9.(Mía) Un reducto en mi vida cuarte parte.
Yo me apure, cogí mi identificación la metí en mi bolso y me fui a zancadas con Hanna, los taconazos y las risas se escuchaban por todo el edificio hasta que salimos, allí estaba el auto de Dereck un modelo pequeño pero acogedor, la carrocería era plateada.
Nos montamos en él, pero antes escuchamos desde arriba los gritos de la madre de Hanna...
-¡Cuídense!- Grito junto al pequeño Jonny, las dos nos despedimos moviendo nuestras manos.
El viaje fue muy corto, solo fueron unos parpadeos, algunos intercambios de palabras entre nosotros y ya nos conseguíamos en el centellante lugar, yo lo conocía muy bien y mi humor paso de feliz a airado.
-¿Es una clase de broma cierto? – Los mire a los dos desde la parte de atrás del auto, Hanna me veía con esos ojos llenos de rímel azulados.
-¿Que sucede?, siempre hemos venido aquí porque conocemos a casi todo el mundo, vamos Mía Mack quedo en el pasado, ya habías tenido otras relaciones y te importaba un comino que tus ex frecuentaran este mismo sitio.
No podía refutar eso, tenía la maldita razón, yo me trague el mal humor, e intente apagar las llamas que recorrían mis venas, pero sentía que mi estómago iba a convulsionar en retorcijones.
Ya estábamos en el lóbrego lugar, donde las personas parecían totalmente distintas, cuando se entra en estos lugares ingresas sosegado y luego te invade la locura sin pedir permiso, es algo que simplemente no puedes controlar. Porque si no te vuelves loco con las bebidas, lo aras por las drogas que estaban por doquiera, como la quisieras, y de todos los tipos.
Suspire profundo mientras Hanna me tenía de la mano como una niña pequeña, pero no podía culparla, hasta yo me sentía así, frágil ante la incesante seducción de las drogas, me ardía la garganta cada vez que las demás personas consumían la ilícita sustancia. Algunos se la inyectaban, otros simplemente las fumaban, y los demás las olían en las mesas. Pareciese que en cada una de esas cristalinas mesas hubiese caído una nevada, todas tenían hilos blanquecinos de polvo, pero no era de suciedad.
Nossentamos en una mesa, esta extrañamente estaba limpia, Dereck tenía una malacara y yo sabía por qué, él tenía miedo de perderse en el alcohol, y yo mesentía acompañada con el sentimiento ya que me aterraba la idea de drogarme denuevo, la última vez que lo hice... Maldita sea la última vez que lo hice estabacon Mack, el muy animal me hizo caer en la trampa. Él no es para mí, tal vezfue un golpe de suerte el haberle conseguido con aquella zorrilla, si estuviesecon él no hubiese dudado ni un segundo en seguir consumiendo. Ladeo la cabezaante la idea, y no solamente en eso cavilaba mi alterada mente. También estaba el que Mack podía bajar de su pedestal de rey y arruinarnos la vida a los vasallos que le mantienen los bolsillos llenos de dólares.
Los chicos pidieron bebidas y la chica de vestido estampado que tenía en frente se esforzaba por hacernos sentir bien en aquel lugar, pero lamentablemente no lo conseguía, Dereck le plantaba algunas sonrisas falsas, mientras yo solo miraba perdida la pista de baile. Cuerpos batiéndose al ritmo de la música, ante las luces de colores las cuales matizaban y traspasaban una a la otra.
Pero tenía que ser fuerte, esa palabra no me dejaba de resonar en la cabeza, se me clavo desde el primer momento en que me desprendí del regazo de mi tío, y firmemente cogí un rumbo nuevo, yo sola, sin dependencias. El mundo era un lugar peligroso, lleno de lobos como Mack, y yo solo soy un cachorro queriendo ser una fiera, y en ese momento me di cuenta que tenía que probarme a mí misma, estaba lleno de carniceros queriéndome cazar y en el fondo no sabía cómo defenderme, pero si aprender a que no me lastimasen sin huir de ellos.
ESTÁS LEYENDO
Oprobio
Teen FictionMarcus O'Connell Russel, un chico atormentado por un duro pasado en donde el presente es el mejor recordatorio, siempre tuvo que vivir al margen de una sociedad de hipócritas, harto de falsas sonrisas para el momento de posar para una revista, y de...