"No olvides que basta una persona o una idea para cambiar tu vida para siempre, ya sea para bien o para mal." -Brown, J.
Me encuentro recostado en el único espacio de la cama que no está lleno de libros; en algún momento pasaron de uno o dos tomos a unos diez u once que al final no me habían servido de nada. Mi laptop esperaba suspendida en una esquina del desorden de sabanas y escritos, lo que se supone que debía ser un ensayo, apenas y se limitaba a una hoja blanca con un par de párrafos a medio terminar; hace ya un rato que ha estado reposando sobre mi estómago. Con mi brazo en la frente y la otra sosteniendo una pluma, noto que un resplandor anaranjado irrumpe en mi habitación desde el balcón.
Miro la hora en mi celular, son ya las cinco de la tarde. Hubiera sido una buena idea ir al McDaids, pero al parecer Hans tenía algo que hacer hoy. Quizás ya no esté ocupado y puede que quiera venir.
Parece una eternidad el tiempo que he estado intentando hacer el ensayo de historia, en estos momentos mi cabeza simplemente no está de humor para estudiar. A veces me sorprende la capacidad que tengo de dejar las cosas a medias; debo hacerlo, lo sé, sé que lo terminaré, pero también sé que posiblemente mi calificación sea la misma de siempre, por lo que lo dejaré para después. Coloco el lápiz de tinta en la mesa de noche, la cual estuve observando por unos segundos hasta que al fin me decido por algo que hacer: dedicarme a responder los desesperados mensajes de Hans; mi celular no ha parado de sonar desde que llegué del colegio.
"¿Oye, nos veremos hoy en la tarde? :P " "¡Responde!"
"¡Responde!
Y así como ese hay diez más, creo que ha sido persistente, me rio un poco al ver que mi falta de atención de seguro lo tiene irritado, pero seguro se le pasara. Comienzo a llamarle mientras salgo de mi habitación hacia la cocina, se me antoja un pedazo de pastel de chocolate; esta mañana olía a pastel recién horneado, lo que significa que la cocinera estuvo haciendo algo.
-Hola Hans.- saludo al sentir que contesta.
-Sí, ¿qué sucede?- su voz suena poco entusiasta, no muy común en él, o tal vez solo finge un poco de indiferencia.
-Ven a casa, tengo unas partituras nuevas- digo sonriéndole al celular. Sé que esto lo pondrá de ánimos.
-¡Enserio!- respondió y yo aparté el celular de mi oído al escuchar el estruendo que era la voz de Hans; veo que mi estrategia funcionó muy bien.
Abro el gigantesco refrigerador de dos puertas y saco el pastel, corto un trozo considerable con uno de los tantos cuchillos, no recordaba que tuviéramos tantos utensilios de cocina; nunca presto mucha atención a lo que está en casa.
-Sí, ven de inmediato y nos ponemos a trabajar en el estudio.
-En media hora estoy allá.
-Okay.- cuelgo y guardo el resto del postre para regresar a mi habitación.
Luego de un tiempo y de tantos intentos en pasar tan solo el primer nivel de Geometric Dash en mi celular, recibo una llamada de vigilancia, de seguro Hans ya ha llegado.
-Diga.
-Joven O'Connell, aquí está un joven que dice querer verle.
-Si Craig, es el mismo que viene siempre: Hans- le recuerdo al encargado de vigilancia, que prácticamente lleva trabajando aquí el tiempo equivalente a mi amistad con Hans, es decir, casi toda mi vida. No sé por qué se empeña en tantas formalidades.
ESTÁS LEYENDO
Oprobio
JugendliteraturMarcus O'Connell Russel, un chico atormentado por un duro pasado en donde el presente es el mejor recordatorio, siempre tuvo que vivir al margen de una sociedad de hipócritas, harto de falsas sonrisas para el momento de posar para una revista, y de...