y labios pequeños finos y alargados que carecían de un color rosado, por lo que se perdían con el color pálido uniforme de su piel, lo que a veces parecía inexpresivo o algo enojado.

Lo miró bailar, levantar a su pareja de baile sin mucho problema, girar en su eje sin marearse y sonriendo al final. Era un excelente bailarín. Todo iba bien hasta que en todo el teatro se oyó:

- Pero bueno - sintiendo el culo firme del bailarín -, cada día más bueno - asustándolo, poniéndolo incómodo porque lo hacía frente a todos sus compañeros y a dos desconocidos que acaba de notar en el teatro. Avergonzándose más porque uno de ellos, el moreno, no le quitaba la mirada encima.

- Blas - resopló con voz un poco temblorosa -, que sorpresa - aceptando su beso invasivo y casi agresivo por parte de su novio. Sintiendo sus manos recorrer su cuerpo desesperadamente. Afortunadamente podía ocultar que a pesar de todo, sus manos le provocaban algo en él.

- Es lo que pretendía - robándole otro beso. Sintiendo su cuerpo sin vergüenza alguna - ¿quieres ir a comer?

- Sí - ocultando su nerviosismo con emoción -. Pero después del ensayo. Que aún...no termina - señalando con la mirada a su alrededor. Viendo a la compañera que había tirado por culpa de Blas.

- Lo siento - gritó al director de escena que estaba viendo desde lejos -. Disculpa - ayudando a ponerse de pie a la chica. Dejando el escenario.

- 'illo. Que esto no es aceptable - le dijo su compañera una vez cerca de nuevo.

- Lo sé. Lo siento - obedeciendo la orden de iniciar de nuevo todo.

Álvaro se recargó en una pared para ver el ensayo. Era exquisito, lleno de arte en cada paso que daba, dejándose llevar por la dicha y la alegría de hacer lo que le gustaba. Un chico especial.

- ¿Vienes? - preguntó su amigo a Álvaro luego de un largo rato.

- ¿Los conoces? - señalando el escenario.

El chico hundió sus hombros -, pues son los chicos del ballet del teatro. No les conozco de nada.

- Ya - concluyó Álvaro, mirando un rato más al chico vestido de príncipe -. Vete tú. Te veo mañana.

Cuando la tarde comenzaba a volverse fría, Álvaro estaba recargado en una pared, viendo pasar a la gente. Con sus manos en los bolsillos de su vaquero ajustado, con el pie izquierdo recargado en la pared, sintiendo su barba, pensando en él. Lo vio salir al último, pero se veía diferente: usaba ropa dos tallas más grandes que él, miraba hacia abajo y su sonrisa se había convertido en una línea inexpresiva.

Sintió su presencia. No quería voltear y confirmar que ahí estaba parado, pero fue inevitable, sus miradas se cruzaron fugazmente que lo hizo sonreír. Porque Álvaro sonreía tan fácilmente que lo contagió haciéndolo girar de nuevo la mirada al frente al oír los pasos provenientes del recinto, bajando la mirada esperando sentir la mano de su novio en su hombro.

- Tengo planes para hoy - admitió el chico de cabello blanco, que lo tomó de la cintura y comenzando a andar a la avenida mientras le platicaba esos planes.

Álvaro se percató de algo: esa sonrisa forzada. Una incomodidad por cómo lo trataba ese chico. Mientras paraba un taxi, volteó para confirmar que ese chico barbado seguía ahí, sonriendo levemente, pero ahora algo afligido. Él la ignoró y regreso a ver a su novio, sonriéndole y tomando su mano.

Durante la cena, los detalles, las caricias y sonrisas por parte de Blas hacia su novio no paraban. Todo de nuevo estaba bien. La noche anterior no había pasado y no era necesario siquiera recordarla. El castaño sabía de sobra, que esta cena era para decirle perdón.

De nuevo las manos de Blas recorrían desesperadas cada parte de su piel, esos labios eran su veneno, de los que el castaño bebía cada noche como esa, en las que sus pantalones volaban antes de caer en la cama, cuando la lengua de Blas recorría todo su cuerpo; y el castaño sentía su espalda firme; disfrutando cada beso desesperado que Blas dejaba por todo su cuerpo; sintiendo la brusquedad de cada acción de su novio de cabello blanco: voltearlo, abrirle las piernas, invadir su entrada con sus dedos y luego embestirlo como sino hubiera mañana, apretando sus tetillas, succionándolas como sí le fuera a sacarles algo, corriéndose en su boca, en su pecho, en su culo...cayendo a su lado, durmiendo abrazado a él, dejándolo tan cansado que ni de pensar le daba oportunidad.

Chance My MindDonde viven las historias. Descúbrelo ahora