3. Roman Bürki

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Me desperté por el olor a comida, extraño despertar con este olor debido a que vivo solo. Pero recordé la noche anterior y todo tuvo un poco mas de sentido.

—El desayuno está listo. —escuché una voz femenina.

Me topé con una melena completamente rubia y un cuerpo curvilíneo solo cubierto por mi camisa. Cuando vi su rostro maldije, era mas joven de lo que la oscuridad del club me había dejado darme cuenta.

—¿Cuántos años tienes? —cuestioné sin acercarme lo suficiente.

—Dieciocho. —respondió y sentí tranquilidad, estaba en el limite de la mayoría de edad y eso no me metía en problemas, aunque no volvería jamás a meterme con alguien debajo de los veintiuno.

Siguió como si nada, sirviendo el desayuno que había preparado. No niego que me había sorprendido que una chica de dieciocho años supiera preparar algo que no fuera cereal, pero tampoco es que esté buscando una mamá que me cuide y mucho menos una niña que cuidar.

—Tengo que irme. —dije intentando no sonar grosero, pero la quería fuera de mi casa lo mas pronto posible.

—Lo se, seguramente tienes entrenamiento. Podemos desayunar rápido y me puedes dejar rápido en el colegio, queda cerca. —respondió esbozando una sonrisa, ¿era ilusión lo que veía en sus ojos?

—No vamos a desayunar, no te voy a llevar al colegio y mucho menos nos vamos a volver a ver. Te voy a decir lo que vamos a hacer, me voy a meter a bañar y cuando salgas no quiero verte aquí. —dictaminé de manera directa, nunca se me había dado eso de suavizar las palabras.

Noté la decepción en su rostro y estoy casi seguro de que estaba a punto de llorar, pero yo jamás la había engañado. No le había prometido ningún tipo de romance, ella había creído que podía lograrlo y eso no es mi culpa.

Me di media vuelta sin decir mas y fui hasta mi habitación, donde me encerré en el baño y tomé una larga ducha.

Al salir me vestí con ropa casual, a diferencia de los demás días donde uso la ropa de entrenamiento. Hoy sería un día diferente para el equipo, no tendríamos entrenamiento sino que asistiríamos a una firma de autógrafos.

Desde mi fichaje por el Borussia Dortmund, no había tenido la oportunidad de participar en ninguna actividad directa para convivir con los aficionados. Algunos de mis compañeros de equipo me habían contado que se trataba de una de las mejores experiencias como jugador, puesto que lograbas hacer otro tipo de conexión mas personal con tu afición.

Me preparé mentalmente para el desgaste que esto significaba, puesto que estar en la tienda oficial dando autógrafos y tomándonos fotos será mas pesado que cuando lo hacemos en los entrenamientos a puerta abierta, ya que será mayor la cantidad de horas y la asistencia de los aficionados. Pero es de las pocas maneras en que tenemos la oportunidad de agradecer a la afición que nos alienta en cada partido.

Comí lo que había preparado la rubia, quien por suerte ya no estaba en mi casa; Aunque en un intento desesperado, había dejado sus bragas sobre mi cama.

Al llegar a la tienda, nos acomodaron en una mesa larga. Se veía en la puerta de cristal la gran asistencia por parte de la afición y de la misma manera también había numerosos guardias, quienes velarían por nuestra seguridad si algo se salía de las manos.

Finalmente la gente comenzó a entrar, siguiendo una orden de fila. Realmente había personas de todo tipo, desde adultos, gente joven y muchísimos niños.

—¡Roman! —escuché una pequeña voz, pero no sabía de donde provenía.

—¿Hola? —respondí intentando encontrar al emisor del sonido.

—Si, aquí. —noté una mano sacudirse por encima de la mesa.

Me asomé a donde estaba la mano, tuve que encimarme a la mesa y pude por fin ver a una cabeza rubia. Se trataba de un niño como de cinco o seis años, era rubio y llevaba su jersey.

—¿Quieres mi autógrafo o una foto? —cuestioné al pequeño.

—Quiero una foto y un autógrafo. —declaro como si fuera la cosa mas obvia del mundo.

—Claro, que tonto soy. ¿Cómo te llamas? —reí levemente.

—Soy Max, pero primero quiero hablar contigo. —lo vi como pasaba su mano por su rostro exasperado.

—¿De qué quieres hablar? —pregunté haciendo mi mayor esfuerzo por no reír, me puse de pie y cargué al niño para sentarlo sobre la mesa, para así poderle poner mas atención.

—De mi mami. —respondió esbozando una media sonrisa.

—¿Qué pasa con tu mamá? —pregunté interesado.

—Quiero que la conozcas. —inclinó su cabeza, haciendo imposible que me negara.

—¿Dónde está ella? —volví a preguntar mientras me ponía de pie y buscaba alguna mujer que se pareciera al rubio.

—¡Noooo! —elevó la voz tomándome de brazo—. Ella no vino.

—Entonces, ¿cómo quieres que la conozca? —hice el mismo tono de voz que él, como si estuviera exasperado.

—Después, en una cita. —afirmó con confianza.

No pude evitar soltar una sonora carcajada, este niño era bastante divertido. Jamás me imaginé que un niño de cinco años pudiera pensar en esto. Pero sentí un poco de lastima, así que continué con su pequeña fantasía.

—Está bien, pero cuéntame un poco de ella. ¿Cómo es? —le acaricié con ternura la cabeza.

—Ella es la mujer mas hermosa del mundo, te lo prometo. Su cabello es rubio, pero en ocasiones se ve café. Tiene los ojos café mas bonitos que jamás haya visto. Y cada vez que sonríe, yo sonrío con ella. —explica con entusiasmo.

Me hace cuestionarme si este niño en verdad quiere mucho a su madre, o si su madre es en realidad la belleza que describe. No dudo en pensar en otras cosas, pero supongo que es incorrecto preguntarle a un niño sobre el cuerpo de su madre.

—Si tu mamá es como la describes, no dudaría en llevarla a una cita. —aseguro sonriendo en dirección del rubio.

—Pero no he terminado. Ella es súper divertida, cocina mucha comida para mí, vamos a todos los partidos juntos, ella es tan extraña. —continuó contando el pequeño.

—¿Extraña? —pregunté interesado en todo lo que tenía para decir el niño, porque aunque no conociera a su mamá, me parecía muy entretenido como el niño hablaba de ella.

—Si, ¡le gusta el futbol!, aunque digan que es solo para hombres; pero le gusta ir a los partidos y sabe lo que es un fuera de lugar. —elevó la voz con cada palabra que salía de su boca.

—No digas mas, cuando llegues a casa dile que tiene una cita con Roman Bürki. —exclamé guiñando un ojo.

—Que suertudo eres. —declaro y reí abiertamente.

—¿Nos tomamos la foto? —pregunté.

Después de acomodarme detrás del pequeño que seguía sentado en la mesa, apareció una mujer de edad avanzada y nos tomó una foto. Tomé el plumón y escribí mi firma en su jersey.

—Ya quiero llegar a casa para decirle a mamá. —dijo emocionado.

—Espero que acepte ir a una cita conmigo. —fingí que sentía nervios y me despedí del rubio con la mano.

Lo vi alejarse tomado de la mano de la señora, mientras daba saltos. Sonreí enternecido, algunas mentiras no le harían ningún daño a un niño. 

El novio de mamá » roman bürkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora