Capítulo 26 - Memorable fiesta de Halloween

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Entramos a la fiesta. Caminamos a través del jardín adornado con luces y decoraciones fantasmagóricas, poblado de jóvenes con todo tipo de disfraces. En serio, había desde un chico con un falso bigote, hasta una chica con un disfraz realista de zombi que me puso la piel de gallina.


–Son buenos –expresé con admiración mientras me aseguraba de que mi mostacho falso y mi galera estuvieran bien alineados y mi varita en mano.

–Ya regreso –informó Bárbara y se perdió entre la gente, dejándome solo y desconcertado en medio del lugar más terrorífico de todos... la pista de baile.


Casi al instante, una desconocida se pegó a mí con una gran sonrisa brillante y comenzó a bailar (ni que fuera tan atractivo un bigote) por lo que no pude rechazarla (soy una víctima de las circunstancias, ya les dije) Iba vestida de ángel, totalmente de blanco, con alas y una aureola dorada sobre su cabeza. Cerca, una chica disfrazada de diablo comenzó a tomarnos fotos aleatorias mientras reía con otras dos más que yo desconocía. Ni bien pude me deshice del ángel y me alejé del diablo (no hay suficiente Archie para todas, lo lamento).

Me alejé de la pista de baile y caminé atentamente hasta una gigantesca mesa de mantel blanco llena de comida que me alegró la noche (Debí de haber comido más de lo considerado sano porque al poco tiempo mi estómago protestó y, bueno, a la mañana siguiente, estomacalmente, no me sentía muy bien que digamos)


Seguía dando vueltas por el lugar en busca de Bárbara, cuando una mano me tomó del hombro y me detuvo en seco. Miré hacia atrás sorprendido, era Clear. Casi se me sale el alma del cuerpo cuando la vi (posiblemente porque si Bárbara me hubiera visto reaccionar así, ella misma me hubiera acabado). Creo que aprovechó bien su estado de ánimo para su disfraz, ¿Qué mejor idea que un alma en pena para ocultar tu tristeza? Llevaba puesto un vestido corto de color gris, con bordes rasgados, adornado con encaje y detalles brillantes, medias rasgadas y botas posiblemente importadas de Francia. Y su maquillaje... no tengo palabras para describirlo. Parecía que hubiese llorado tinta toda la noche y sus labios eran de tono mortuorio, al igual que su piel.

Silbé con admiración mientras la observaba de arriba abajo, ella se limitó a reír pesadamente, el papel le iba perfecto.


–¡Estás genial! –exclamé con admiración, ella esbozó una sonrisa confusa y me golpeó el hombro amistosamente (bueno, no tanto).

–Igual tú ¡Has un truco de magia! –me retó a modo de chiste.

–¿Tú dices? –pregunté no tan a modo de chiste. Con una ceja arqueada y una sonrisa maliciosa la tenté a responder.

–¿Lo harías? –replicó con desconcierto. Yo le respondí con una sonrisa arrogante y ella se cruzó de brazos riendo, dudando de sí me atrevería ¡por favor!


Miré a ambos lados, estudiando el panorama, en busca de algún objetivo. Visualicé unos adornos de murciélago hechos de papel, colgando en las ventanas. Miré con disimulo a Clear, ella me miró con aprobación, al menos ya no parecía tan decaída. Elevé una mano, lo más disimuladamente que pude, recité una frase que había aprendido hacía no mucho para dar vida a cosas inanimadas (algo que aún estaba perfeccionando) y sentí el poder crecer en mi interior y expandirse desde la palma de mi mano hacia esos simples adornos. Momentos después eran murciélagos de carne y hueso revoloteando en la pista de baile y asustando a todos. Reí con malicia fingida y logré hacer que Clear riera conmigo.

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