Ya algunas estrellas se asomaban por entre las nubes de un cielo ceniciento, lo observaba por la ventana mientras recostada en la litera de Hanna, escuchaba el sin fin de canciones del reproductor de mi móvil, todas me recordaban a Derck, siempre había alguna palabra o algo que me hacían perpetuar ese rostro pícaro de cabellos cobrizos. Pero que va... tenía que ser fuerte.
De pronto Hanna se sentó a mi lado.
-¿Qué haces?, ¿despechada?
-Vale, si me vienes con tus necedades mejor va molestar a otro- Respondí airada.
-Eh, ya no me mires así, mejor anímate el lunes veras a los chicos bailaremos y...
-¡No quiero ir!, es mas no voy a ir.
-¡¿Que?! pero...
-Eso me trae malos recuerdos, nueva vida Hanna, no tengo por qué bailar, eso quedo en el pasado- termine la conversación, Hanna quería hablar, pero sabía que había tomado una decisión definitiva y con eso no podía hacer nada, con una gran tristeza se terminó yendo.
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Luego de esa noche no se dio más el tema, todo siguió su rumbo y yo no quería preocuparme, si mí decisión de dejar el baile era algo bueno, pues lo sabría, y si traería consecuencias, pues las asumiría. Los días pasaban tan rápidos como lanzas en el aire, pero eso no significaba que no los disfrutase y los trabajase, en la tienda siempre estaba ocupada, pero cuando salíamos Hanna, Dereck, y yo nos disponíamos a ver películas o series en la nueva casa donde vivía. La madre de Hanna aunque nunca se la pasaba en casa pues siempre estaba ocupada, estaba al pendiente de nosotras.
El pequeño Jonny en esos días me hizo fanática de sus caricaturas, y cada vez que podía las veía con él, aunque siempre me acompañaba la frase, "nada mejor como las de mi época", también le ayudaba con las tareas cuando Hanna explotaba siempre decía que Jonny nunca la entendía. Pero ella tampoco quería que la comprendiera, las cosas iban perfectamente y ya había averiguado para inscribirme en una universidad.
El miércoles por la tarde de esa misma semana, al salir del trabajo, mi tío llego a la tienda, le eche una mirada de muerte a Hanna, claro que tenía que ver con todo eso. No quería que mi tío me viera, aun no, quería llegarle un día a donde sea que estuviera y mostrarle un título universitario, abrazarle y decirle que lo amo y que eso lo hacía por él y por mis padres.
Pero no podía ocultarme en todo ese tiempo, sabía que mi tío moriría, él siempre tan al pendiente de mí, me dijo que lo sentía, que quería que me fuera con él, pero Jonny dio un grito y me abrazo, no quería que me fuera. Hanna también se vio algo alterada, pero no dijo nada, yo no acepte.
-Esta es mi nueva vida tío, quisiera estar contigo, pero tú tienes una pareja y no puedo intervenir en su relación.
Le dije, el asintió y me dijo que aún no se había mudado con la esperanza de que regresaría, aun más me dijo que los tramites con la mudanza se habían atrasado por que Chloe estaba de viaje, valla a la señorita famosa hay que esperarla, que novedad. Luego la visita se alargó, mi tío se fue muy tarde esa noche, pero fue una buena sorpresa.
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El fin de semana se acercó tan precipitado como un estruendo, y Hanna tenía algo en mente para esos días, sus ideas siempre eran buenas y esta vez no fueron a excepción. Estábamos en la tienda, era ya sábado por la tarde.
-¡Hoy recogeremos temprano, iremos de compras y luego de fiesta!- Grito entusiasmada, a mi casi se me cae un refresco de las manos del menudo susto que me dio. No dijo más nada y se fue.
En cuanto se hicieron las tres, Hanna volteo el cartel de abierto ha cerrado, y me dijo que nos fuéramos, yo le dije que no tenía dinero, pero la muy engreída se dispuso a sacar su nueva tarjeta de crédito, sé que contra eso no tenía escusa.
-Vamos luego de una semana de trabajo, tienes que recompensarlo ¿no?- Sus palabras me convencieron rápidamente.
Y sabía que si me negaba, ella me llevaría a arrastras a donde sea que tenía planeado llevarme. Cogimos un taxi allí mismo, frente a la tienda, Hanna había dejado al pequeño Jonny en casa de unos amigos, así que no había por qué preocuparse en nuestra ausencia, en cuanto llegamos a un concurrido centro comercial de la ciudad, Hanna me halo del brazo como si fuese su prisionera. Vamos Hanna que no es para tanto. Resonó mi mente. Entramos al espacioso lugar, lleno de centellantes carteles, personas, vitrales, y demás atracciones.
Ingresamos a un sinfín de tiendas, y molestamos a una exuberante cantidad de trabajadores con la excusa de que teníamos que conseguir el vestido perfecto para la ocasión, yo no sabía de lo que hablaba pero le seguí la corriente. A pesar de que entendía perfectamente si los trabajadores de cada tienda de vestidos querían cortarnos la cabeza. Ya había dicho que Hanna suele ser exigente, y eso es en todo lo que se propone. De cada tienda se había probado mínimo diez vestidos, yo solo veía algunos para imaginar qué tal se verían en mi figura.
Luego de tantos intentos, Hanna se decidió por el primero que había visto, yo la mire exasperada.
-No me mires así, tenía que probarlos todos...
Esa fue su respuesta en cuanto llevaba las bolsas en sus manos, yo también había escogido un vestido. Y sin mucho caminar nos encontramos en una peluquería muy estilizada, yo nunca había entrado a una igual, tenía muebles lujosos, y lámparas de cristal, el lugar olía a cabellos quemándose y a químicos. Aquí asistirán puras estrellas de televisión. Eso fue lo que se me ocurrió, y también me pregunte: ¿Cómo Hanna pagara todo eso?, pero no lo averigüe, si no la pondría de mal humor y ni ella ni yo teníamos tiempo para peleas.
Hanna se tiño la corta cabellera, y se hizo un lavado capilar, el negro le quedaba bien a esa tez blanca de cara sutil, yo en cambio no me desidia por ningún cambio en mi melena, siempre me gustaron mis cabellos dorados platinados, hasta que uno de los estilistas me dio una buena idea.
Salimos las dos de allí, Hanna con su cabellera brillante y oscura, y yo con un corte de pollina y flecos escalonados, no cortaron mi cabello, solo le dieron forma, también me arriesgue por unas hebras color rosa, un toque de locura que siempre me caracterizo.
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Ya el crepúsculo pintaba en cielo de azul oscuro, y las estrellas centellantes pareciesen bailar en sus tintineantes centelleos, yo me miraba en el espejo del cuarto de Hanna, mientras me hacía un moño al descuido en donde dejaba caer algunas hebras por varios lados. Tenía un vestido ceñido a mi cuerpo, dejaba ver mis anchas caderas, era azul oscuro y tenía un descote en la espalda. Tenía medias pantis negras y unas botas. En mi rostro coloque diversos artificios de maquillaje, pero mis labios rojo intenso no podían faltar.
-¡Vamos, vamos Dereck ya está afuera!- Gritó Hanna desde la sala.
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Oprobio
Teen FictionMarcus O'Connell Russel, un chico atormentado por un duro pasado en donde el presente es el mejor recordatorio, siempre tuvo que vivir al margen de una sociedad de hipócritas, harto de falsas sonrisas para el momento de posar para una revista, y de...