Un largo silencio

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Y entonces, las calles se acabaron, las luces dejaron de alumbrar los callejones a los que la persecución los había orillado a llegar hasta topar con un enorme muro. Blas los alcanzó, sin gota de cansancio como a los dos amantes consumían.

Álvaro puso detrás de él a Leo.

- Veo que tienes un príncipe que te cuida... - acercándose lentamente, sabiendo que eso aterraba a Leo.

- No le vas a hacer nada - saliendo de la protección de Álvaro.

- No. Claro que no. A él no, pero a ti sí... - sacando una pistola.

- Anda, déjalo... - amenazó Leo.

La policía había llegado otra llamada que había hecho David, pero Blas controlaba la situación con esa arma en sus manos, amenazando a los dos, que no se soltaban de las manos, peleando por ver quién recibiría la bala de la pistola del peli blanco

- Deja el arma - advertían los policías. Pero Blas no hacía caso. Se quedó viendo a Leo y con una voz un poco más calmada admitió:

- Sí es que te quiero, Leo, que esto no tiene porque salir mal. Vuelve conmigo.

- No te creo. Sí me quisieras me dejarías ir...con Álvaro - sofocando cualquier impuso del moreno, porque parecía que quería ir sobre de él.

- No. Porque quiero que sólo me quieras a mi...

- Blas yo...

Pero la torpeza de Blas con las pistolas se evidenció al soltar un disparo que mató cualquier ruido a su alrededor.

- ¡No! - gritó Blas lleno de impotencia, los nervios le habían ganado, soltando la pistola, tratando de zafarse de los policías que lo detenían, pero fue inútil. Comenzó a gritar desesperado, "no quise hacerlo" "ha sido un accidente" "Leo, por favor..."

Todo había acabado por fin.

Hubo un silencio antes de oír caer los dos cuerpos; uno jalado por la inercia del otro hasta el piso y ahí fue cuando el tiempo se detuvo. Por un momento ambos se aferraban entre sí, sintiendo tranquilidad...hasta que uno comenzó a sentir la debilidad del abrazo del otro.

Ambos cerraron los ojos.

- ¿Por qué? - cuestionó Álvaro agitado, abrazando a Leo, sin poder asimilar que en su cuerpo había un hoyo por el que salía su sangre, sin entender por qué lo había hecho. ¿Por qué había sido Leo y no él?

- Esto era entre Blas y yo - respondió con voz temblorosa -. No quería que se cargara otra vida por su locura.

- No tenía que ser nadie - Álvaro le abrazó fuerte y Leo trató de no sentir dolor por ello. Forzó una sonrisa para calmarlo.

- Espera aquí que ya traigo yo... - dijo tardíamente Álvaro.

- No - gritó asustado, usando sus últimas fuerzas para retenerlo -, por favor no te vayas. No quiero pasar esto solo - viendo su preocupación.

- ¿El qué vas a pasar tú solo? - queriendo no oír la respuesta, apretando sus labios para no dejar escapar un gemido que desbordase en un llanto que no acabaría jamás. 

Leo sonrió y sintió la mejilla de Álvaro, siempre se había imaginado a alguien así a su lado - Gracias por mirarme como nadie me miró - soltando un tosido.

- Y lo seguras viendo, tontaina... - queriendo reírse, reprimiendo su llanto, alisando el cabello castaño de su Leo, apretando su mano, grabando su linda mirada, su sonrisa, de la que se había enamorado que estaba a punto de desaparecer.

No creyó tener tanto miedo jamás.

- Siempre has sido el fuerte en esto - dedicándole una última sonrisa. La que recordaría por siempre.

- Debimos haber la ido cuando me dijiste...

- Nos iremos. ¿Sabes a donde? - Leo negó levemente -, a México - en un susurro ahogado, casi sin voz porque ya estaba quebrada y a punto de llorar estuvo

- Eso... - inició, pero ya todo estaba acabado -. Empiezo a tener frío. ¿Me sientes?

- Sí. Te siento - rozando su mejilla -, te veo, te quiero...

Y fue cuando Álvaro por fin se soltó a llorar; cuando el cuerpo que abrazaba comenzó a enfriarse, su mano se iba separando poco a poco de la suya y sus ojos quedaban mirando al cielo.

Cuando el tiempo volvió a correr a su ritmo y el ruido rompía la intimidad de la escena; los murmullos de la gente alrededor; las sirenas de las patrullas y la ambulancia; los paramédicos que se acercaban corriendo por fin a Álvaro, pero ya era tarde, su mano mojada de sangre era la señal de que la vida se le había ido a Leo por esa entrada de bala en el vientre; lo único que no oiría más era su corazón latir.

Vio a alguien correr hacia ellos y entonces comenzó a llorar más, ocultaba su rostro en el pecho de Leo.

- ¿Qué ha pasado? - preguntó David, lleno de sangre de Dani. Detrás estaba Jake que había negado a irse al hotel a caminar y había seguido a David.

Ambos, al ver a Leo muerto se quedaron con la boca abierta.

- No - comenzó Jake -, no. Please... Leo! - un paramédico se acercó a los dos chicos para revisarlos y calmar al americano, quién no dejaba de gritar y llorar por ver a su amigo. No tuvo oportunidad de ayudarlo. David se quedó con su amigo quién comenzó a disculparse con el moreno.

- No pude. No pude - queriendo no soltarlo, pidiéndole miles de veces disculpas.

David entonces lo entendió y se tiró a un lado suyo. - Lo has hecho bien - poniendo su mano en el hombro de Álvaro. - Él era... - y ahí también David lo sintió: ya no iba a estar con ellos -, era alguien obstinado - con un nudo en la garganta -, y te quería mucho. Anda - dándole otro golpecito con su palma -. No te culpes.

Los paramédicos se acercaron a los tres chicos esperando que Álvaro reaccionara. Pero no quería soltarlo. No quería creer que eso había acabado, no cuando todo había empezado a mejorar.

- Anda, déjalo. A todos nos sentará bien descansar -. Cediendo por fin, dejando caer sus brazos, viendo como metían en una bolsa a Leo. Llorando en el hombro de David quién en silencio lloraba al ver a su mejor amigo muerto

Chance My MindDonde viven las historias. Descúbrelo ahora