Capítulo 35 - Familia

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Pasada la tarde, el timbre resonó dentro de la mansión. Mis amigos hacía rato se habían marchado y mis padres regresado con mi tía (la fanática de las fotos instantáneas). A pesar de los giros que había presenciado en mi familia, últimamente todo parecía tan normal como siempre lo había sido, mi madre evitaba rotundamente hablar sobre "ese tema" y mi padre de pronto parecía estar siendo menos duro consigo mismo, quiero decir, ¡Había vuelto a usar magia! ¡Eso era como... llegar a Marte antes del 2020! Eso no podía pasar desapercibido por ninguno. Y por otro lado estaba mi tía... ella siquiera parecía notar lo que había hecho, su inocencia rivalizaba con la de un niño. 


Dentro de Salem podría decirse que la energía de los brujos aumentaba naturalmente, no sé por qué ni cómo (tampoco espero comprenderlo algún día) pero sé que lo hacía.


A regañadientes, bajé con pasos rápidos a abrir la puerta. Al recalar en el último escalón vi que mi madre ya se me había adelantado. Antes de siquiera poner un pie en el piso, ya tenía encima a un sabueso negro desesperado por lamer mi rostro.


–¡Oh, Vitto... veo que has crecido, amigo...! –exclamé y acaricié su hocico como pude mientras él me llenaba de saliva y agitaba su cola peluda con euforia, dejó escapar un par de ladridos enfáticos mientras saltaba sobre mis costillas.



Un enorme sabueso de pelaje negro... Eso sólo podía significar una cosa...


–¡Parece que Vitto extrañó a Archie! –carcajeó una voz femenina, similar a la de mi madre.


Apenas cruzaron la puerta, mis tíos también se precipitaron sobre mí para abrazarme como si hace años no me vieran. Nunca me sentí con claustrofobia hasta ese día (casi que me consuela saber que mi hermano sufrió el mismo torbellino de cariño).

Pero hubo un par de entes que no parecían tan animados por venir saludarme (todo lo contrario diría yo). Frente a mí aparecieron mi amado par de primos favoritos (¡Mentira!).


–¿Qué tal, David? –saludé casi por obligación al muchacho de cabello rubio teñido. Él era poco mayor que yo y mucho más social..

–Harto de viajar –masculló mientras se desperezaba con grosería, tomó su celular y comenzó a buscar señal. Rodé los ojos haciendo un esfuerzo por tener paciencia.

–Amalia, ¿Todo bien? –saludé a su huraña hermana con la poca paciencia que me quedaba, era una niña de cabellos rubios, tenía casi diez años y el humor de una adolescente. Asintió rápidamente, sosteniéndome la mirada, y le respondí con una sonrisa de alivio, era incluso un poco más diplomática que su hermano.

–Archie, ¿Podemos ir jugar? –rogó Henry tironeando de mi pantalón negro, aburrido de no poder salir a hacer nada fuera de casa.

–Tal vez luego –respondí torciendo el gesto, entonces una idea salvadora acudió a mi mente– Oye, ¿por qué no le muestras la casa a tus primos? –sugerí con la esperanza de no tener que verlos hasta la cena.


Mi hermano respondió efusivamente a mi idea y se los llevó (a la fuerza) casi saltando de alegría. Aliviado, festejé en mi interior como nunca antes. No quiero ser malo, pero esos dos eran un perfecto par insoportable. ¡Bueno, bueno, tal vez exagero mucho! Desde niños no nos llevamos para nada bien y nos obligan a pasar tiempo juntos, es normal odiarnos mutuamente. Nada personal.

Los Gatos NegrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora