Después de que la realidad se apareciera ante mi de manera repentina, por decirlo de alguna manera. Porque no me había enfrentado a la realidad de manera repentina, al contrario mi realidad tenía nombre y apellido; pero por el momento solo conocía su nombre de pila y era Erika.
Después de esa llamada y de esa confesión de sentimientos las cosas no habían ido bien, no habían mejorado como yo esperaba que sucediera.
Era divertido creer que alguien podría quererme en su esplendor, ahora solo me quedaba nuevamente con un vacío y con una enorme sensación de que por alguna razón desconocida aun, yo estaba destinada a quedarme sola.
Roman me había dejado dolida, decepcionada y completamente hecha trizas; pero eso no evitaba que siguiera sintiendo todo por él. Que me hiciera creer que dejarlo no era la decisión correcta.
Lo he querido por mucho tiempo, lo quiero a pesar de todo y lo voy a querer aunque lo aleje de mi. Pero sabía dentro de mi que no podía seguir con él, porque ya no sería lo mismo y eso no era bueno para mí.
Había pasado solo una semana desde la llamada y de su pequeño desliz, me carcomía por dentro el pensar que no solo se trataba de eso. Me hervía la sangre de solo pensar que fuera mas que algo sexual, que tuviera sentimientos por ella y que el amor que decía profesarme fuera inexistente.
Tuve que quedarme en ese departamento que me sofocaba, pero no podía escapar simplemente porque estaba embarazada y tengo un niño pequeño por el cual ver. A pesar de que estuviera rota emocionalmente, tenía que poner primero el bienestar de mis dos hijos.
Fue una semana desgarradora, una semana de constante reflexión en búsqueda de un discernimiento sobre mi futuro y el futuro de mi familia. Pero al final había sido funcional.
Me había tomado solo una semana llegar al dictamen de dejar a Roman, de dar un final a lo que sea que tuviéramos; dejarlo para siempre. Cuando estuve segura sentí un peso enorme, había tomado menos tiempo del que hubiera imaginado y ahora que estaba segura de algo no podía dar un paso atrás.
No había comenzado mi maleta hasta ese momento, hasta la mañana en que decidí que dejarlo era lo mas cuerdo y mas sano para mí. Pero jamás tuve en mente que esto iba a ser mas difícil de lo que me imaginaba.
No se trataba de una simple acción en donde solo llenabas un par de maletas con cosas materiales y ya. Sabía que en esa maleta también llevaba cargada la oportunidad de estar con Roman, junto a un caleidoscopio de memorias que aparecerían en lo mas profundo de mis entrañas cada vez que escuchara su nombre, cada vez que su rostro apareciera en televisión, cada vez que alguien en la calle pasara con su característica loción.
Sabía que no era algo para siempre, no es que no nos fuéramos a ver jamás. Todavía tenemos dos niños en común, pero cuando viera sus ojos de nuevo tenía que estar segura de que ya no tendrían ningún efecto en mi.
No se de donde había sacado toda esta sensatez y serenidad que había necesitado para tener todo fríamente calculado. Sabía que en los peores momentos era cuando aparecía un lado valiente y con mucho coraje de mi, que me permitía idear todo esto como si se tratase de una simple receta de cocina.
Escuché que la puerta de entrada se abría y se cerraba, por lo que deduje que Roman estaba fuera del departamento. Era obvio que no compartiéramos cama ni habitación, pero ni siquiera era capaz de salir para toparme con su presencia.
Permití que Maximilian durmiera mas de lo acostumbrado, no tendría que asistir a clases si esta misma mañana ya no estaríamos mas en Dortmund.
—Mami, ¿qué haces? —me cuestionó el rubio apareciéndose en mi habitación, al parecer ya había dormido lo suficiente.
Sentí ternura al ver su cara adormilada y como cargaba en una de sus manos su cobija.
—Recojo mis cosas rubio, ¿puedes ayudarme? —le pedí al pequeño niño.
Él ni siquiera rechistó, solo se acercó y con una enorme sonrisa adornando su adorable rostro comenzó a meter ropa en el par de maletas que estaban sobre la cama que llegué a creer que compartiría por siempre con el suizo.
—Ahora vamos por tus cosas. —tomé su mano y de esta manera fuimos hasta su habitación.
—¿Vamos de vacaciones? —me cuestionó mientras elegíamos que juguetes podía llevar, eran tantas las cosas que el futbolista le había comprado que no podríamos cargar con ellas.
Me mantuve en silencio por unos momentos, no me sentía cómoda mintiéndole a mi hijo y estaba consciente de que decir la verdad tampoco era una opción viable. Además de que no me había tomado aun el tiempo para pensar en que explicación podría darle.
—Si, tomaremos unas vacaciones en la casa de la abuela. —respondí mientras pasaba mi mano por la mejilla de mi hijo y después recorría el cabello que había en su frente para depositar un beso.
—La casa de la abuela es lo mejor. —mencionó el rubio con una emoción que se desbordaba en su rostro.
Terminamos de recoger y salimos del departamento, sentí cierto temor por ser descubierta. Me sentí ansiosa por la posibilidad de que el futbolista nos encontrara saliendo del departamento.
El no podía evitar nuestra inminente huida, pero no estaba segura de que verlo me permitiera irme y ser lo suficientemente valiente.
Subimos al taxi pero eso no me hizo sentir mas tranquila, tenía la constante sensación de que estábamos siendo perseguidos o que en cualquier momento llegaría Roman para descubrir lo que estaba tramando.
—Mami... —llamó mi atención Max, mientras yo iba viendo por la ventana.
—¿qué pasa rubio? —cuestioné un poco distraída, algo dentro de mi me decía que lo que estaba haciendo no era correcto.
—¿Donde está papi? —preguntó tomándome por sorpresa.
—Entrenando. —murmuré, sabía a lo que se refería el niño pero prefería contestar a mi manera la pregunta.
—Pero luego nos alcanzará en casa de la abuela, ¿cierto? —cuestionó con una cara de inocencia, que solo provocó que me sintiera culpable de estarle haciendo esto a él.
—Si, él llegará allá después. Tu no te preocupes. —tomé la mano de mi hijo e intenté que no continuara con las preguntas—. Duerme un poco, el camino es largo.
El camino no era largo, en poco mas de una hora estaríamos llegando a Colonia. El problema es que yo sentía mas largo de lo normal el camino y el cuestionamiento de mi hijo no estaba facilitando las cosas.
—¡Mami! —se levantó tomándome por sorpresa el rubio.
—¿Que pasa? —cuestioné al instante un poco preocupada, acomodé un poco su cabello que estaba despeinado.
—Olvidé mi jersey del Dortmund. —murmuró apunto de soltar el llanto, me sentí culpable por lo que les estaba arrebatando a mis hijos.
—No te preocupes rubio, puedo comprarte otra. —propuse intentando que regresara la compostura en el pequeño, ya no faltaba mucho para que llegáramos a casa de mis padres.
—O papi puede traerla cuando venga. —declaró emocionado Maximilian y dejando el llanto detrás.
Se recostó de nuevo en mis piernas y sentí como pequeñas navajas en mi pecho. ¿Como tomaría todo Max cuando le diga que Roman no va a venir?
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El novio de mamá » roman bürki
Fanfiction»Cariño, yo no necesito a nadie que no seas tu. »Mami, él es perfecto y podría ser mi papi. Trailer https://www.youtube.com/watch?v=yNLfW6JOEWI