11. Lena Haugen

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—Mami, Roman ya no viene, ¿crees que se olvidó de mi? —cuestionó el rubio con preocupación, podía notar como le dolía su ausencia.

—No se ha olvidado de ti, enano. Ten por seguro que no lo ha hecho. —afirmé acariciando con cariño su rostro.

—¿Entonces? —cuestionó confundido, nuevamente las cosas no eran tan simples como para que las comprendiera un niño de cinco años.

—Él ya no vendrá, no lo veremos mas. —declaré temerosa, yo tampoco estaba segura en la decisión que estaba tomando.

—¿Por qué? Yo quiero seguir viéndolo. —el rubio comenzó a llorar desconsolado, quise abrazarlo pero se fue corriendo con dirección de su habitación.

Quise seguirlo y hablar con él, dejar las cosas en claro y hacer algo para hacerlo sentir bien de nuevo.

Todo esto se había convertido en un infierno para mí, esta semana había sido la peor que jamás hubiera tenido. Papá seguía internado y grave, y además me había dado el lujo de alejar por completo a Roman, para así evitar seguir confundiendo a mi corazón.

El timbre había interrumpido mi camino en busca de mi hijo, tuve que regresar a abrir la puerta del departamento y terminé encontrándome a mi madre.

—Hola Lena. —dijo mamá saludándome de forma efusiva, no dude en responder a su abrazo.

—¿Qué haces aquí? —cuestioné sin darme cuenta del tono de mis palabras—. Sabes que no lo digo de mala manera, es solo que es muy raro que vengas aquí.

—Lo se, lo entiendo. Lo que pasa es que salí del hospital y fui a la casa, donde sentí aun mas la soledad. El primer lugar al que se me ocurrió ir, fue aquí, a tu casa. Espero no te moleste que haya venido. —explicó mamá y noté como su sonrisa desvanecía.

—No te preocupes, eres mas que bienvenida aquí. —respondí ofreciéndole mi mano en señal de apoyo.

Si era difícil para mi asimilar la situación de mi padre, mamá la estaba pasando mucho peor. Se trataba de su compañero de vida, el padre de sus hijos y su amor verdadero. Debía estar destrozada, aunque hiciera su mayor esfuerzo en ocultarlo.

—¿Y Maxi? —cuestionó viendo por todo el lugar y no encontrando al rubio revolotear por todas partes.

Había decidido no decirle a Max sobre la delicada salud de su abuelo, después de todo es solo un niño y no comprendería.

Quise responder el cuestionamiento de mi madre, pero en ese momento sentí como vibraba mi celular y deseé internamente que no se tratara de Roman.

R.B: "Lena, ¿está todo bien? No respondes mis llamadas ni mis mensajes. Me estoy preocupando."

Leí el mensaje y me sentí culpable por no tener la valentía para darle una respuesta. Lo único de lo que estaba segura es de que tenía que alejarme de Roman.

Todo había cambiado, se sentía diferente desde el momento en que me di cuenta de que me estaba enamorando del portero. Se que se supone que ese fuese el plan, darle la oportunidad a que no enamoráramos; pero no era tan fácil hacerlo como decirlo.

Yo no contaba con que fuera tan complicado, cuando estaba segura de lo que estaba sintiendo, comencé a sentir dudas sobre permitir que florecieran esos sentimientos.

La ultima vez que había entregado mi corazón a alguien, me había dejado con el corazón destrozado y con un niño en el vientre. Ya no era la misma niña ingenua, pero tampoco podía estar segura de que las intenciones del suizo eran sinceras.

Decidí cortar desde la raíz, si me alejaba y lo alejaba de nuestras vidas, eventualmente dejaría de sentir lo que me estaba haciendo sentir y todo volvería a la normalidad.

R.B: "Deja de hacerlo Lena, deja de ignorarme. Entiendo si no quieres volver a saber de mi, pero al menos tengo el derecho de saberlo y de estar seguro de que todo está bien con ustedes."

—¿Estás bien? Tu semblante cambió en el momento en que viste la pantalla de tu celular. —mencionó mamá preocupada, pero no quería llenar su cabeza de cosas que no valían la pena.

—Nada, es una tontería. —respondí encogiéndome de hombros y forzando una gran sonrisa.

—Nada que te ponga de esta manera, es una tontería. No te obligaré a que hables si no quieres, pero al menos quiero que estés al tanto de que soy tu madre y siempre estaré para ti. —declaró con ternura, con el cariño de madre que ahora yo era capaz de comprender.

Me cuestioné que sentiría yo, si Max actuara de la manera en que yo estoy actuando con mamá y decidí por fin hablar.

—Es Roman. —farfullé.

—Tu novio.

—No es mi novio. —reclamé con fastidio.

—¿Por qué no? Es atractivo, se ve que es un buen hombre y quiere mucho a Max. ¿Qué mas podrías pedir en un hombre? —enumeró mamá con tranquilidad, pero con cierto recelo ante mi respuesta.

—Lo se, pero no estoy lista para abordar una relación. —dictaminé dejando caer mi cuerpo en el sofá.

—Yo creo que estás mas que lista para abordar una relación. Eres una mujer independiente, estable y con un gran corazón. —mamá me miro acusadoramente, como si todo lo que yo estuviera diciendo no eran mas que sin sentidos.

—Tengo miedo, me da miedo que él se arrepienta y que se de cuenta de que Max y yo no somos lo que él quería. Me da miedo que nuevamente le entregue todo a alguien que no lo valorará y me dejará botada como si no fuera nada. Tengo miedo de que rompan el corazón de Max, se que yo tengo la fortaleza para salir de esto una vez mas, pero no puedo estar segura de que el corazón de mi pequeño pueda soportarlo. Yo no puedo pensar en mi solamente y amar sin ninguna preocupación, tengo una extensión de mi misma y su bienestar es lo que mas me preocupa. —sentí como si me hubiera sacado el corazón y se lo hubiera entregado a mi mamá para que leyera todo lo que dentro.

Tenía mucho tiempo sin poder desahogarme con nadie y se sentí bien poder hacerlo, me quitaba un gran peso de encima.

—Tienes que arriesgarte. —fue lo único que respondió mamá antes de darme un abrazo.

Me envolví en sus brazos y me sentí protegida, me volví a sentir pequeña y confiada en que mis padres me protegerían todo el tiempo.

—Respeto tu libertad, pero siento la necesidad de recordarte que Max no es una extensión de ti, se trata de un individuo independiente. Deberías darle la libertad de elegir a quien entregar su corazón y a quien no, creo que lo subestimas y no te das cuenta de la gran inteligencia de tu hijo. —acarició mi rostro y depositó un beso en mi frente.

Ella se puso de pie, ya no dijo nada mas y yo tampoco lo hice. Caminó con dirección de la habitación de Max, quien estaba encerrado ahí.

Mamá tocó la puerta repetidas veces, pero el rubio no tenía intención de abrir la puerta. Me sorprendió en el momento en que mi madre mencionó que se trataba de ella y el pequeño le abrió la puerta al instante.

Tal vez tenía razón, yo tenía que darle la libertad a mi hijo de que entregue sus sentimientos a quien él decida hacerlo. No puedo controlar quien entra en su vida y quien no; No podía ser tan egoísta.     

El novio de mamá » roman bürkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora