Capítulo 38 - Entre la espada y la pared

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Contuve el aliento a la vez que pegaba mi cuerpo a la pared que tenía detrás, intentando ocultarme entre las sombras. Un grupo de personas acababa de bajar, de seguro ellos me habían llevado hasta ahí, apreté los dientes y cerré puños con impotencia. En cualquier momento iban a notar que me había soltado. Debía hacer algo rápido, lo que sea. "Vamos, Archie, eres el mejor improvisando. Esto no es nada" me decía a mí mismo una y otra vez. Suspiré. Recuerdo haber pensado "¿Qué más da?" antes de lanzarme al estilo suicida sobre ellos.

De mis labios salieron disparadas las palabras necesarias para conseguir que todos en la sala, exceptuándome a mí, cayeran dormidos a la vez que saltaba de mi escondite. Así logré que sus sentidos se adormecieran al punto de caer en un tipo de coma ligero, un hechizo que ya me salía con facilidad y muy útil (¡Recomendado contra matones!).

Avancé velozmente esquivando los cuerpos que yacían en el piso como si no tuvieran vida. No tenía tiempo de detenerme a saborear mi victoria, sabía que no terminaría así de fácil (hablo por experiencia). Me detuve una milésima de segundo para pensar qué hacer y a dónde ir. 

¡La escalera! Aún seguía allí. Corrí hacia ella lo más rápido que mis piernas agarrotadas me permitieron.

Antes de siquiera poner un pie en el escalón, sentí un fuerte golpe en el plexo solar. Caí de espaldas, aturdido por el golpe, mi cabeza volvió a latir con fuerza. Me llevé las manos a las sienes mientras una terrible jaqueca tomaba poder de mí. 

Levanté la vista con el ceño fruncido y expresión furibunda (¿Por qué siempre a mí?)y percibí una oscura figura que descendía por la misteriosa escalera. No tuve tiempo de siquiera fijarme el rostro que se aproximaba hacia mí con superioridad, simplemente me aventó contra aquel montón de piedras en la esquina de ese oscuro lugar, quitándome el aire de los pulmones. Bufé con odio, todo mi cuerpo volvía a dolor de una manera insoportable.


–No intentes nada –demandó el sujeto, parándose frente a mí con autoridad.


Hice un esfuerzo y lo escaneé de pies a cabeza, llevaba botas oscuras, al igual que su pantalón, su chaqueta y esa inusual capa que lo cubría (pasada de moda, si quieren saber mi opinión). Llevaba una capucha que me impedía ver bien su rostro, pero eso no era necesario, ya sabía perfectamente quién era él, esa voz lo delataba.


–¿Qué quieres de mí, Ethan? –pregunté con desdén. No había que pensar mucho para descubrir que él estaba detrás de tanto misterio y maldad.


Estaba cansado de que extraños buscaran algo de mí, de mi familia, de mi hogar ¿Qué tenía de especial? ¿Qué era lo que siempre buscaban de mí? Me atormentaban las preguntas. Una sutil risa resonó en el lugar.

Él se quitó la capucha y me miró con una sonrisa torcida, ya no tenía sentido esconderse.


–Veo que ya conociste a mis amigos –comentó mientras corría con su pie el brazo de uno de sus "amigos".

–Podría decirse. Lástima que no puedan hablar mucho –contesté con ironía.

–Eso puede arreglarse –respondió con una perfecta sonrisa blanca.


Maldije para mis adentros.

Más rápido de lo que logré derribarlos con un hechizo, él los levantó con otro. Uno a uno se incorporaron, sobándose la cabeza y otros parpadeando repetidas veces, pero todos me miraban con el mismo rencor. Algunos de ellos eran jóvenes, otros adultos, pero la mayoría llevaba el rostro cubierto. Quedé estático, preparándome mentalmente para lo que sea que fuese a pasar. Lo miré desafiante, aunque no pudiese hacer nada.

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