20. Roman Bürki

677 51 8
                                    

—¿Saldrás temprano? —me cuestionó alguno de mis compañeros de equipo.

Ni siquiera supe exactamente quién había sido, solamente había tomado mis cosas y había caminado con dirección de la salida del campo de entrenamiento.

—Si, después les cuento. —grité sin girarme.

Llevaba mucha prisa como para tomarme tiempo en responder una pregunta que ahora no tenía mucha importancia. Eventualmente se darían cuenta de lo que estoy a punto de hacer, es un enorme paso personal.

Entré a los vestidores, tomé la ducha más rápida que jamás haya tomado y salí de ahí, para llegar al lugar que me había indicado el hombre.

Entré al café y al divisar al licenciado, me acerqué a saludarlo de manera efusiva, a pesar de que fuera un desconocido, la razón de su presencia lo hacía agradable ante mi vista.

—Señor Bürki. —me ofreció la mano en forma de saludo y no pude negarme.

—¿Como salió todo? —no tardé en cuestionar con toda mi atención en esta situación.

—No pudo estar mejor, solamente necesitamos su firma y la de la señorita Haugen. —explicó el hombre.

—¿Puedo llevar los papeles yo? Es que quiero que sea una sorpresa. —le pedí al hombre.

Llevaba planeando esto desde que habíamos regresado en el aeropuerto. Me había dado cuenta de que mi compromiso era con los dos, con Lena y con Max; por lo que estaba dispuesto a ser el padre legalmente de Maximilian.

No podía pensar en un mejor regalo que pudiera darles, les demostraba mi compromiso para con ambos y por fin podríamos formar una familia.

Manejé directo a su casa, si mis cálculos no me fallaban, debería de estar llegando a su departamento después de ir con su vecina a recoger a nuestro campeón. Quería que ambos estuvieran presentes al darles la increíble noticia.

Toqué el timbre repetidas veces, la ansiedad se apoderaba de mi y necesitaba soltar la buena noticia de una vez por todas; además de finalmente conseguir su firma para que legalmente Max sea mi hijo.

—Voy. —escuché al otro lado de la puerta la melodiosa voz de la mujer que estoy enamorado.

Abrió la puerta y en lugar de que una sonrisa se dibujara en su rostro, había decepción en su expresión.

—¿Qué haces aquí? —cuestionó de mala gana.

—¿Te molesta tanto mi presencia? —no dudé en preguntar, pero me mantuve ahí en la puerta.

—No es eso. —respondió suspirando.

—¿Entonces? —no dudé en acércame e intentar abrazarla, pero se quitó de mi agarre.

Ella se giró como intentando ocultar algo, pero luego comencé a escuchar un sollozo y me di cuenta de que efectivamente, la rubia estaba llorando y yo no entendía lo que estaba pasando.

—Lena, ¿estás bien? —nuevamente me acerqué y la tomé por los brazos para verla a la cara.

—No, no lo estoy. —elevó el volumen de su voz y nuevamente se soltó de mi agarre.

—¿por qué? —murmuré un poco frustrado por no entenderla.

—Te estaba preparando una cena, pero lo arruinaste al venir antes. ¡Arruinaste mi sorpresa! —como si se tratase de la peor noticia del mundo, la rubia lloraba como una magdalena y solo porque yo había arruinado su sorpresa.

—Cariño, no pasa nada; es solo una sorpresa. —trate de animarla para que el llanto cesara.

Al parecer había logrado que ella dejara de llorar, lo que no esperaba es que dejara de llorar porque estuviera enojada conmigo.

El novio de mamá » roman bürkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora