Llego fuera de la escuela y el Audi nos espera pero me detengo unos pasos antes.
-¿Qué ocurre, por qué no subes?- inquiere extrañada en cuanto me alcanza.
-Creo que mejor me iré caminando, el McDaids queda cerca y quiero recorrer un poco el sitio.
-Nos vemos en casa, creo que tu padre llega hoy de viaje; abra cena familiar -dice mientras me da un beso y se sube en el negro vehículo de último modelo.No puede ser. Es el colmo tener una de esas tediosas cenas familiares llenas de formalidades y fingidas sonrisas, este día no podría ser peor.
Camino por el encharcado y húmedo lugar mirando únicamente mis pies, iba a un ritmo apresurado. Como costumbre decido dar play a una larga lista de reproducción para despejar un poco la mente, esta vez mi vista decidió reparar en el título de la canción que sonaba desconocida en mis oídos; la melodía de un piano y una voz femenina bastante particular hacían un buen trabajo juntas: "Adele-Turning tables". No fui yo quien descargó esta canción, pero recordaba que no hace mucho dejé el celular en casa de Clara, ella seguro no perdería oportunidad para introducir canciones sin notificarme antes.
Cruzo a la vereda que conecta con el McDaids agradecido porque la canción hubiese calmado mi estallido de rabia, -pero ese tipo- solo recordarlo me hace apretar los dientes y querer patear todo cuanto encuentro en mi camino; una roca, una lata, una bola de aluminio... esta calle parece un chiquero.
Entro al pequeño pero confortable lugar y éste anuncia mi llegada con el tintinear de la campanilla que tiene la puerta; el McDaids se ha convertido como en una especie de punto de encuentro para mí y mis amigos. En el instituto no nos hablamos casi, incluso hay días en los que siquiera nos miramos. Esta pub nos ha unido a todos, era bueno verlo de esa manera; Hans, Clara y yo, hemos sido amigos desde la primaria, al entrar a la segundaria cada quien tomo su rumbo; Hans se convirtió en el atleta y galán del instituto, Clara en la chica inteligente, y yo bueno, siempre fui caritativo en mis calificaciones pero no amo tanto los libros de química y física como la pelinegra, tampoco soy amante del deporte, en realidad no tengo mucho rol por parte de la escuela; supongo que se me considera el punto medio de esos dos, en parte estaba bien, siempre dicen que los excesos son malos ¿O no?
Tal parece que solo sirvo para la música, aunque el club de música no es precisamente atractivo desde mi punto de vista, diría que son como un musical de Broadway, recordar las locuras que hacen y que ellos llaman arte me hacía reír. Así que no, no creo que tenga sitio en alguno de los grupos sociales de la escuela. Tal vez encaje con los otakus -en parte gracias a Hans que abrió esa obsesiva puerta- pero seguía sin ser muy apegado al tema; quizás con los góticos, aunque por mucho que lo parezca algo no terminaba de convencerme en ese concepto, simplemente prefiero el buen humor de Hans, y el apoyo y la sensatez de Clara como algo que me mantiene con vida, un buen complemento.
Me siento en uno de los bancos junto a las ventanas, hay poca gente y de nuevo ha comenzado a llover, tal vez Hans dure un poco más de los normal. Sin quitarme los audífonos busco en mi mochila uno de los libros que he leído últimamente, siempre llevaba uno antes de salir, supongo que copie esa costumbre de mi hermano... Suspiro al pensar eso -vale, mejor no reparar en recuerdos vacíos- a fin de cuentas buscaba el libro para que se ocupara de distraerme, y me alivia recordar que "Sherlock Homes, de Athur Conan Doyle", era perfecto para lograr aquello. En varias ocasiones la lectura era capaz de entretenerme tanto como la música.
En varias ocasiones la lectura era capaz de entretenerme...
Empiezo a ser más consiente del instrumental que sonaba de fondo.
ESTÁS LEYENDO
Oprobio
Teen FictionMarcus O'Connell Russel, un chico atormentado por un duro pasado en donde el presente es el mejor recordatorio, siempre tuvo que vivir al margen de una sociedad de hipócritas, harto de falsas sonrisas para el momento de posar para una revista, y de...