Capítulo 45 - Este es el final

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Nos reunimos los cuatro en casa de Clear. "Casa" es un decir, era una gigantesca mansión moderna e iluminada (Casi quedo ciego al entrar). Sus padres y demás familiares iban y venían alegremente de un lado al otro, especialmente sus sirvientes, todos se habían curado. Ethan había cumplido parte su promesa. Apreté los puños con rabia y dolor al recordar a ese descarado. Sacudí la cabeza y volví a concentrarme en lo que era importante, la razón por la que había corrido por todo el vecindario con ese frío y ese dolor de cabeza que me atormentaba desde la otra noche.

Fui directo al grano, no había tiempo para formalidades con mis amigos. Comencé a relatarles mi experiencia durante la anterior noche (no tenía descanso). Puse frente a sus ojos el libro de Los Gatos Negros, aquella inusual "enciclopedia" sobre aquellas criaturas mágicas que ayudaban a los brujos, porque ellos mismos lo eran.

Clear estaba confundida oyendo cada cosa que explicaba junto a Joseph, ambos hablábamos como nuestra amiga lo hubiera hecho si estuviera allí. Kevin nos escuchaba expectante, ninguno de los dos terminaba de entender cuál era el gran punto de todo esto.


– ¿No lo entienden? –exclamé mirando a Clear y Kevin con las cejas elevadas, ellos negaron con la cabeza y bufé.

–Espera... –interrumpió Joseph– Estamos en el lugar equivocado –explicó, ahora éramos tres los confundidos– ¡Debemos ir a la mansión!


De inmediato se paró y se encaminó a la puerta. Me encogí de hombros, mirando a mis amigos, y lo seguí, al igual que ellos a mí. Los tres terminamos corriendo a través de todo el vecindario, bajo el duro clima invernal, hasta llegar a la mansión de mi familia. Desde lejos podíamos observar las esculturas reposar en el alto techo de la vieja casa.


–Ahora lo entiendo –exclamé de pronto, deteniéndome precipitadamente justo antes de llegar a la puerta. Joseph sonrió– ¡Sé exactamente a dónde hay que ir!


Por fin una buena idea. Corrí más rápido que todos ellos y los guié a través del helado jardín. Ahora entendía todo lo que Joseph había tratado de decirme. Definitivamente ya no era el mismo muchacho que cuando llegué a Salem meses atrás, esta ciudad me había transformado, para bien diría yo. Pasé de ser un adolescente escéptico y aburrido a un aprendiz de la senda mágica, el defensor de un legado, el representante de una familia.

Corrí, enterrando mis pies en la nieve derretida que cubría el césped, y fui directo a los árboles de la parte de atrás. Mis amigos trataban de seguirme el paso (creo que fue una mala idea para Clear traer tacones. Y no olvidemos que para Kevin correr no era los suyo). Entre bocanadas y calambres, llegaron hasta dónde yo los esperaba.


–Gracias por esperarnos –escupió Clear mientras se encogía para descansar un poco– ¿Qué estás haciendo? –preguntó al verme agachado pasando la mano por la corteza de un árbol.

–Buscando un milagro –respondí. Ellos se quedaron mudos observándome– ¡Eureka! –solté con alegría a la vez que quitaba la nieve de una parte específica de la corteza de aquel imponente árbol.

–Wallace Harper 1956 –leyó Kevin de cuclillas a mi lado. Un silencio sepulcral nos invadió. Estallé en risas de satisfacción, ellos me miraron extrañados– ¡¿No lo entienden?! –exclamé, ellos negaron con la cabeza repetidas veces, Clear se agachó a mi lado para ver de cerca el tallado del árbol.


Me levanté, estaba seguro de que ellos no lo entenderían así porque sí, debían verlo para comprender exactamente de qué estaba hablando. Todo ese dolor, esa ira y ese pesar se esfumaron de mí y fueron reemplazados por alegría y esperanzas.

Los Gatos NegrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora