Capítulo 44 - Los Gatos Negros

399 49 1
                                    



Las horas habían pasado. Una noche como ninguna había transcurrido. Me recliné sobre la silla frente a mi escritorio, dónde descansaba un enorme libro de tapa negra, sin poder terminar de creer lo que había ocurrido.


Ni bien el sol emergió del horizonte, luego de una noche de descubrimientos, corrí a casa de Joseph. Para mi sorpresa, tanto él como su madre estaban más que despiertos. No me hizo falta tocar el timbre, ellos ya estaban en el jardín, cargando cajas y muebles a un camión.


–¡Joseph! –llamé a mi amigo, él volteó sorprendido de verme en su jardín. 

–¡Archie! –respondió con nerviosismo, ocultando tras él una caja de revistas– ¿Qué haces aquí tan temprano?

–Eso te iba a preguntar yo –respondí tensando los labios y señalando con la mirada las cajas apiladas frente a la entrada. Por un momento me olvidé de todo lo demás.

–Pues... –atorado con su propia lengua, me miró apenado, sin encontrar las palabras para responderme. Me crucé de brazos con impaciencia, él suspiró– Nos... vamos a mudar –espetó mirándome de soslayo, esperando una mala reacción.

–¡¿Qué?! –exclamé (no tan sorprendido), no podía creer que él también fuera a abandonarme.

–Lo siento, ya sabes que yo... Continuamente me mudo de un lugar al otro...

–¿Y cuándo pensabas decírmelo? –inquirí apesadumbrado, hasta con decepción entremezclada con enojo, nos lo había ocultado todo.

–Antes... de irme... –murmuró tanteando entre palabras– Supuse que haría más fácil la despedida –explicó con inocencia. Negué con la cabeza, y dejando caer mi flequillo sobre mis ojos verdes, lo miré con el rostro oculto en la oscura seguridad de mi cabello.

–Te equivocaste –contesté con la lengua afilada. Inspiré profundamente y me tragué el dolor que subía por mi garganta– ¿Clear y Kevin... ya se enteraron?

–Pensaba decirles a los tres al mismo tiempo... Han pasado tantas cosas juntas que... Lo siento, Archie. Esto es realmente duro... vivir poco tiempo en tantos lugares y dejar atrás tantas cosas –explicó con dolor en los ojos.

–Entiendo... –dije en un susurro meditabundo mientras metía las manos dentro de mis bolsillos.

–Pero, ¿Sabes qué? –agregó en tono más animado– Vivir en Salem me cambió la vida. Jamás olvidaré el tiempo que viví aquí, mis aventuras con ustedes y... todo esto. Incluso me ayudaron a descubrir que eran esas cosas que veía. No podría haber pedido más –dijo con una sonrisa amistosa.


Nos quedamos en silencio unos momentos, mirándonos fijamente, hasta que ambos estallamos en risas.


–Tienes razón. Salem también me cambió a mí, al igual que tú y... los chicos –él me respondió con una sonrisa– ¡Oh, ya recuerdo para qué venía! –exclamé cambiando de tema, no podía venirme a abajo en ese momento.

–Ven adentro, creo que aun no sacamos fuera el sofá.


Entramos, nos acomodamos y desayunamos algo ligero, la madre de Joseph iba y venía con cajas llenas de cosas. Ni bien ella se alejó lo suficiente, pasé a contarle lo que había sucedido anoche.


–Espera, espera –dijo confundido– Entonces ese espíritu... No lo invocó tu tía Fio, por suerte, ¿Pero vino de la nada solo para ayudarte a encontrar otro pasadizo en una pared? –inquirió arqueando una ceja.

Los Gatos NegrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora