16. Roman Bürki

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—Vamos cariño, sigue así. —murmuré reprimiendo un gemido, ante el movimiento sensual de la mujer que se movía por mi entrepierna.

La chica me miró y me dedicó una traviesa sonrisa, se acercó a besar mis labios y continuó haciendo lo que mejor sabía hacer o mejor dicho lo único que probablemente sabía hacer.

—Te extrañaba hermano. —escuché la voz de mi amigo.

Daniel me había convencido de traer a un par de amigas a mi departamento, como en los viejos tiempos. Y hasta ahora era lo único que estaba funcionando para olvidarme de mi rompimiento con Lena.

—Me extrañabas porque sin mí no conseguías mujeres, soy tu factor de atracción. —repliqué soltando una carcajada.

—No puedo negarlo. —respondió.

Tomé las caderas de la chica, a quien atraje a mi cuerpo y la obligué a sentarse en mi regazo.

—Algo está vibrando. —dijo la chica terminando por ponerse de pie.

—Lo sé, cariño. —continué con su juego de palabrerías, mientras la veía de manera lujuriosa.

—Algo está vibrando en tus pantalones. —insistió dando una rápida mirada a mis pantalones.

—Si, ya entendí. Ven acá. —quise acercarla nuevamente a mi, pero se quitó de mi agarre.

—No, no entiendes. Es literal, algo está vibrando en tu bolsillo, supongo que se trata de tu celular. —explica la mujer.

Y hasta ese momento me di cuenta de que efectivamente mi celular vibraba en mi bolsillo, estaba tan metido en las curvas de la joven que ni siquiera me había dado cuenta.

Saqué el celular del bolsillo del pantalón y me encontré con que era una llamada de parte de las oficinas de la ciudad deportiva. Era bastante extraño y más por la hora que era.

—Ahora vengo, no te vayas. —me dirigí a la mujer y fui a otra habitación para responder a la llamada.

Debía de ser algo urgente, porque a pesar de que ya llevaba varias llamadas perdidas, seguían insistiendo.

—¿Hola? —respondí a la llamada.

—¿Señor Bürki? —escuché una voz de un hombre.

—Si, soy yo. ¿Pasa algo? —cuestioné al no reconocer la voz al otro lado del teléfono, me causó confusión.

—Soy el vigilante de las instalaciones de la ciudad deportiva, tuve que buscar su numero en las oficinas. Es solo que ha aparecido un niño en las puertas, diciendo que lo busca. —explicó el señor sonando un poco preocupado.

—¿Cómo se llama el niño? —no tardé en cuestionar, aunque ya tenía una leve sospecha.

Escuché como el señor discutía con una conocida voz, claramente se trataba de él.

—Max Haugen, dice que son amigos. No quise dejarlo ir, no es seguro que un niño ande solo por la calle. —mencionó como justificación y le agradecía que tomara esa decisión.

—Si, somos amigos. Por favor no lo deje que se vaya de ahí hasta que yo llegue, ya voy para allá. —le pedí al hombre y colgué la llamada.

Regresé a la habitación donde estaba mi amigo con las dos mujeres, pronto una de ellas se acercó a mí.

—Tengo que salir, por favor no destrocen mi casa. —dije en dirección de mi amigo, quien en ocasiones pasadas ha hecho completos desastres y tomando las llaves de mi auto salí rápidamente de mi casa.

El novio de mamá » roman bürkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora