El verbo del amor

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Caminaron hasta el parking y mientras llegaban, Leo aprovechó para expresarle por fin lo que sentía por Álvaro.

- Me la he pasado increíble. Gracias - abrazando el brazo de Álvaro, sintiendo con su mano su rostro, admirando cómo la luna lo iluminaba, rozando sus labios con sus dedos y por fin de nuevo besándolo, tomándolo por la cintura y Álvaro tomando sus mejillas.

No hacían nada malo. La luna veía miles de enamorados besarse, y hasta donde sabían era alguien discreta en esos asuntos. Pero no era la única que les veía. Una sombra se perdió en la oscuridad de la noche.

Subieron al auto y fueron de nuevo a la casa de su amigo.

- Voy a la ducha - anunció Álvaro tan pronto entrar a la casa vacía.

Leo dejó sus cosas y se metió en la habitación donde dormían. No había lugar más seguro que ese. Jamás lo había siquiera imaginado, no era alguien especialmente peculiar y así, en plena tristeza, llegó él, mostrándole lo que era el verdadero amor. Le gustaba verlo rondar cada paso que daba, verlo cuando ya estaba de pie antes que él, esperando a por él, con una sonrisa.

Era el chico que siempre lo atrapaba en sus brazos para dormir. ¿Cómo no iban a desaparecer sus penas en tan increíble lugar? Así que sí. Era perfecto, pero falta tal vez una cosa.

Cuando Álvaro salió de la ducha con una toalla liada en su cintura, miró la cama hecha, pero no estaba Leo. Salió al salón, había una música leve, algo sutil de fondo y algunas velas.

- ¿Leo? - imaginando la sorpresa que tal vez estaba preparando. Caminando al último sitio: la cocina. Estaba también vacía, soltó una sonrisa, Leo no sabía cocinar y no iba a ser el día en que... Sintió cómo le tapan los ojos con un trozo de tela suave.

- ¿Leo? - pero este lo cayó poniendo su dedo en su boca. Álvaro trató de atraparlo pero sólo oyó una risa al ver el fallido intento.

El castaño, caminó alrededor de Álvaro, dándole pequeños roces con sus dedos a su piel, despertándole deseo, haciéndolo imaginar todo lo que podía hacer con esos dedos.

- Leo. Que no es justo. Que no estamos iguales... - tratando de encontrarlo con las manos. Riéndose, era divertido, emocionante y algo excitante.

Leo soltó aire y por fin se fue acercando poco a poco a Álvaro y con una voz sensual le preguntó: - ¿Quién dice que no estamos iguales? - tomándole la mano y llevándola a su pecho desnudo, provocándolo. Por dentro temblaba, jamás vio la intimidad como algo que pudiera disfrutar y menos llevar el control.

Se fue acercando poco a poco a los labios de Álvaro y los rozó despacio. Tomó de nuevo las manos del moreno y está vez las deslizo por su espalda hasta su culo, donde quedaron fijas mientras se besaban y Leo le quitaba la toalla, despacio la dejó caer liberando el miembro erecto de Álvaro. Sus labios recorrían sus mejillas, su hombro, sus pectorales, y el moreno sólo se limitaba a emitir gemidos de placer por tales actos; recorrió con sus labios hasta el ombligo y poco más abajo, deteniéndose ahí y volviendo a subir, Álvaro sólo se limitaba a sentir el cuerpo de Leo, que no era poca cosa.

- ¡Vamos..! - gimió Álvaro levantando la cabeza, riendo al sentir de nuevo que Leo volvía a besarle los labios, bajando de nuevo, repasando cada músculo de su vientre, sintiendo cada espasmo que le provocaba. Podía sentir irradiar calor del miembro de Álvaro, que se movía impaciente, demandaba atención.

- ¿Quieres que te ruegue? - insistió Álvaro al sentir por tercera ocasión ese juego que Leo jugaba con él.

Leo se puso de pie y le dio otro beso y en su oído respiró despacio, haciendo que Álvaro mordiera por completo su labio inferior y reo grieta su cuerpo, imaginándose todo aquello que esa boca podía hacer - Pídemelo - susurró antes de morderle el oído y bajar despacio.

- Por favor...hazlo...

Leo sonrió y bajó por completo, sacó un poco su lengua, así y sólo así tal vez coincidir con la punta del miembro de Álvaro. Algo que volvió loco al moreno cuando ocurrió ese choque. Era algo refrescante y excitante.

- ¡Vas a hacer que caiga rendido! - queriendo mandar al carajo el juego, pero Leo controlaba el momento, lo movió hasta la mesa de la cocina y lo sentó y él cayó de rodillas. Su aliento en su miembro era locura para Álvaro, esa sensación de que se iba cerrando poco a poco la boca del castaño alrededor de este...conseguía que Álvaro se torciera de placer, hasta que por fin lo hizo. Todo el miembro de Álvaro yacía en la boca de Leo, que disfrutaba y succionaba.

Antes de que Álvaro pudiera tomarlo, Leo lo puso por completo sobre la mesa, y cayó sobre él. La venda se le había zafado un poco y podía verlo.

- No. Aún no - dándole un beso. Repasando su cuerpo. Álvaro hacia lo mismo, la curva de la espada de Leo era suave, delicada y tersa, su trasero era redondo y firme por las puntas que hacía en el ballet que no resistió darle una palmada sonora que desató todo.

Besos, caricias, embestidas suaves, delicadas y llenas de amor, hacían a sentir a Leo en el cielo. Cada suspiro, gemido con su nombre lo hacían perderse en un embeleso en el que jamás había estado. Así. Poco antes de que Álvaro acabara, sintió algo dentro de él, una sensación que explotaba dentro tras la última corrida de Álvaro.

- ¡Dios! - gritó, tratando de entender ese goce, esa sensación extraña y algo inusual. Álvaro le besó, y se quedó sentir de él por un rato.

En cuanto Álvaro se puso de pie, Leo salió al salón para hacer una llamada. Su corazón estaba un poquito alterado todavía, inquieto por lo que había sentido hace unos momentos.

"¿Sí?"

- David - susurró apremiado Leo -, oye que...te tengo una pregunta... - mordiendo su pulgar...

"Pero, ¿tú has visto la hora?" Replicó su amigo al que había despertado asustado por no entender, no conocía a nadie mejor que él para que le resolviera su duda.

- Sí. Disculpa, pero que tengo un problema...

David soltó aire, "pero vamos a ver, Leo. ¿Has sentido uno antes?

- ¡Pero vamos que sí! - algo indignado...dudándolo un poco.

"Ah, ¿y cómo son?"

- Pues... - Leo titubeó un poco -, ya sabes...un...algo...como cálido y... David...dime...

"Leo. No te pongas pesado, que así son los orgasmos... Y lo que has sentido es uno y ya está. Que te lo digo yo. Ahora vuelve a la cama, que seguro espera a por ti..."

Leo soltó una risa. No era posible que Álvaro siguiera despierto.

- Vale, disculpa. Buenas noches - volviendo a hablar bajito. Colgó su móvil y miró por la ventana, sentándose en el sofá, para ver la noche...

Chance My MindDonde viven las historias. Descúbrelo ahora