Capítulo 41 - A todo o nada

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Me dejé caer de rodillas, dándole golpes al piso con frustración mientras las lágrimas rodaban por mi cara. Recuerdo vagamente haber gritado una maldición tras otra. Estaba extenuado, ¿pero qué importaba nada ya? Lo había perdido todo, yo ya no valía nada. No era un héroe, era un tonto, un tonto con poderes.


Ella bajó del altar con delicadeza y dio unos pasos dudosos hacia mí con una sonrisa fría en los labios y una expresión malvada en su delicado rostro, manchando mi recuerdo de Bárbara. Iba del brazo de Ethan, ambos compartían la expresión maligna.


–Gracias, niño –expresó casi sarcásticamente, con una dulce voz que una vez le perteneció a mi Bárbara.


Sin palabras, la miré con desprecio, por decir poco. Me sentía desecho por dentro, encerrado en una pesadilla sin fin. Ella volteó con la cabeza en alto. Ann corrió a ella y la estrechó en sus brazos, Ethan se unió al abrazo en un esperado reencuentro.


–Sabía que podrías traerme devuelta –pronunció la madre de Ethan y Ann, agradecida desde el cuerpo que solía ser del alma de mi querida amiga. Si supiera lo que ella significaba para mí, lo que su regreso había supuesto...

–Jamás te fallaríamos, mamá –contestó Ethan lleno de alegría, sus ojos se humedecieron.

–¡Jamás! –agregó la pequeña Ann con una gran sonrisa, para ser una dulce niña, también era una poderosa bruja parte de una horrorosa familia.

–Estoy orgullosa de lo que lograran –espetó mientras abrazaba a sus dos hijos y revolvía el cabello del pelirrojo como una amorosa madre luego de no ver a su hijo un largo tiempo– Pero... lo lamento un poco por aquel chico –murmuró mientras me miraba de soslayo, aunque no parecía pesarle mucho en la conciencia.


La miré con repulsión, lleno de impotencia, hasta celos podría decir. Entonces comprendí algo, si yo no tenía a mi Bárbara, nadie más la tendría. Con mi último aliento me levanté del suelo, murmuré un hechizo al azar y embestí contra los guardias. Uno a uno, en un tornado de golpes llenos de rabia, fueron cayendo al piso, hasta quedar menos de la mitad en pie. Todos debían caer esa noche.

El hechizo que había entonado me había otorgado algo así como un "aumento de mis fuerzas y velocidad" al punto de ser tan fuerte como todos ellos juntos. No entendía cómo había sido capaz de conseguir tal energía dentro de mí para lograr tal hechizo, jamás en la vida creí poder lograrlo. Entonces recordé aquel rayo de energía que impactó contra mí. Una parte de la energía de mi abuelo, Faivel Harper, el gran brujo de la familia Harper... ahora estaba dentro de mí. Un último regalo, o tal vez solo parte del trato que acepté con Ethan (cada vez que recuerdo ese trato me da ganas de golpearme la cabeza contra una pared).


Y así, en un arrebato de ira, hice caer a la mitad del pelotón de anti-brujos (que curiosamente eran aliados y guardias de un brujo, ¡vaya ironía!). Yo también caí con ellos luego del extenuante ataque, ya no tenía ánimos ni tenía razones para seguir luchando. Ni mi vida valía para mí.


–¡Ataquen! –demandó Ethan sin más rodeos a los que quedaban en pie. Maya permaneció al margen, ella quería ser parte del gran final.


Ellos, aunque temerosos, me rodearon en un círculo, dispuestos a acabar conmigo de una vez por todas, ya no necesitaban nada de mí. Ahora sí estaba en problemas. Ellos me dedicaron sus más horribles miradas sedientas de sangre de brujos buenos como yo (y aterrado si quieren agregarle a la lista). Incluso Maya, mi prima, tenía grabado en el rostro su deseo de acabar conmigo (no esperaba menos). Miré en todas direcciones solo para comprobar que no tenía escapatoria, iba a tener que pelear por mi vida ya sin sentido. 

Entonces a mi mente llego un pensamiento de parte de mí mismo: "¡Archie, todo depende de ti! ¿Acaso dejarás Salem a merced de Ethan?" Pues claro que no.


Me erguí y los miré desafiante, con valor que no sé de dónde saqué. Era un a todo o nada. Puede que acabara de perder a la persona más grandiosa que alguna vez hubiera conocido, puede que haya sufrido el peor engaño de mi vida y tal vez no era el mejor ejemplo de nada, no me importaba ni mi propia vida, pero estaba seguro de que no le iba a dejar las cosas tan fáciles a ese descarado. No iba a rendirme, no sin luchar. Esto iba por mi familia, por mis amigos, por la ciudad de Salem, por todos sus brujos escondidos en las sombras y por los que aun ni conocen su legado mágico y por Bárbara, mi amada.

Con lágrimas en los ojos, pero resuelto a hacerlos caer, me lancé sobre ello en una enfrascada lucha más que desigual. Sentí mi cuerpo llenarse de golpes y raspones que venían de todas direcciones. Apenas podía hacer frente a ellos, el efecto del hechizo casi se disipaba por completo. El sudor corría por mi frente y se mezclaba con mis lágrimas secas, mis manos ardían y mis pies dolían como nunca. Maya me observaba con disfrute. Ethan y su "amada familia" miraba expectante la pelea, con un gusto cínico (se notaba que eran familiares). Él me dedicó una sonrisa burlona y comenzó a avanzar hacia una puerta que había aparecido de la nada en la pared. Maya saltó hacia mí para atacar con todo su arsenal físico tanto como mágico.

Pero de la nada, un ruido sordo retumbó en la habitación, todos se detuvieron en seco, atónitos. Era un maullido. Volvió a sonar con estridencia y todos los sujetos, con los ojos abiertos de par en par, incluido Ethan, retrocedieron con temor.


–No –balbuceó con infortunio– ¡No puede ser posible!


Su madre, o la mujer que ocupaba el cuerpo de Bárbara, miró hacia arriba en todas direcciones, atenta y desafiante. Maya retrocedió hasta pegar su cuerpo a la pared. Se notaba la tensión, el peligro que significaba para ellos.


–Debemos irnos –exclamó Ann asustada, tirando de la ropa que una vez fue de Bárbara.


Yo no comprendía que pasaba, pero sea lo que fuere, si los asustaba, era bueno para mí.

Barrí la habitación con la mirada, no había nada y todos comenzaban a volverse contra mí otra vez. De la nada una pared estalló a mi lado, me lancé al suelo a la vez que un maullido resonaba en la habitación. Todo se volvió oscuro. Cuando logré abrir los ojos veía borroso, alcancé a divisar escombros y otros cuerpos tendidos a mi lado.

Intenté incorporarme solo pero me fue imposible. Alguien se detuvo junto a mí, pero no podía distinguir su rostro, solo sé que me tendió la mano con apuro y me alejó de la pila de escombros. Volví a cerrar los ojos y me detuve a recuperar fuerzas. Cuando mi vista se aclaró y recobré algo de energía, me quedé tieso viendo como Ethan junto a su familia y cómplices luchaban bestialmente contra... mis amigos.

Arqueé las cejas y me froté los ojos sin poder creer lo que veía. Combatían como un ejército de tres personas contra todo un equipo de anti-brujos y una familia psicópata. Pero lo que más me asombró (y créanme que ya había visto demasiadas cosas asombrosas) fue la presencia de un gato negro en medio de la batalla. Sí, efectivamente era un gato de cuatro patas y pelaje negro, entonces lo reconocí ¡Era el gato que más de una vez había visto rondando en mi casa!

No podía creerlo. No era un simple gato (¡vaya hallazgo!). Noté que cierta energía visible se desprendía de su peludo cuerpo y alimentaba la energía mágica de mis amigos. Jamás creí poder ver algo así en mi vida. ¿Un gato negro junto a mis amigos brujos luchando para rescatarme? Parecía un sueño (o tal vez una pesadilla) un pensamiento al que comenzaba a acostumbrarme.


En cuestión de minutos, mis amigos acabaron por completo con aquel grupo maligno. Pero, de alguna forma inexplicable, Ethan desapareció en medio de la confusión con su hermana y su madre. Maldije una y otra vez en voz alta con frustración. Se había salido con la suya. ¿Tanta mala suerte tenía yo?

Los Gatos NegrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora