9. (Mía) Un reducto en mi vida segunda parte.

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Fuimos a la habitación de Hanna, esta era tan pequeña como la mía, a diferencia que esta tenía un montón de cosas, papeles, fotos, y adornos. Sobre todo lámparas de azufre, Hanna siempre las ha coleccionado, las tiene en una repisa en lo alto como trofeos, tiene una cama litera, y sus paredes están decoradas como mosaicos de revistas como si fuera un tapiz. A la madre de Hanna le encanta hacer manualidades, así sea con la pared, no me quejo le quedan bien los inventos.

Hanna me dio un cubre cama, y una almohada, ella durmió arriba pues siempre le ha gustado, así que me quede en la parte de abajo de la litera, me recosté entre las sabanas recién lavadas. Aunque el cansancio estaba incrustado en mi cuerpo, en cuanto Hanna se despidió y apago la luz, mis demonios volvieron y esta vez con más fuerzas.

¡Maldición!

Los recordé todo, desde la traición de Mack, hasta la pelea con mi tío, me movía en la cama de un lado a otro intentando recobrar el sueño, pero no podía, estaban las palabras de mi tío resonando en mi mente como un vil recordatorio, "¿dime con quien estuviste esta vez?, ¿con cuántos hombres te has acostado?, dicen que todo Dublín ha pasado por tu cama, ¿eso es cierto Mía? Responde de una vez." No, tío pensé que no te darías cuenta de nada, pero esta es mi realidad desde que tengo memoria, soy una cualquiera, y una adicta, ni siquiera sé si merezco el amor.

Eso fue lo que se me vino a la mente, lo que debí haber respondido en ese momento, tenía que ser clara conmigo misma, ¿pero era correcto menos preciarme tanto?, ¿o acaso yo me merezco todo lo que me ha pasado?

En parte pienso que sí, desde que mis padres murieron, todo lo bueno de mí ser se fue con ellos, todo comenzó a los doce, cuando me entere de la noticia que mis padres habían fallecido, a partir de allí fue la cumbre del auto destrucción para mi vida. Nada me importaba, la primera vez que consumí drogas lo hice sin remordimiento alguno, porque en ese momento no me importaba nada de lo que sucediese con mi vida. Pero fue un error, claro que si tenía oportunidad de vivir, por supuesto que la vida tiene que seguir, pero ahora el daño esta echo.

Las drogas no te dejan opción de escoger, en cuanto se meten en tu vida, lo quieren para siempre, tus venas, tu cuerpo y tu mente las necesitan. Como un sediento en el desierto, como un recién nacido sin leche materna, como el respirar mismo. Así es estar sin drogas para alguien como yo, se hace parte de tus necesidades más propias, y no sé si tendré la fortaleza para salir de este agujero. Es que como me arrepiento de haber tomado la decisión de consumir, era una idiota, pero nunca nadie me dijo que podía ser tan malo.

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Encuanto desperté me conseguí con unos grandes ojos castaños y de pestañaslargas, parpadeaban fuertemente, una cara tan joven que pronto reconocí, melevante de la cama algo risueña y le sonreí al niño de once años que teníafrente a mí, vestía una pijama azul a juego y en sus manos sostenía un "PSP". El infante de cabellos cobrizos alborotados me miraba atónito, y algo nervioso.


-Hola Jonny que tal- Le salude como costumbre, le revolví las hebras color caoba y el solo parecía una estatua-Eh, ¿qué?, ¿Tengo monos en la cara?- Pregunte al hermano chico de Hanna.

-¿Mía que haces aquí?- Preguntó.

-Pues anoche me quede aquí, pero tú ya estabas dormido cuando llegue- Dije dulcemente, Jonny siempre me ha parecido un hermano pequeño el cual nunca tuve, pues fui hija única.

-Eh Jonny deja a Mía en paz- De pronto entra Hanna con cepillo de dientes en mano, aun luce la ropa de ayer, una camisa manga larga y un short corto, me gustaban sus pantuflas de conejito, pero la hacían ver como pie grande.

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